Capítulo 08.
NOLAN ROEBOOK.
Peggy, su sobrina de siete años, saltaba sobre su cama. A Nolan no le hubiera importado si no hubiera saltado sobre donde estaban sus canillas, por cada salto, sentía que se quebraban más y más. Tuvo que esforzarse para no soltar un improperio, de lo contrario, su hermana Allen lo mataría.
Se levantó con pereza, siendo arrastrado por Peggy hasta la cocina. Según ella, Allen estaba preparando hot cakes en formas de dinosaurios.
—Te comes todo —le ordenó Allen a Nolan cuando tomó asiento en la mesa. Frente a él, había una torre de hotcakes con formas extrañas que para nada lucían como dinosaurios—. No soy experta, no juzgues.
—No iba a decir nada —murmuró Nolan con una pequeña sonrisa. Allen tomó asiento frente a él—. Por cierto, ¿qué haces aquí?
—Con Peggy decidimos venir a ayudarte a ordenar tu maleta —respondió ella—. Te vas en tres días y no tienes nada preparado. Además de que tu casa está asquerosamente sucia. Mamá dijo que te contrataría un servicio de limpieza mientras no estuvieras pero le dije que no era necesario, que lo haríamos nosotros.
Nolan abrió sus ojos con incredulidad.
—¿Qué hiciste qué? —preguntó, sin creer que lo escuchaba.
—Que le dije a mamá…
—No. No, no. No tenías porqué decirle eso —murmuró Nolan entre dientes, para no asustar a Peggy, quien coloreaba mientras comía sus hotcakes—. Arruinaste todo.
—Ah, Nolan, eres el rey del drama —Allen cubrió su boca y rió—. Es limpiar, no es una abominación. Juro que eres más perezoso que Rudy.
—No lo menciones, me debe cien dólares —murmuró Nolan, fastidiado por la sola mención de su hermano. Era mayor que él por sólo cuatro años.
—¿Qué son cien dólares comparados con la millonaria cantidad de dinero que nuestros padres te depositan como mesada? —preguntó Allen en voz alta, con burla impregnada en cada palabra.
—Eres molesta —Nolan rodó sus ojos y enfocó su vista en la pequeña Peggy, que estaba sentada a su lado—. ¿Crees que estoy loco por irme antes? A Londres. Lo he estado pensando mucho durante el último mes…
—Creo que… creo que estás perdido en las memorias que tienes junto a ella —le respondió Allen, apoyando sus manos sobre la mesa—. Lo que no es una locura, es algo que sucede frecuentemente. También creo que eres muy caprichoso, aunque eso ya te lo había dicho hace algunos meses atrás. Por último, creo que… que si la quieres, y aunque lo de ustedes no funcionó, sientes esa necesidad de verificar que va a estar bien.
Allen conocía a su hermano. Sabía que él no estaba enamorado de Eleanor.
En sus años de universitario loco, sí que lo había estado, ¿pero ahora? Claro que no. Allen conocía el historial de Nolan, hace sólo dos semanas le había jurado amor eterno a un joven empresario amigo de Rudy, con quien había pasado una noche. Allen apostaba que Eleanor no pasó por su cabeza durante esos días.
No dudaba de que Nolan se preocupara por ella, incluso se atrevía a decir que Eleanor era la mujer de la vida de su hermano, pero no de forma romántica, sino significativa. Eleanor le enseñó mucho, y por ello, Nolan sentía un amor incondicional por ella, sentía que le debía todo.
Él sólo quería asegurarse de que Eleanor no sufriría, de que no estaba cometiendo un error, y Allen, de todo corazón, esperaba que se diera cuenta antes de arruinar algo y arrepentirse por ello.
Nolan abrió sus ojos suavemente y pestañeó rápidamente para acostumbrarse al rayo de sol que impactaba directo a su rostro. Estaba sentado sobre un viejo sillón burdeo, que estaba roto en varios lugares dejando ver algunos resortes. Había dormido en esa posición toda la noche.
Giró su rostro y vio a Eleanor, dormida, acurrucada contra él. Sobre ella había una manta delgada a cuadros que apenas la cubría. Habían estado en una fiesta hasta entrada la madrugada, y luego, no sabían cómo, llegaron a la casa de un amigo del amigo de Nolan, donde pasaron la noche.
Así eran sus fines de semanas; fiesta, dormir en casa de algún desconocido, y robar alcohol de vez en cuando.
—Mi cabeza va a reventar en cualquier momento —balbuceó Eleanor moviéndose un poco. Estaba recién despertando.
—Tengo pastillas en el jeep —dijo Nolan riendo suavemente. Él también estaba con resaca, pero a diferencia de Eleanor, ya estaba acostumbrado—. Larguémonos de aquí.
—Sí, tengo que estudiar —Eleanor bostezó.
Nolan volvió a reír. Le causaba ternura que, teniendo su cabello medio teñido de rosado, sus ojos delineados con sombra plateada y vistiera parte de su ropa negra, fuese tan aplicada respecto a su carrera. No era prejuicioso, pero cualquiera que la viera dudaría de lo bien que le iba en sus estudios.
Cuando se montaron en el jeep, Eleanor, sentada en el asiento copiloto como siempre, posó su mano sobre la de Nolan, que descansaba sobre el volante. Él dirigió su mirada a ella de inmediato.
—Anoche vi que besaste a Claudio —murmuró ella cuando logró hacer contacto visual con Nolan. Él se mantuvo en silencio—. Nunca me dijiste.
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Editado: 19.08.2021