Ryoshi estaba trepado en un gran árbol. Era el árbol más grande que había visto en su vida. Por un momento el vértigo lo abrumó pero al momento siguiente recordó lo que estaba haciendo y la sensación se fue. Cerró los ojos, inspiró hondo y se concentró. Su chacra salió de cada poro de su cuerpo y se extendió por sus alrededores. A 20 metros a su derecha, pudo sentir el chacra de Koko. En su mente era de un azul tan obscuro como el cielo nocturno. A la misma distancia pero al frente de si mismo, sintió el de Hotaka. El chacra de Shimura era de un violeta brillante. Aunque en realidad no podía verlos. Simplemente era la representación que su mente le daba a la información que recolectaba.
Reflexionaba eso cuando el objetivo que estaban siguiendo hizo reaccionar a su jutzu. Una esfera de un chacra azul claro se movía por el suelo a una velocidad increíble. El objetivo acababa de entrar en su área de detección. Pero aún no podían actuar. Tenían que esperar el momento justo. Fue apenas un instante pero a Ryoshi le pareció toda una eternidad. Cuando el objetivo llegó al centro del área, gritó con tal potencia que todo el país del fuego lo escuchó. Al menos eso le pareció a él. La presa se detuvo en donde estaba, confundida.
Hotaka saltó del árbol en el que estaba, con las manos extendidas al frente como garras. Koko salió de su escondite y corrió a cuatro patas directo a la esfera azul. Él mismo saltó del gran árbol y al caer corrió igual que Koko. Los tres se abalanzaron sobre su presa y aunque parecía que la habían tomado por sorpresa, en el último segundo esta reaccionó. Saltó para esquivar las Garras de Hotaka y se le estrelló en la cara. Luego rebotó, arañó la cara de koko para saltar otra vez y se alejó de sus zarpas. Ryoshi no estuvo ni cerca de agarrarla, en cambio la vio ir directo a su cara y cerró los ojos. Enseguida sintió el aleteo y un montón de plumas se le metieron en la nariz y en la boca. El pollo que intentaban atrapar saltó por encima de los tres y aleteó para alejarse en una burda imitación de volar. Los tres genin estaban apelotonados en donde antes había estado su cena.
—Mierda. —Maldijo Ryoshi. Estaba harto del pescado y ya esperaba los reclamos de Hotaka por el intento fallido. Se levantó, se sacudió como lo habría hecho un perro tras un chapuzón y miró a sus compañeros. Koko se sobaba la cabeza, sentada con las piernas separadas. No supo de dónde salió pero en la mano libre llevaba una botella de sake. Miró a Hotaka y se sorprendió aún más al verlo en cuclillas, con las manos en la espalda y moviendo la cabeza de manera extraña.
—¡Ya! —Grasnó Hotaka.
—Ya. —Confirmó Koko perezosamente.
—¡Ya! —Volvió a graznar Hotaka.
—Ya. —De nuevo Koko.
Ryoshi movía su cabeza de uno a otro. Cada vez era más desesperante ver a sus amigos actuando tan raro. Harto de la situación, giró 180 grados y corrió alejándose de todo. Corrió con toda su fuerza, hasta que las piernas no le permitieron seguir. Se inclinó en medio de los árboles y se apoyó con las manos en las rodillas, jadeando. Miraba el suelo lleno de raíces que brotaban de la tierra, hasta que escuchó algo que le llamó la atención. Levantó la mirada y la vio, volaba directo hacia el. Lo último que pensó fue que las gallinas no vuelan, antes de que se estrellara contra su cara.
—¡Ryoshi! ¡Ryoshi! —Cacareaba mientras le aleteaba en la cara...
Despertó...
—Despierta. Ryoshi. —Era Koko, que le daba palmadas para que abriera los ojos.
—Ya desperté. Ya desperté. —Avisó Ryoshi moviendo la cabeza para escapar de las manos de Koko pero ella no se lo permitía.
—Dije que debías descansar bien pero no es para que abuses. Levántate.
—¿Qué... Qué hora es? —Preguntó Ryoshi con los ojos entre cerrados por el sueño.
—Las seis. Más o menos. —Respondió Koko
—Es hora Senju. Cuánto antes empecemos, antes terminaremos.
—¿Empezar qué? —Preguntó Ryoshi aún adormilado. Hotaka sospechó que no estaba tan perdido como aparentaba. Con un tic en el ojo respondió.
—Empezar a seguir... tu... plan. ¿Contento?
Ryoshi sonrió ampliamente, se levantó, más despierto que nunca, se sacudió un poco y dijo:
—Vamos por ése pergamino...
Hotaka localizó la torre elevándose por encima de los árboles, sin saber que se exponía a miradas indeseadas. Antes de partir Ryoshi formó un sello con sus manos y activó su habilidad. Podía hacerlo sin sellos pero tenía que conservar la mayor cantidad de chacra posible.
Como en el sueño, sus poros soltaron partículas de chacra que se extendieron doscientos metros a su alrededor. Con los ojos cerrados vio el chacra de Hotaka y el de Koko frente a él. A diferencia del sueño cada pocos metros sintió las presencias de un montón de criaturas que poblaban el bosque. Eran como pequeñas acumulaciones de chacra entorno a un núcleo más denso. La mayoría no podían confundirse con humanos por la cantidad de chacra, pero había algunas que incluso tenían matices como cualquier ninja humano. Vio un chacra negro con vetas rojas. También uno blanco con destellos dorados, y varios azules cada uno con una combinación diferente. Ignoró todos, pues ninguno se juntaba en grupos de tres.
Abrió los ojos y las imágenes se superpusieron entré si. Estaba acostumbrado a eso, pero a veces la vista no dejaba sentir bien o al revés. Miró a sus compañeros y en cuanto tuvo sus siluetas a la vista, sus chacras tomaron forma. No sabía por que pasaba eso, pero creía que era su cerebro intentando dar sentido a la información. Asintió en respuesta a la mirada inquisitiva de Hotaka. Éste asintió a su vez y se dio la vuelta para guiar al equipo. Ryoshi lo siguió y Koko salió en último lugar...