Lo odiaba, simplemente lo odiaba. Estaba hostiado, irritado, amargado, enfurecido, con cara larga. Rocco caminaba por el largo pasillo con aire perturbado y amenazante, resonaban las pisadas de sus oscuras botas pesadas al compás de sus pensamientos internos.
Cualquiera que lo mirase saldría corriendo sin mirar atrás y cualquiera que lo se atreviera a mirarlo otra vez se daría cuenta que además de su atractivo, su indiferencia e incomodidad por estar en ese allí. De reojo veía las pálidas paredes sin gracia con algún que otro tablón informativo y carteles sin importancia, que ni se digno a leer.
La institución era en una simple palabra una mierda y que era una mierda más grande para Rocco, tener que estar en ese sitio y con esa gente, pero en general, a Rocco ninguna persona le gustaba. Se recolocó la abultada bolsa de viaje, donde llevaba sus cosas. Tendría que mudarse en la institución, mientras conseguía cualquier trabajo y alquilaba un piso.
Apresuro el paso para llegar al despacho de la directora. Tocó a la brillante puerta de madera sin prisas escuchando una afirmación a pasar. Con su característico aire seguro y serio pasó.
La señora Jobs, una mujer delgada y tan aburrida como el sitio donde ejercía su trabajo. Tenía una voz monótona tanto que algunos se tentaban a dormir.Por poco y no dio una cabezada, con su brazo apoyado en el reposabrazos aguantando su cabeza, se tapo la mano para bostezar disimuladamente, mientras sus ojos somnolientos intentaban no cerrarse.
—No quiero ningún problema por ti parte, esta institución es...
Una autentica mierda, pensó otra vez, Rocco, intentando no reírse de su propio pensamiento, mientras asentía distraído y con cara de niño bueno.
—Da gracias que la señorita Claire es muy persistente y con un poder de convicción sin igual...
Y no porque su hermano sea tu marido aburricienta, para nada, por poco y Rocco se lo dice, pero no quería causar problemas, por ahora.
Se enderezo en el incomodo sillón entumecido y deseando acabar ese absurdo sermón, si al final iba ha hacer lo que quisiera.
—Aquí tienes el horario, con toda la información que necesitaras y por supuesto las normas.— Enfatizó en estas últimas, mientras se inclinaba en su escritorio y le entregaba a Rocco unos cuantos folios, que estaba claro que ni los iba a leer.
Se dispuso a levantarse para largarse y deambular un poco para conocer la institución y también ya de paso fumar.
—Quieto chico.— Le lanzó una mirada reprobatoria, Rocco soltó un bufido propio de un animal, para volverse a sentar con peso muerto. Su paciencia no era una de sus características más resaltadas. —Como supongo que ya la señorita Claire te aviso y como sentenció el juez, tendrás que firmar todos los meses para asegurar que estas haciendo algo de provecho con tu vida y que estas reformado para ser una persona de bien.
Otra tontería, tener que perder su preciado tiempo en firmar un insulso papel. Se había librado de la cárcel por poco, pero Rocco lo pensó bien. Tener que estar en un sitio encerrado y donde algunos quería su cabeza o en una estúpida institución con gente que no soportaba y no le soportaban, le resultaba más atractivo lo segundo, por lo menos tendría libertad de hacer lo que quisiera.
—Para no acordarme aburri... quiero decir señora Jobs, seré responsable como los jueces quieren que sea. —Casi río por tal mentira que soltó por sus labios, con una sonrisa ladeada que cautivaba hasta al mismísimo diablo, se acerco brusco al escritorio. —Acaso no creo que puedo ser un niño bueno.
La cara que puso la directora era para tomarle una foto y enmarcarla. Su ceño fruncido, su boca tan sellada y apretada que ni una mosca entraría en ella, sus arrugas se profundizaron para darle un aspecto más envejecido, incluso Rocco vio como le salían algunas canas. Acababa de encontrar una diversión, sacar de quicio a la directora era de lo más divertido.
—Te crees muy gracioso, Rocco Kane, pero tienes suerte de estar aquí y no pudriéndote en la cárcel como tenías previsto, para ti todo es gracioso hasta que de verdad te importe algo y lo pierdas. En ese momento nada será gracioso. Ya se puede retirar.
Rocco sintió como si le diesen una patada que lo desestabilizó. Una ira le nació y le supuró por todo el cuerpo.
—Usted no sabe nada, ni la mínima parte de mi vida o de lo que pasé. No pretenda dándoselas de sabia, ni intente pelear ya que saldrá perdiendo, métase en sus asuntos.
—Claro que se algo, la mayoría de gente sabe algo. Tu vida es pública en el momento en que tu rostro salió en la televisión con ese titular.
Se levantó con una rapidez, sus ojos ardían de ira, sus manos se cerraron en puños, había tocado un tema que nadie debería tocar. Intentó tranquilizarse, calmar a sus bestias y demonios que siempre esperaban por emerger. Empezó lentamente hablando.
—Cállese, nadie sabe lo que realmente sucedió. —Pauso, tenía los ojos cerrados, luchaba como tantas veces había luchado con el mismo. —Si de verdad se cree todo lo que sale por la televisión, es más estúpida de lo que creí. No debería prejuzgarme como yo no la prejuzgue a usted.
Editado: 15.12.2019