Me levanto del suelo y corro hasta la pequeña ventana con barrotes. Miro el exterior y mi respiración se corta al ver como espectros de nubes negras atraviesan a los guerreros de Alix y le roban su vida. Un círculo de fuego impide que puedan escapar.
—¿Sabes qué pensé la primera vez que te ví? —me giro y pongo la mirada en una esquina oscura de la habitación.
—¿Quién eres y cómo entraste? —pregunto aún sin verla.
—Soy Amina Lowell, el alma dentro del tu anillo —responde, al tiempo en el que sale de la oscuridad.
Es una mujer espléndida, con rasgos perfectos y un color de ojos que he visto en cierto hombre que ahora está afuera luchando por mí.
—Eres la madre de Alix —suelto en un jadeo, al reconocer su nombre.
—Lo soy.
—¿Has estado atrapada todo este tiempo en un anillo? —cuestiono—. Creí que habías muerto.
—Estoy muerta, pero parte de mi alma la confine a ese anillo para proteger a mi hijo —contesta acercándose—. Con una parte de mí ahí dentro, el anillo creería que yo aún seguía siendo su dueña y nadie aparte de la Única de mi hijo podría liberarme.
Una de sus manos se posa en mi mejilla, cierra los ojos y luego sonrie.
—Mi hijo es feliz por fin —murmura—, pero aún falta mucho más para que puedan completar esa felicidad para siempre Eira —cambia su voz por una más seria—. Alguien a quien aprecias va a traicionarte y querrá arrebatarles todo.
—¿Quién?
—Alguien que dejó que su alma se pudriera y ahora es solo oscuridad. Tengo cuidado Eira, no dejes que te quiten quien será el pilar de mi hijo y tuyo.
De pronto comienza a desvanecerse frente a los ojos y rápidamente digo:
—No pueden ver mi futuro. ¿Voy a morir?
—El te protege. Impide que cualquiera pueda ver tus acciones futuras Eira.
—Alix, él...
—Estara contigo hasta la muerte —responde cortándome.
Sonrio y le susurro un gracias, antes de que desaparezca por completo. Cierro mis ojos, pero los abro de golpe al escuchar la puerta abrirse.
—¿Eira? —la voz de Mérida me trae un poco de paz.
—¿En dónde está Alix? —pregunto, caminando hasta ella.
—Esta bien, algo raro paso y creo que un tiempo de protección nos cubrió y los demonios huyeron —habla, sacándome de la sala.
—Quiero verlo —pido, mientras me arrastra por los pasillos.
—El vendrá pronto, Ameth y mi padre ameritan su atención.
Reconozco que saber que está por ahí vivo me saca un peso de los hombros. Mérida me conduce por el pasillo hasta adentremos en la habitación de Alix.
—Traje ropa para ti —Señala con el dedo hacia la cama, en donde reposa un camisón blanco—. Puedes limpiarte en el baño. He preparado una tina de agua caliente.
—Gracias. —Le sonrio antes de que desaparezca por la puerta y me deje sola.
Me muevo hasta llegar a una puerta y empujarla lentamente. El lugar huele a rosas y el ambiente es cálido. Observó la tina negra imprecionada por su tamaño, todo dentro es de colores oscuros y metales dorados. El sonido de algo moverse en la habitación me hace voltearme, pero al no lograr ver ni escuchar nada, lo ignoro y continuó admirando el tradicional y ostentoso bañó de reyes.
Me saco las botas liberado mis pies aún enfundados por medias, también las retiro, para continuar con mi jeans que hasta ahora me percato, tiene una rodilla rota. Me lo saco al igual que la blusa, hay mucho calor, tanto como cuando Alix está cerca de mí. Me desahogo de mi ropa interior y con pasos vacilantes me acerco a la tina, pero antes de que logré poner un pie dentro de ella, una voz me congela.
—Eres muy tentadora Única. —Las piernas se me vuelven gelatina.
No puedo evitar pensar en nuestro encuentro en la cueva como una pervertida. No necesito girarme, porque ya le tengo pegado a mi espalda. Escúche la puerta ser cerrada lentamente, para después sentir sus manos deslizarse por mi espalda lentamente ejerciendo un leve presión en la parte baja de mis cotillas.
Jadeo al percibir su boca en mi hombro derecho, es calida y deja torpes besos que provocan que mi exitación haga acto de presencia entre mis piernas y mis manos no puedan resistirse a tocarle. Paso mis dedos por su cabello sedoso, mientras dejo caer mi cabeza hacia atrás.
—Puedo sentir tu deseo por mí —susurra en mi oído, posando sus manos en mi estómago y empujándome más contra él—. Yo también te deseo.
Volteo y sin preámbulos busco su boca, y la uno con la mía. No intento ser cuidadoso, estoy sedienta de él, obsesiona con todo lo que me hace sentir. Su calor, su voz, sus ojos, todo de él me provocada oleadas de descontrol y me convierte en una maniática llena de lujuria. Le abrazo con fuerza experimentado una sensación de complemento única, sus labios me siguen como pueden, pero ni siquiera su ignorancia evita que su libido se apague un poco. Sus manos ahora están en mis glúteos y los apretar con suavidad.
—¿Mi Única en donde estabas? Te espere mucho tiempo... —murmuro, con la respiración errática.
—Estuve lejos, pero ahora no pienso dejarte nunca —respondo, mirando sus hermanos ojos cautivada.
—Ven conmigo al agua, por favor —pide con cautela, como si por alguna razón yo fuese a negarme.
Soy la primera en entrar a la gran tina oscura. Alix me sigue y se sienta en una de las esquinas contemplado mi cuerpo con perspicacia. El agua se desborda por mis movimientos y en cuanto me siento sobre él, el escape es aún mayor. Mis manos se dejan caer por su pecho, provocando que cierre los ojos y su exitación se haga más evidente en su entrepierna. Puedo sentirlo en mi vértice, está duro y caliente. Ahora estoy en la face que descubrí la primera vez que lo sentí en interior, una que yo desconocía, pero que me encanta experimentar.
—Quiero que entres en mi otra vez —le susurro al oído, sintiéndome más descarada que nunca. Es la primera vez le pido a un hombre que me haga el amor.
—¿Cómo? ¿Aquí? —Sus ojos me observan con desconcierto, por lo que esbozo una sonrisa lobuna y me levanto—. No. No te vallas, por favor. No me dejes, puedo ser bueno. Lo prometo.