—CAPÍTULO 4—
EDUARDO
Me costaba mucho concentrarme, habían pasado cuatro semanas de aquel bochornoso evento. En mi embriaguez había exigido el despido de una camarera y eso me estaba persiguiendo más de lo debido. La gerencia del restaurante me llamó hace unos días confirmando mi solicitud. —Antes no pudieron contactarme porque me había ido de viaje para olvidarme de todo—. La ladrona había sido despedida en el acto y se encargaron de que no la recibieran en ningún otro restaurante de prestigio. Pero eso no era todo, ella se había ido sin recibir su liquidación correspondiente por sus años laborados, cosa que yo no recuerdo haber pedido. En sí los recuerdos son vagos debido a la resaca que me tumbó en cama. Más el rostro de aquella ladrona lo recuerdo perfectamente. Hasta podría reconocerla en la calle. Ya que la tengo grabada en mi memoria.
Sus ojos un tanto rasgados llenos de angustia y desesperación; su rostro contristado. Su cabello marrón atado en un moño y su tez blanca. No media más del metro setenta y cinco y probablemente sufría de alguna enfermedad alimenticia ya que se veía muy delgada. Estuve un buen rato viéndola ya que aquella mujer fue muy buena actuando. Se negaba a aceptar su garrafal error y hasta el último momento no paró de excusarse.
—Ed, Podrías por favor verificar si está bien acomodado ese cuadro. Después no quiero tener que volver a acomodarlo.
Cassia, mi hermana menor, me estaba ayudando a recolocar los cuadros de colección que tenía en esta habitación. Había adquirido mi último cuadro “Barco de Mariposas” de Vladimir Kush y por ello estaba moviendo todo los otros.
Mi hermana se estaba dando un tiempo conmigo y dándose un descanso del pequeño Tom.
—Déjame ver. —Observé bien el panorama. Quería que los tres cuadros, que estaban separados por algunos centímetros, tuvieran relación. Y sí que obtuve lo que quería.
—Te demoras mucho. Debo ir a ver a mi bebé. Eva ya tuvo suficiente. Debe regresar a casa, su hija la espera y es de noche. —Empezó a divagar—. Me encanta, en verdad es una gran chica.
Todas las noches que pasaba a visitar a mi pequeño sobrino mi hermana me hablaba maravillas de aquella niñera llamada Eva. Llevaba dos semanas trabajando para Cassia en el cuidado de Tom y tal parece que su paciencia y dedicación le había encantado a mi hermana, estaba feliz con la decisión que tomó Pietro. Con sus dos meses de vida Tom podía muy bien sacarle de quicio a cualquiera y mi hermana se veía mejor que las primeras noches que pasó con su hijo. Más a la dichosa niñera no tenía el gusto de conocer.
—Antes que se vaya deberías presentarnos. Tú sabes, para conocernos mejor. —Le di un guiño.
Cassia rodó los ojos. —Ay, no seas asqueroso. Y no creo que deba. A mi parecer, Eva no está en busca de un hombre rico que no sabe lo que quiere.
Auch. Eso me supo como a un golpe en el estómago.
Iba alegar a mi favor cuando Cassia tomó la palabra. —Oh, no. No me salgas con el mismo discurso de siempre. Tú y yo sabemos perfectamente porqué se acabó tu matrimonio con Venecia. No querías más compromisos que el de atender a tu esposa. Y ella se hartó porque quería formar una familia contigo y se lo negaste.―Me reprochó, por enésima vez.
No estaba tan equivocada pero en sí ese no era el hecho del porqué di por finalizado mi matrimonio.
—Venecia me traicionó, Cassia. Es hora de que se te meta en la cabeza. Ve a ver a Tom iré por un refresco y luego voy a tu habitación. Gracias por ayudarme.
Cassia me dio un sonoro beso en la mejilla y salió de la habitación. Antes de seguirle el paso vi la hora en mi reloj de muñeca. Iban a ser las diez de la noche. Julieta me había invitado a su exposición fotográfica. Había realizado un viaje de tres meses por el continente asiático tratando de captar su belleza natural. Yo ya debería estar allá como buen novio, pero algo más allá de mí me impedía poner un pie fuera de casa. No entendía porque no estaba interesado por asistir al evento. Julieta esperaba mi apoyo, pero yo simplemente estaba en casa sin decidir qué hacer.
Entré a la cocina en busca de agua. Mi destino era el refrigerador cuando oí ese peculiar tono de voz. Mis sentidos se alertaron y después me vi caminado hacia el lugar de donde provenía esa voz.
No puede ser. No puede ser. Debo haberme equivocado.
Esta vez se escuchó la voz de Cassia. Eso quería decir que ella conocía a mi hermana. Pero ¿De dónde?
Cuando llegué a la entrada de la sala allí se encontraba ella, la ladrona, envuelta en una amena conversación con mi hermana.
— ¿Qué hace está mujer aquí?
Bastó hacer esa pregunta para que a ella se le fuera el color del rostro. También había reconocido mi voz.
EVANGELINE
Esa voz la reconocería a diez metros a la redonda. La tenía grabada en la cabeza y se repetía cada noche con cada pesadilla. Esa voz, en este preciso momento me llevó a un viaje en el tiempo reviviendo lo que ambos habíamos pasado.