—¿Qué? ¿Olive es la chica de la que hablan? ¿Olive es la hermana de Ethan? —inquiero, parándome recta de pronto.
—Sí, ella. Es su melliza, ¿la conocías, acaso? —cuestiona Dev con desconfianza.
—¡No! Digo, solo había escuchar sobre ella, pero jamás hablamos.
Él da un paso más hacia mí y me analiza con la mirada un momento.
—Andrea, ¿sabes que puedes contarme, no? Que tuvieran una conversación no significa que le hayas hecho daño.
—No me crees —afirmo cruzándome de brazos y clavando mi mirada seria en la suya.
Enciende su celular y me muestra una fotografía.
—Hay una foto que contradice tus palabras, linda —dice en voz baja, desviando la mirada.
Cojo el móvil de su mano y observo la foto definidamente. Hay dos chicas junto a un gran árbol, que sé a la perfección que se haya justo a un costado del gran patio de la casa de Matt. El cabello de la que debo ser yo se parece demasiado al mío, sí, la figura también. De espaldas se parece demasiado a mí, pero no lleva la misma ropa que yo llevaba en ese momento. Esta chica viste jeans y un top más bien holgado, contrario a lo que yo vestía.
Aunque claro, a nadie le habrá importando lo suficiente la ropa que llevaba Andrea Athens en la fiesta, de hecho, ni siquiera se habrán percatado de mí magnifica presencia lo suficiente.
Suspiro, han hecho realmente un buen trabajo editando la foto para que pareciera yo. Por otro lado está Olive. La misma pelirroja a la que denominaron ardiente en el sótano. Su expresión denota confusión mirando a la que se supone que soy yo, y ella se ve tan, pero tan inocente allí, a diferencia de en la reunión que espié.
No puedo creer que forme parte de un misterio, y de que esté creando el suyo propio. No puedo creer que quizás ahora esté muerta, o herida, o con sed y hambre…
Simplemente no puedo hacerme a la idea.
Otra más en la lista, ¿no?
—¿Andrea? —inquiere Marc inclinándose hacia mí. Levanto la mirada lentamente, despegándola a duras penas de la pantalla.
—Esa no soy yo —digo a Dev, dándole de nuevo el celular.
—No puedes no ser tú, mira. Ese es tu cabello y esa es tu cintura. Es que eres tú —me explica señalando esas partes de la fotografía.
Marc rueda los ojos a mi lado, con aburrimiento.
—No creas que soy idiota, Dev. Te vi viéndola en la fiesta, ambos sabemos que ella no vestía jeans.
Desvío mi mirada de Dev a Marc y luego de Marc a Dev de nuevo, viendo como comparten un duelo de miradas bastante serio.
—Es cierto, lo olvidé —dice el último, rindiéndose finalmente y observándome nuevamente, encogiéndose de hombros—. Entonces alguien quiere volver a culparte por esto.
Razona, ordenando su cabello con los dedos. No me digas, Sherlock.
—¿Hay algo que deban decirme? ¿Qué es eso de que estuviste viéndome Dev? ¿Estás espiándome con Marc? —interrogo dando un paso amenazador hacia los dos, levantando el mentón y viéndolos con dureza.
—No estamos espiándote, Andrea —responde Marc en un tono bajo, secreto, a lo que solo puedo entrecerrar los ojos y esperar a que Dev responda algo.
Él niega con la cabeza dándome una mirada que indica que cree que estoy loca o algo así.
—No perdería mi tiempo en eso. Te veías bien, es solo eso.
Entreabro los labios buscando palabras para responder a su revelación, pero lo único que consigo es un sonrojo deslumbrante y molesto. Demasiado molesto.
—No pudo despegar la mirada de ti —murmura Marc sin humor.
—Ya puedes empezar a callarte viejo, porque… —empieza a alzar la voz Dev, acercándose cada vez más a Marc, por lo que me interpongo porque sé que Dev va a salir reventado y no le conviene meterse en una pelea contra Marc.
—Ya basta, de verdad. Han estado dándose miradas de odio y soltándose burlas el uno al otro desde que llegamos. ¡Por Dios! Se ven tan ridículos —termino susurrando y alejándome de ellos—. Denme solo este día para estar en paz, necesito recapitular. Mañana podemos retomar esta reunión y ver qué podemos hacer ante toda esta situación.
Indico rápidamente, antes de empezar a caminar hacia la salida, pero antes vuelvo a voltearme.
—Yo todavía tengo una conversación pendiente, no olvidé el plan, Dev.
Y entonces, me alejo finalmente.
Es increíble como una situación puede cambiar toda una idea.
En algún momento que dejo siempre bajo candado en lo más recóndito de mis recuerdos, temí. Temí mucho, por tanto tiempo que no puedo contar las horas, ni los días, ni los años.
Me ahogué en aquello que llamamos miedo, en esa emoción que tiene la capacidad de hundirnos y lanzarnos en el peor destino que los impulsos y la inocencia de la juventud puede darnos.
A partir del miedo, peores cosas pueden llegar. Conmigo sucedió. Me aseguré de que nunca más tendría miedo.