Los chicos sin hogar

(12) Primera parada

El creador del plan...

Oscar.

Resse bajó del autobús del último escalón de un salto, pero al tocar el suelo hizo una mueca, demostrando así el dolor que le había causado aquello en su pierna. Me miró como pidiendo disculpa por haberse hecho daño a sí misma sin querer.

Alcé una ceja, pero ignoré el gesto.

Se colgó la mochila en los hombros y comenzó a caminar detrás de todas las personas que iban con nosotros en aquel transporte.

Solté un bostezo, eran pasado de la siete de la mañana, y no había dormido más de una hora en todo el trayecto de tres horas, así que me encontraba muy cansado, tanto que podría dormir en una de las bancas de aquella estación.

—También tengo sueño —comentó Resse caminando a mi lado.

Al salir de la estación, Resse sacó su libretita y leyó la segunda fase del plan de Andrew.

—Ahora tenemos que ir a la casa de este amigo de Andrew, Rubén —responde emprendiendo su camino.

—¿Es cerca de aquí?

—Si, eso parece.

Tocó la puerta con su puño cinco veces.

—¿Segura que es aquí?

—Si, 56% segura —contestó.

—Eso no parece mucho —mascullé por lo bajo.

La puerta fue abierta por un chico en pijama, sus ojeras eran prominentes, parecía muy desvelado.

—¿Es que puedo ayudarles? —murmuró con la voz afónica.

Era el aspecto de alguien con resaca, y una muy fuerte. Se la veía seguido al hermano mayor de Diego, y a Diego.

—Soy Resse Grace, la prima de Drew Caspiel Grace —le extendió su mano.

El chico pasó la palma de su mano en la tela de su pantalón y aceptó el saludo de Resse mientras se rascaba la cabeza con su otra mano, como si tratara de recordar de quien le hablábamos.

—¡Oh! Si recuerdo quien es —exclamó con un pequeño tono de nostalgia.

—Dijo que nos acogerías en tu casa por una noche —agregó Resse, muy segura.

Eso era, probablemente, mentira, porque Resse ni siquiera había podido hablar con Andrew.

—¿Enserio? El no mencionó nada.

—Vamos directo a su casa, pero antes tenemos que descansar —agregó mientras pasaba por un lado de él, metiéndose a la casa sin permiso.

El chico se hizo a un lado para dejarme pasar. Al parecer la actitud tan confiada de Resse hacía que hasta el chico se planteara si era verdad o no sobre si Andrew realmente no les había mencionado nada.

Me encogí de hombros y me adentré en la decente casa por fuera, desastre por dentro.

—Qué raro, Andrew ni siquiera me ha llamado hace semanas —se sentó en uno de los bancos de la barra.

Todo el suelo de su cocina era un basurero de vasos de plástico desechables, botellas de refresco y vino, confeti, bolsas, y muchos más triques por ese estilo.

—Como sea —se incorporó caminando hacia la cafetera—, pueden instalarse arriba, hay algunas habitaciones disponibles.

Pateé una caja de pizza cerca de las escaleras.

—¿Enserio nos dejaras subir, así como así? —pregunté —, ¿no vas a llamar a Andrew para preguntar o pedirnos nuestras credenciales?

Resse me dio una mirada de advertencia, un afilado: "cállate".

—Na —negó Rubén—, ella se parece a Andrew, no hay duda de que comparten genes.

Sirvió el agua caliente en una tasita que decía "badboy" y abrió un sobrecito de Nescafé.

—Ojos azules, cabello negro, misma mirada de cansancio —la analizó—, sip, no hay duda de que eres una Grace.

—¿Enserio? —sonrió ella ladeando la cabeza con curiosidad.

—¡Por supuesto! —vertió el contenido del sobrecito en la taza—, además, escapaste de tu ciudad y buscas refugio, no hay mejor prueba que esa para saber que eres familia de Drew.

—Está en el ADN —asintió Resse completamente honrada con aquello.

Touché.

El chico le giño un ojo y meneó con una cuchara el agua.

—Escojan la recamara que quieran —finalizó.

Sin más que decir, Rubén salió de la cocina con su tasita de café en su mano y subió las escaleras como si nada.

—Vamos arriba, estoy muriendo de sueño —dijo Resse tomando su mochila para ir por la misma dirección que Rubén.

Mire por última vez todo lo que había en la cocina, asegurándome de que nadie me viera, tome un paquete de sabritas y una Coca—cola que se encontraban arrumbadas por ahí.

Luego, cuando salí en busca de Resse, me encontré con un chico dormido sobre el sillón de la sala. No llevaba camiseta, pero en sus pezones tenía unos dibujos de unos lentes y abajo una raya como si fuera la sonrisa de una cara.

Subí las escaleras mientras abría las Sabritas. Cuando llegué al segundo piso, me encontré con un largo pasillo con al menos diez habitaciones.
La casa desde afuera parecía pequeña, pero supongo que fue porque no creí que el edificio de tres pisos a su lado era también parte de la misma construcción.

Era como un hostal, pero gratis, y con fiestas.

Abrí una de las primeras puertas junto a las escaleras. Descarte aquella habitación, había una chica dormida con el vestido vomitado.

La siguiente puerta estaba con llave, y en la tercera, a través de las puertas, se escuchaban sonidos indecentes seguidos del catre de la pobre cama sonar.

Por si las dudas, ni toque la manija.

Las habitaciones del lado apuesto al pasillo estaban igual de ocupadas. Mi salvación llegó cuando Resse abrió una de las puertas y alzó la mano desde el otro lado del pasillo, indicándome que fuera con ella.

—Es asqueroso, lo sé —fue lo primero que dijo.

—Pudo ser peor —musité metiéndome en la habitación.

Tenía una cama individual perfectamente tendida, un sillón viejo junto a la ventana, unas plantitas sobre una cajonera y dos mesitas de noche, una a cada lado de la cama.

Me dejé caer en el sillón mientras me sacaba los zapatos.

—Dormiré aquí —le hice saber a Resse dándome la vuelta sobre mi cuerpo.




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