Capítulo 15.
BLAKE MARSDEN.
OCTUBRE 31, 2018 – DIEZ DÍAS PARA LA BODA.
Los exuberantes platos de langosta fueron puestos delante de cada uno. Eran demasiado caros, pero ellos podían pagarlos sin problema. Desde que se encontraron en el restaurante, había sido una batalla de miradas y de incomodidad.
A Blake no le caía bien Nolan, y el sentimiento era mutuo.
—Seré honesto contigo —dijo Nolan cuando comenzaron a comer. Blake aguantó las ganas de rodar sus ojos—. No me caes bien.
Blake rió entre dientes.
—Sorpresa, siento lo mismo por ti.
—Genial —dijo Nolan, levantando sus cejas—. Y, sólo para que sepas, mi razón es porque eres igual que yo.
—¿Tu tampoco te gustas? No te culpo —ironizó Blake.
—Me amo —le corrigió Nolan—. Y me amo mucho, por eso somos iguales. Nacimos en cunas de oro, jamás nos faltó nada, ni siquiera tuvimos berrinches porque todo lo que pedíamos lo conseguíamos en menos de un segundo. Por eso, sé que Eleanor fue un capricho mío.
Blake lo escuchó, atento. Algo de razón había en sus palabras que logró capturar su atención.
—Eleanor ha sido la única persona que he amado de verdad. Pero ese amor que alguna vez sentí por ella, evolucionó a un amor profundo, de por vida. Del tipo de amor que tienes por tus hermanos, es un compromiso espiritual. Así que mi propósito no es vengarme por la forma que terminamos, y tampoco es interrumpir su matrimonio o convencerla de que se case conmigo. Mi propósito es asegurarme de que ella es feliz. Quiero verla antes de que se case para saber que es feliz con la vida que escogió, con el hombre que se va a casar, con el lugar donde vive y donde se desarrolla como la mujer increíble que es. Y no permitiré que lo arruines.
Blake se sintió ofendido. Y también sintió rabia, frustración y ganas de golpearlo en el rostro. ¿Quién se creía que era? Desde que se unió al grupo de Facebook siempre sintió que él era de quien debía cuidarse, era astuto y tenía un ego muy grande.
Nolan no tenía idea de lo que él sentía por Eleanor, no sabía que su amor por ella era genuino. Y le molestaba que lo subestimara sólo por cómo él creía que era, lo estaba encasillando en conceptos donde algunos no eran ciertos, porque sí, debía admitir que era un hombre malcriado por sus padres multimillonarios. Sin embargo, Eleanor no era un capricho.
—Vengo a decirle que la amo —le dijo Blake con dureza en sus palabras—. Qué es la mujer de mi vida. No vengo a obligarla a dejar a su pareja por mí, pero si se siente de la misma forma, entonces no dejaré de luchar por ella.
—No permitiré que arruines su día.
—¿Tú me vienes a decir eso a mí? ¿El que quemó la invitación de su boda por despecho? Venías con la misma idea de luchar por ella, no seas cínico.
—Mira —le dijo Nolan entrecerrando sus ojos—. Yo podré ser impulsivo, lo admito. ¿Qué crees? ¿Qué fui el rey del baile de graduación porque el elegido comenzó a vomitar en la pista de baile de la nada? Yo puse un laxante en su bebida. Obtuve esa corona porque yo la quería, porque me hice cargo de la situación, porque podía detenerlo.
—¿Y cuál es la enseñanza de esa estupidez de niño caprichoso?
—Hay cosas que uno no puede manejar, Blake. Quemé la invitación, pero eso no impidió que el matrimonio se llevara a cabo, ¿y sabes por qué? Porque esto es algo que ni un mísero berrinche puede detener. Si quieres ir a llorarle a Eleanor, ve, pero no pienses que ella te dejará por su prometido.
Blake vio como Nolan lanzaba su servilleta sobre la mesa y tomaba su chaqueta que descansaba sobre la silla.
—Ya pagué —le dijo, terminando de dominar la situación al retirarse y dejarlo ahí.
Si antes Nolan no le caía bien, ahora lo detestaba.
—No te quejes, eres un niño rico —murmuró Eleanor riendo. Blake sonrió mientras negaba con la cabeza. Ella siempre se lo decía porque sabía que le molestaba.
A Blake no le gustaba ser categorizado por el dinero que su familia tenía, pero era difícil a veces el hecho de que su paladar era diferente al de Eleanor. Ella no venía de una familia pobre, pero tampoco venía de una familia rica. Estaba acostumbrada a ir a lugares de baja categoría a comer papas fritas freídas en aceite de días o comer pollo apanado en una mezcla de ingredientes desconocidos. Blake no.
Desde que tenía uso de razón, comía en lugares donde los platos más baratos valían tres cifras. Estaba acostumbrado a la buena cocina, a comer en restaurantes incluso con estrellas Michelin. Pero a Eleanor le encantaban los lugares ordinarios, donde con tres dólares te servían una porción lo suficientemente grande para que dos personas comieran y quedaran satisfechas.
Por ella, Blake se aguantaba las ganas de vomitar cada vez que mordía una papa y sentía el aceite añejo esparcirse por su boca.
—Es que no está cocinado como se debe —se excusó Blake.
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Editado: 19.08.2021