Los chicos sin hogar

(3) Una visita en busca de compañía

Pecas...

Oscar.

Miré a mi mejor amigo sobre la acera cerca de la parada de autobuses.

—Ossi —me llamó, saludando desde su lugar.

—¿Vas a decirme quien es uno de los chicos que le jodieron tanto la vida a Roselin? —pregunte más ansiosamente de lo planeado por culpa de la intriga que estaba matándome.

—Dame a Didi.

Le pase la bebé con sumo cuidado. Diego la miró con los ojos entornados y le hizo una mueca para que riera, los resultados de su cara fueron la tierna risa de Didi.

—¿Y bien? —insistí.

Él tomó una gran bocanada de aire, sumándole dramatismo al asunto, y lo soltó sin más rodeos.

—Jace Monty.

Su primo.

Pestañee varias veces.

Ella cayó al agua, no podía nadar. Le hicieron tantas burlas y su primo fue parte de eso, tal vez hasta lo disfrutaba. Eran solo unos niños, pero, ¿Cómo podían llegar a ser tan crueles con una niña como Resse?

—Tal vez estas equivocado.

—Pregunte a varias personas, eran dos niños los que la llevaron al lago, uno de ellos se fue de Vreinsfield y el otro seguía viviendo aquí, no fue difícil saber, hay una noticia sobre eso en internet.

—Pobre Resse —dije por lo bajo, lo cual llamó la atención de Diego.

—Pareces muy empático con esa chica, ¿Hay algo que no sepa sobre ella que tu sí?

Lo pensé por varios segundos, pero en realidad solo había mortificación por la pobre vida de la chica, no más, así que la respuesta a la pregunta de Diego era un simple.

—No.

Diego era un chico muy energético y extraño, cambiaba de tema de un segundo a otro, por lo cual no me sorprendió que no quisiera seguir con el la conversación y hablara de otra cosa tan de pronto.

—Vamos al supermercado antes de que sea más tarde —dio por finalizado en tema.

Iba a comenzar a caminar hasta la parada, pero Diego alzó la mano con las llaves de su hermano mayor entre sus dedos.

—¿Queso y que más dijiste? —preguntó echando las cajitas del queso al carrito.

—Pañales, talco y una caja de gelatinas —respondí leyendo la lista de compras.

Últimamente, desde que Cole había comenzado a trabajar y Sol había entrado tiempo doble en la cafetería en la que trabajaba, Diego y yo nos habíamos convertido en los padres de la hija de Soledad Blythe, la pequeña Didi.

No me molestaba cuidar a la sobrina de Cole, era un encanto y ya me había acostumbrado, pero a veces, cuando Diego me acompañaba a hacer las compras, nos confundían con una pareja.

—Dieciséis años y con hijos, por dios —negó para sí misma la cajera.

—No es nuestra —aclaró Diego.

—¿Entonces porque parecen una pareja de casados?

—Somos amigos —me ruborice hasta las orejas.

Diego siguió debatiendo, mientras que mi atención pasó de las cosas que embolsaban en la caja, a unas papas fritas que me gritaban por ser compradas, y luego, la pequeña estantería de comics de Marvel que dejaban a la vista para que cuando en los pasillos los padres les digan a sus hijos que "no tenían tiempo para ver juguetes" los niño puedan ver los comics mientras esperan a la caja, y así quitarles las excusas a los padres para comprar ciertos productos que estaban a la mano cerca de los niños.

Y, aunque yo no era un niño, ahí estaba, de cuclillas mirando las increíbles portadas sin poder creerlo, eran maravillosas. ¿Es muy cliché que mi superhéroe favorito sea Spiderman?

La bolsa de una señora golpeó mi cabeza con fuerza. Alcé la mirada, ceñudo.

—Disculpa, pequeño —dijo la mujer sin tomarse mucho tiempo para verme, estaba hablando con alguien por teléfono, por lo que su atención estaba sobre el aparato.

Entrecerré los ojos, captando la voz de aquella mujer.

La madre de Roselin.

—Solo estoy comprando unas cosas, ya voy a salir —dijo a quién sea que estuviera del otro lado del teléfono.

Agudicé mi oído lo más que pude.

—Solo puedo los fines de semana, te recuerdo que tengo dos hijos que cuidar, mamá —se cruzó de brazos mientras la cajera pasaba sus cosas por la maquinita que hacía "pip".

Busque a Diego con la mirada, estaba pagando en la otra caja, le era difícil, tenía a Didi en una mano, la bolsa en la otra, y con esa misma trataba de sacar el dinero.

—Solo puedo visitarte por un rato, no puedo descuidar mucho a Ross —agregó la mujer.

¿Pues cuál era el nombre de Roselin? ¿Ross? ¿Resse? ¿Grace?

—Claro, ya estoy por salir, te llevo las cremas que me pediste, te veo ahí mamá.

La mujer se marchó, y apenas salió de mi vista, me apresure a correr detrás de Diego para exponer el arriesgado plan que tenía en mente.

—¿Qué quieres que?

—Su mamá estará en casa de su abuela, y tal vez sea más fácil hablar con ella sin su loca madre —expuse—, tienes que ayudarme, serán solo unos minutos.

—¿Y si terminamos en prisión por invadir propiedad? —inquiere abriendo el coche. —¿Si sabes que es delito no?

—No si Resse nos deja pasar —incité.

—¿Nos? ¿Cómo que nos? Iras solo, nosotros solo seremos el auto de escape —apartó de mi a Didi como madre sobreprotectora.

Y así, con una bebé de dos años, un auto medio viejo, pocas posibilidades de salir sin una orden de restricción y nuestras para nada buenas habilidades de espionaje, manejamos hasta la casa de Roselin Grace, solo para tratar de hacer nuestra buena acción del día.

Dos toques a la puerta, y nadie abrió.

La casa tenía todas las luces apagadas, no se escuchaba un solo ruido desde dentro, pero yo aún tenía la esperanza de que esa chica nos abriría. Solo eran las siete de la noche, no podía dormirse tan temprano. ¿O sí?

Perdí las esperanzas cuando toqué por decima vez.

¿En qué estaba pensando? ¿Qué se supone que iba a encontrar ahí?

Solo era una chica a la que habían atormentado en su infancia, ¿Qué se supone que haría yo? ¿Enseñarle sobre la vida? Yo que voy a saber sobre la vida si no se ni que quiero estudiar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.