Los Bendecidos

30. Esa cosa

 

En menos de diez minutos los tres estaban llegando a casa, me había sentado en la vereda y sostenía mis piernas con mis brazos.

— ¿Dónde está? — preguntó Pablo casi tirándose de la camioneta de mi novio.

— Adentro— respondí con los ojos llenos de lágrimas— Pablo— estiré mi mano hasta alcanzar su pierna...— él se frenó y se agachó hasta quedar a mi altura— no sé qué mierda es eso, pero no es Belén ...

Pablo miró fijamente mis ojos, supongo que buscando indicios de una broma. Pero las lágrimas que los inundaban debieron de convencerlo. Pablo asintió y me ofreció su mano para ayudarme a ponerme de pie.

— Llame al padre Doménico— anunció Isidora guardando su celular en el bolsillo de su pantalón de jean.

— ¿Cómo estás? — mi novio me abrazó y en ese instante solté mi angustia.

— No quiero volver a entrar ahí— dije ahogando mis palabras en el cuello de mi novio.

— Tenemos que entrar— Isidora colocó su mano en la base de mi espalda.

Asentí poco convencida y comenzamos a caminar hacia la entrada.

Por supuesto que el estado era el mismo, todos fruncieron sus narices ante el hedor nauseabundo que invadía todo el hall de entrada. Las moscas de la sala seguían allí y pude notar como Isidora había sacado su crucifijo y en una voz muy, pero que muy baja, comenzó a recitar algo que no llegaba a comprender.

— ¡Belén! — Pablo la llamó con voz temblorosa adentrándose en el pasillo que conducía a las habitaciones.

Fausto caminaba a mi lado, tomando mi mano. Temía que fuera a salir corriendo y hacia bien, ya que todo en mi cuerpo gritaba "Sal de aquí, ahora"

Cuando Pablo abrió la puerta se quedó de pie en el umbral y no avanzaba, por lo que todos corrimos hasta alcanzarlo.

Belén, estaba con la mitad inferior de su cuerpo recostado en la cama, con las piernas muy abiertas y la mitad superior de su cuerpo caía hacia el suelo con los brazos completamente abiertos. Su sonrisa seguía estando grabada exactamente igual a como la dejé, tétrica y exageradamente grande.

Los cuatro nos quedamos allí observado la dantesca escena, que parecía salir de una terrible película de terror. Pero no lo era, era nuestra realidad y era mi mejor amiga la que se encontraba tendida de esa forma y convertida, casi, en una bolsa de huesos. Pablo reaccionó y sin pensárselo dos veces entro a la habitación seguido de Fausto, entre los dos acomodaron a mi amiga nuevamente en la cama.

Una ventisca corrió a nuestras espaldas, Isi y yo nos dimos vuelta y pude sentir como desde la otra punta del pasillo alguien, o algo, nos observaba. Podía sentir su mirada penetrante clavada en mi persona, esa angustia asfixiante. Se respiraba odio, violencia, dolor, muchísimo dolor.

— Nos está observando— susurro Isi mirando hacia el mismo punto en que veía yo — Se divierte y se alimenta con nuestro miedo.

— ¿Qué tiene Belén? — pregunté sin sacar los ojos del sitio.

— Eso— murmuró— esa cosa es la que está pegada a Belén y es lo mismo que habías tenido pegado tú.

— ¿Por qué no me siguió? — pregunté — Cuando me fui— aclaré.

— Porque no había llegado a completar el proceso y porque pareciera estar atada aquí...

— Chicas...— la voz nerviosa de Fausto nos hizo volver la mirada al cuarto.

B estaba de pie, ya no sonreía. Nos veía a todos como si fuera un animal en peligro, rodeada de cazadores. Pablo comenzó a pedirle que se recueste y cuando este se acercaba ella se alejaba. Entonces con mucha delicadeza retiré el collar de mi cuello y me acerqué poco a poco a mi amiga. La mano de Fausto sostuvo mi brazo, él no quería que me acercara. Pero lo mire y le rogué que me dejara, B era mi mejor amiga, mi hermana.

Apenas mi amiga vio el medallón, comenzó a gritar incoherencias. No parecía su voz, esta era gutural, casi masculina. Se alejó, de un brinco subió a la cama pegando su espalda a la pared y cuando sus ojos se fijaron en los míos, esa tétrica sonrisa volvió y repitió nuevamente el gesto de relamer sus labios.

En ese momento dos manos tiraron de mis brazos y me alejaron de la cama. Eran Fausto e Isidora.

— No vuelvas a acercarte— ordenó Isidora— Esa cosa te quiere a ti. Esa cosa te estaba buscando.

— ¿Qué es lo que dice? — pregunté sin dejar de mirar a mi amiga.

— No lo sé...— Isidora tiró nuevamente de mi brazo y me sacó de la habitación junto a los chicos.

Una vez en la sala ellos abrieron las ventanas e intentaron hacer que las moscas se fueran, pero no lo lograron. Nos dirigimos a la cocina, ya que al parecer estos insectos solo se concentraban en la sala.

— ¿Qué idiomas habla Belén? — preguntó Isidora abriendo su maso de cartas sobre la mesa.

— español e inglés...

— ¿Entonces que mierda dijo antes? — preguntó Pablo nervioso.

— Cuando llegué...— miré a Pablo— habló en un idioma raro también.

El timbre sonó y Fausto fue a abrir la puerta. Al regresar lo hizo con un hombre alto y delgado, de ojos muy claros.



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En el texto hay: fantasmas, paranormal, romance

Editado: 11.01.2022

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