Al menos lo intenta, porque Marc lo empuja con brutalidad apenas lo ve meter la mano dentro de su chaqueta negra. Y yo ni siquiera puedo mover un solo dedo.
Estoy paralizada en mi sitio, viendo como Ethan suelta quejidos desde el suelo y Marc lo sujeta con fuerza contra éste para que no se escape.
Lo peor viene cuando levanto la mirada y veo al supervisor Jobs acompañado de un chico que mira la escena, estupefacto. Ambos lo están, de hecho.
Un conjunto de groserías se ahogan en mi interior antes de salir, ni siquiera puedo hablar.
Él… él de verdad iba a intentar matarme.
—¿No le parece que es adecuado hacer algo, señor Jobs? —pregunta Marc con una matiz de ironía en su tono.
Apresurado, él asiente, sin despegar la mirada de nosotros, y la navaja que aterrizó a unos metros de nosotros.
—Ve a avisarle al director, y pídele a la secretaria que llame a la seguridad de la entrada, hijo. ¡Rápido!
El chico niega con la cabeza y, en vez de hacer lo que pidió el señor Jobs, corre hacia Ethan, intentando apartar a Marc que no se mueve ni siquiera un centímetro.
—Va a tener que buscar a otra persona que lo haga, profesor. Yo no pienso entregar a mi hermano.
¿Su hermano?
—Pues tu hermano intentó las… lastimarme, ¿¡crees que eso está… está bien, maldita sea!? —pregunto encolerizada, saliendo de mi entumecimiento. Mi furia aumenta al ver que no soy capaz de pronunciar una sola frase completa sin temblar como una gelatina y balbucear como un bebé.
—No creo que esté bien, pero tampoco creo que seas la persona más indicada para hablar de este tema, psicópata.
Psicópata. Psicópata, psicópata…
¿Eso es lo que todos ven cuando me ven? ¿A un psicópata?
—Yo voy a buscar al director —susurro, esquivando la mirada de todos y alejándome con rapidez.
Lo cierto es que no busqué al director ni llamé a seguridad, sino que le pedí a un chico que vi tomando agua del bebedero que lo hiciera por mí, y asustado por mi cercanía, prácticamente huyó de mí luego de asentir, confirmando que haría lo que le pedí.
Y entonces esperé a que el guardia fuera hasta el lugar del conflicto para escaparme del instituto como una gallina.
Vagué por un parque que no estaba tan lejos de allí, incluso tomé un helado solo porque el vendedor parecía amable… y porque sabía que él no iba a mirarme como si fuese la mafia en persona, o como si me temiese.
Eso fue todo lo necesité para volver al instituto. Un paseo en el parque, un helado y una persona que me miraba a los ojos y me sonreía con libertad.
Además de que tenía una prueba importante en minutos y no podía faltar a más clases si quería terminar el instituto con notas aceptables.
Así que volví, el guardia seguía sin ocupar su lugar en la entrada del instituto, así que entré sin problemas y fui a mi clase de química como si nada hubiese pasado.
Ojalá nada hubiese pasado
En fin, rendí de manera deplorable. Sí, tendría que haberme quedado en el parque, tal vez la maestra se habría compadecido de mí y me habría dejado rendir en la siguiente clase. El caso es que, apenas entregué mi hoja, me miro a los ojos y señalo la puerta con los exámenes en mano.
—A la dirección.
Y aquí me ven, sentada nuevamente con el director y su gran panza cervecera frente a mí.
Marc está a mi lado, Ethan también, por lo que estoy pegada al costado derecho de Marc, que tiene una mano sobre mi hombro también derecho, indicándome que no va a pasarme nada.
—Bien, chicos… —el director respira hondo, y aunque el “chicos” debe ir para todos, solo me mira a mí.
—Como me venga a culpar de esto, juro que yo misma agarro mis cosas, me voy y no regreso, señor Roberts —aseguro, mirándolo con intrepidez. Yo estoy segura de que eso no va a pasar, es solo una especie de chantaje, porque él no sabe que no sería capaz de auto expulsarme.
—No la voy a culpar, solo quiero conversar sobre lo que sucedió.
—Debería empezar a innovar su técnica —profiere Marc, apretando la mandíbula.
—Sé bien lo que estoy haciendo —indica el director con seriedad.
Ethan en todo momento permanece callado, con la mirada fija en sus manos, que siguen temblando.
—No, no sabe lo que está haciendo, porque espera a que los alumnos indiquen quién creen que es el culpable para luego ir a hacerle la vida imposible, aunque no lo sea. ¡Aunque no tenga nada que ver! —digo, inclinándome sobre su escritorio y mirándolo con fijeza, casi con… con rencor.
Luego me levanto, y sin volver a verlo, me alejo hacia la puerta.
—¿Vienes? —pregunto, mirando a Marc, quien se levanta y sale junto a mí.
Caminamos juntos, como si fuese normal hacerlo.
—No quiero volver a clases… —susurro mirando mis pies al caminar.
—Vamos a esperar a Dev en la zona húmeda, afuera. Quiere hablar con nosotros.