Lo que queda de mis lagrimas

CAPITULO 9

Aceptación y consuelo 

No acepte su muerte cuando murió, ni cuando estaba en el hospital.
Su muerte la sentí cuando me encontraba sola en una habitación mientras lloraba desconsolada, sentí su ausencia cuando algo bueno me pasaba y quería llamarle.
Caminaba por la casa y podía verlo sentado sonriendo hacia a la nada.
Las pesadillas de perderle se hicieron realidad, estaba sumida en la desesperación no encontraba salida, en muchas ocasiones no dormia, solía levantarme asustada mirando a mi alrededor buscándolo y el no estaba por ningún lado.
Otra vez te buscaba en los poemas, en las canciones, en las pinturas y en el cielo.
Escribirle se convirtió en mi pasatiempo favorito por el simple echo de que aquí puedo escribirle decirle todo lo que nunca pude decirle, porque es demaciado tarde.
El tiempo fue mi peor enemigo y yo solo era una ingenua.
Aunque te escriba y te llame nunca estas cerca, que ilusa era y ahora estoy aquí sola con el corazón echo pedazos y tu ya no estas.


 

 

 

 

 

"Necesitaba una dosis de realidad para entender que la vida no es justa con nadie y que a las personas buenas a menudo le ocurren cosas malas".
 

 

 

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