Locura Indemne

Capítulo 14: El latido acelerado de un corazón

—… Después de eso Rina cayo en coma por cerca de UN año… Lúa se salvó por los pelos de tener el mismo destino… En ningún momento se apartó de mí, ni siquiera cuando el rencor y la ira comenzaron a dirigir mi mente y cuerpo…

» El día que Rin por fin despertó Lúa y yo lloramos sumamente aliviadas… pero al mismo tiempo fue la última vez que nos aseguramos de mostrar esa clase de debilidad…

» Luego de siete años siendo torturada y drogada…. Fue que finalmente comprendí… que si no dejábamos el manicomio… nos quedaríamos ahí eternamente, pero… muchos metros más debajo de la Red Nightmare… aunque —Mi mirada se aclaró mientras veía el cielo despejado de la noche—… lo que verdaderamente me impulsó a tomar la decisión final… fueron las estrellas… —finalicé melancólicamente dejando que dos lágrimas resbalarán por mis mejillas y cayeran sobre mis manos que descansaban inmóviles sobre mi regazo.

Me costó algunos minutos terminar de escapar de los recuerdos y cuando lo conseguí, miré levemente aturdida a mi alrededor sorbiendo mi nariz que se había puesto fría por la temperatura de la noche. Sin embargo, sabía que solo estaba retrasando el que mi mirada cayera sobre el hombre que estaba sentado frente a mí. Uno de ojos marrones y cabello alborotado, al que iba a extrañar bastante…

—…Terminé… ¿cuál es tu análisis médico? —cuestioné viéndolo sin expresiones que se pudieran reflejar en mi cara…

Talos se levantó metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón y dirigió su mirada al bosque, más específicamente el lugar donde había encontrado a la mujer…

Atelia lo imitó pensando en un millón de reacciones que podría tener el hombre. Pero esa era la que más temía… ninguna. Talos solamente estaba allí con la mirada perdida sin decir nada…

De repente el hombre se volteó y comenzó a caminar a la cabaña.

— ¿Quieres cenar algo? Lo más seguro es que Rina ya se haya dormido, pero no por eso tenemos que morirnos de hambre nosotros —dijo sin ver a Atelia.

La mujer se desesperó al oírlo, pero rápidamente la conmoción fue remplazada por la frustración y la ira. Desapareció la distancia que los separaba y lo tomó del brazo, consiguiendo que el ojimarrón dejará de caminar, pero no que la viera.

— ¡¿Y ahora qué te pasa?! ¡¿de verdad puedes pensar en comer en este momento?! ¡Di algo maldición! —gritó la morena con el miedo marcado inconscientemente en su voz.

—… ¿Qué quieres que diga? —musitó suavemente el doctor.

— ¡Cualquier cosa que me dé a entender que me escuchaste! ¡Aunque ahora es que lo puedo entender! ¡Solo quieres olvidar lo que dije y hacer como que no soy una enferma…

Bruscamente Talos sujetó la mano de Atelia y la jaló contra su cuerpo, aprisionándola en un abrazo. El saco de Talos se cayó de los hombros de la mujer, quién se había quedado estática por las acciones del chico.

— ¡Si maldita sea! ¡Quiero olvidar todo lo que me acabas de decir! —exclamó Talos con el rostro enterrado en el cabello de Atelia—. ¡Quiero olvidar que estuviste cerca de morir! ¡Que a Rin la privaron de su niñez por completo! ¡quiero desaparecer las imágenes que se crearon en mi mente cuando me narraste como te torturaban! —Talos afianzo su agarre—. ¡No dije nada por la simple razón de que nunca en mi vida me había sentido tan impotente! ¡No sabes la ira que tengo en estos momentos! —De repente el hombre se separó de la chica y enmarco su cara con las manos.

» ¡Quiero olvidar que pasaste por semejante infierno! ¡y que al resto del mundo ni siquiera le importó! ¡lo único que quiero hacer ahorita es…! Asegurarme… de que… de verdad estás aquí. Siento que si no hago algo en donde te vea a ti y a esta realidad donde estas a salvo, lo próximo que sabré es que destruí un hospital entero… y lo más probable es que me manden a la cárcel una vez que me haya tranquilizado —Lentamente Talos redujo el nivel de su voz hasta que simplemente se perdió en los ojos de Atelia.

La morena no sabía que pensar. ¿De qué… de que…

—… ¿Qué… que dices? —pronunció bajo su aliento, incapaz de creer las palabras del ojimarrón—… Mientes.

Talos frunció el ceño por las palabras de Atelia.




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