EVANGELINE
Llevaba día y medio dejando mi currículum en todas las entidades que habían solicitado empleo a través del periódico. Quizás el haber sido despedida de mi antiguo trabajo —tras laboral allí por dos años— sin ninguna carta de recomendación y una mancha en mi currículum por robo, me estaba pasando factura.
Tal vez me estaba apresurando a los hechos. Con los miles de personas desempleadas que hay en el país buscando empleo, como yo, las entidades deben estar a tope con documentación nuestra. Seguramente aún no llegan al mío y por ello aún no me han llamado.
O tal vez, siempre sí, esa mancha me perseguirá para toda mi vida señalándome como una ex convicta reformada.
Cosa que no soy. Yo soy incapaz de tomar un solo centavo que no sea mío. Por más que me esté muriendo de hambre y ese centavo sea mi Salvador.
Pero el dicho: "Es inocente hasta que se demuestre lo contrario" no lo puedo usar a mi favor, ya que aquel hombre adinerado usó de su vil poder y, pagó para que en mi expediente laboral se testifique que le robé. Gracias a Dios mi abue me enseñó a no guardar rencor... sino, ahora estaría armada con mi muñeco vudú y mi caja donde guardo mis agujas y alfileres apuñalando segundo tras segundos dicho muñeco.
La llamada de mi madrina mi saca de mis pensamientos maquiavélicos.
—Evangeline, hija mía ¿Ya conseguiste trabajo? —Lo que me faltaba. Mi abuela cotorra ya le fue con el chisme—. Porque si no es así, hoy hay una entrevista de trabajo aquí en casa, enfermera es lo que solicitan. ¿Qué dices?
Mi madrina lleva años trabajando para una familia con buena posición económica. A lo largo de los años se ha ganado el respeto de esa familia, confían tanto en ella que creo que si acepto ir a la entrevista y se enteran que soy su ahijada, me contratarían.
Acepté. Total, nada pierdo con probar.
―Hola, madrina. Está bien, iré. ¿A qué hora han citado?