Tú, el hombre perfectamente imperfecto. Esclavo de tus pasiones. Has inundado mis sueños convirtiéndolos en las pesadillas más dulces.
Tu espíritu libre me absorbe, me invita a bailar contigo a un son que desconozco; la danza que los demonios realizan entorno a mi corazón.
Llegaste para desordenarlo todo. Como lluvia inesperada que lo empapa todo, desequilibraste mi mente, mi perfecta y aburrida rutina. Llévame contigo. Quiero conocer y experimentar como se siente la libertad a mitad de un beso.
Soy adicta a mis miedos porque allí estás tú, haciéndome desear descender a los infiernos de mi quimera para volverte a ver, perfecto hombre de mis pesadillas.
Plasmo estas palabras en un viejo cuaderno, corroído por el tiempo y las duras palabras; un miércoles primero de marzo del año dos mil diecisiete. A las doce y diecisiete de la mañana. Y regresaré a estas líneas para volverte el perfecto hombre de mis sueños.