Velvet se dio la vuelta con una sonrisa siguiendo la voz que acababa de escuchar pero la sonrisa se le borró al ver al hombre que estaba frente a ella.
Era el mismo que tanto daño le había hecho con su palabras.
Tomó sus cosas para salir cuanto antes de ahí pero entonces él sonrió de una forma tan cínica que la obligó quedarse estática.
Stephen trató de sonreírle para que le diera confianza al verla tomar sus cosas y aunque estaba seguro que solo pareció una mueca, al menos creía que seguía funcionando porque la vio acomodar las cosas de nuevo y comenzar con la presentación.
Ella hablaba pero Stephen no escuchaba, al menos no ponía mucha atención.
Tenía que reconocer que se veía preciosa y que sin duda a pesar de todo, de no ser la chica que todos los hombres querían a él le parecía que ella era única. Le distraía con su figura, pero se obligó a no distraerse.
Velvet lo miraba con todo el odio que sus azules ojos podían reunir y pese a lo que creía, se alegró de que su corazón ya no latiera desbocado con solo imaginarlo.
Su enamoramiento había pasado y ahora solo quedaba esa parte de ella que exigía venganza y que seguramente su madre diría que no es correcto pero su hermano le diría «adelante».
La junta terminó y él solo aprobó todo lo que su amigo y diseñador dijeron aunque no había puesto atención a nada.
Vio a todos salir y después miró a su amigo que le hacía una seña.
Miró a Velvet y la vio sonriendo muy cariñosa a uno de sus socios.
Aquello no le sentó nada bien aunque jamás lo admitiría.
—Señorita Black —dijo un tanto nervioso—. Me gustaría hablar con usted.
Asintió y ambos salieron de la sala para dirigirse a la oficina de él.
—¿Y bien? —dijo tajante.
—Me gustaría disculparme con usted por lo que ocurrió yo sé que la hice sentir mal y que...
Fue detenido por la mano de Velvet que se puso rígida.
—No sé qué le hace pensar que es tan importante para que altere mi vida —dijo mirándolo—. Le aseguro que no es así. Mi estúpido enamoramiento ya pasó y no pasa nada ni me rompió el corazón, ni siquiera me acordaba de usted así que limítese a hablar de trabajo o será mejor que busque un nuevo empleo si mis formas no le gustan. Buenos días.
Salió de la oficina dejándolo perplejo y maravillado a la vez.
Stephen observó por varios minutos el lugar por donde la chica había salido.
Si había pensado que ella vendría a besarlo o saldría huyendo evidentemente se había equivocado. La chica no solo no había huído sino que lo había encarado y puesto de nuevo en su lugar.
Recordó el aspecto que tenía aquella vez en la universidad y también el aspecto que tenía ahora. Antes era bonita, a su manera pero bonita. Ahora era deslumbrante. Parecía que su rostro se hubiera enmarcado con el poco maquillaje que usaba pero sobre todo sus ojos parecían haberse vuelto más azules.
Así fue como su amigo lo encontró comenzando a reírse apenas lo vio.
—¿Te ha mandado al diablo? —dijo entre burlas—. Al gran Stephen Ryks.
Stephen frunció el ceño y lo miró desconcertado.
—Solo me he disculpado —dijo con los ojos llameantes—. No la acosé.
—Pero te morías por hacerlo —contraatacó—. No lo niegues que será más duro el golpe.
—No acostumbro a acosar a mis empleadas —dijo rojo de coraje—. Soy un profesional.
—Ya —aseguró su amigo—. Eres profesional pero no dejas de verle el trasero.
—¡Por Dios Velvet tiene un trasero enorme! —dijo frustrado al no poder sacarlo de su mente—. ¿Quién diablos no lo ve? Tuvo que reconocer que era bastante atractivo verlo.
Su amigo siendo como era iba a decir algún comentario fuera de lugar pero optó por guardar silencio cuando el sonido de la puerta los interrumpió.
Velvet entró más que furiosa llevando consigo una carpeta para Stephen y aunque sabía que no era correcto no pudo evitar escuchar tras la puerta lo que habían dicho.
Ella era consciente de que su trasero era gigante pero no por ello dejaba de doler que alguien más lo dijera, al menos alguien que no era su amigo de confianza y sabía que si fuera castaña habría sido elegida para interpretar el papel de Selena en la película pero bueno, al menos sería famosa se dijo. Permitía que sus amigas se mofaran de sus defectos tanto como ella se mofaba de los suyos pero no permitiría que otro lo hiciera, aunque ella desconocía que Stephen no había dicho lo que dijo de forma despectiva. A él le gustaba verla pero ella no lo creía así, contrario a todo, creía que se burlaba.
Entró con paso decidido mirando como los dos hombres la veían con ojos muy abiertos conscientes de que había escuchado todo.
Dejó la carpeta sobre el escritorio y se dio la vuelta sin decir palabra.
—Velvet —dijo Stephen sin saber para qué la llamaba—. Ya casi es la hora del almuerzo.
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Editado: 29.03.2021