Lo demás pasó rápidamente. Entré a donde Rina lloraba amarrada en una mesa con dos “doctores” a cada lado. Con la ira y la adrenalina todavía corriendo por mis venas tumbé un estante con distintos químicos y botellas de vidrio, provocando que le cayera a uno de los hombres mientras el otro me vio con el rostro pálido y rápidamente salió corriendo… seguramente iba a avisar a los centinelas de lo que estaba pasando.
Con el ceño fruncido agarré un escalpelo y certeramente corté los amarres que apresaban las piernas y manos de Rin… de MI hija.
Me subí a la plataforma y delicadamente abracé a la niña que sollozaba ruidosamente mientras exclamaba con voz ahogada.
— ¡Mamá! ¡viniste, viniste! ¡no me dejaste sola! ¡estás aquí! ¡estás aquí! ¡Mami!
Yo solo atiné a acunarla tratando en el proceso de calmarme a mí misma. Ya estábamos bien… no nos habían hecho nada.
A lo lejos comenzó a sonar el eco de múltiples pisadas y yo solo pude hacer una mueca mientras notaba como Rina a su vez se aferraba con más fuerza de ser posible a mi pecho.
— ¡No! ¡Nos quieren hacer daño! ¿Qué vamos a hacer mamá? —Bajé la cara y vi los ojos teñidos de miedo de mi niña… ella ya había pasado por mucho y ahora que por fin había terminado de asumir el papel de cuidarla y quererla, si estaba en mi poder no iba a dejar que siguiera sufriendo y si no era capaz de eso… yo misma me encargaría de serlo. Con ese pensamiento como determinación, tomé su cara con mis manos y sequé sus lágrimas.
—Quiero que tú te recuestes y finjas que estás durmiendo ¿ok? Puede que esté por un tiempo alejada de ti. Pero hasta entonces quiero que te tranquilices —Como pude le sonreí—. Después de todo necesito que cuides de Lúa y también que le digas que por fin encontré un nombre.
— ¿En… serio? —cuestionó entrecortadamente la niña sorbiéndose la nariz y recostándose como le había indicado la morena— ¿Cuál es?
—… Tú solo le tienes que decir que Atelia planea defender su presente —dije con una sonrisa y unas cuantas lágrimas en los ojos. Le di un beso en la frente viendo como cerraba los ojos y giré a tiempo para ver como la puerta del cuarto se abría bruscamente.
Con una tremenda elegancia, apareció una mujer de cabellos rojos como el fuego y… parece que en este lugar debían de pagarles muy bien al personal, pensé al ver sus exuberantes senos.
La mujer avanzó tranquilamente entrando al cuarto y viendo el desorden causado. Con desinterés se asomó a la otra puerta y vio el cuerpo tendido sin vida de la doctora Maru.
Con la misma lentitud y elegancia se giró hasta estar frente a mí. Con la mirada las dos nos analizamos e inmediatamente hubo un choque eléctrico cuando nuestros ojos se encontraron mientras una declaración muda de guerra caía sobre el lugar.
—Supongo… que tú eres la paciente luz naranja —dijo la mujer relamiéndose entre tanto me miraba analíticamente.
—Atelia —rebatí mirándola duramente y con el cuerpo en tensión.
—Hm. Que nombre tan creativo.
» Yo soy la directora Anastasia Alegría Porcel encargada de la administración y seguridad del hospital psiquiátrico “Brecon & Radnor Asylum”. Es decir, este lugar.
— ¿De qué habla? Estamos en el hospital psiquiátrico Caracas en Venezuela. Nunca había escuchado hablar de ese lugar antes, pero le puedo afirmar que está muy lejos de su institución —pronuncié con la confusión y la contrariedad marcados en mi cara. Tenía un mal presentimiento sobre esto…
—No, al contrario. TÚ estás muy lejos de ese hospital —replicó la mujer con una sonrisa maliciosa en su rostro mientras yo daba un paso atrás aturdida por sus palabras.
» Hace aproximadamente cuatro meses y medio me llamaron del lugar que mencionas diciendo que era de extremada importancia que recibiéramos a una paciente aquí. Dijeron que todo estaba pagado y que era urgente tu tratamiento, pero si mal no recuerdo… dijeron… que teníamos que tachar tu nombre del registro, pues tus representantes habían SUPLICADO porque pudieras alejarte de allá sin levantar sospechas —Anastasia se acercaba despacio ocasionando que con cada uno de sus pasos resonará el tacón de sus zapatos, un sonido similar al del sonido de un reloj. Y ese molesto tac, tac trataba de colarse en mi mente en caos que se negaba a aceptar las palabras de la mujer.