Los chicos sin hogar

(19) Beso incomodo

Cine...

Oscar.

(14 Enero)

Mientras desayunábamos en el incomodo comedor de la casa de Oto, Resse no dejaba de quejarse en voz baja de que quería salir, sus argumentos iban desde: "ya pasé años encerrada en mi casa, no puedo aguantar estar encerrada en otra" o "Una nueva cárcel, solo que aquí hay más personas, desconocidas, pero personas".

Aunque, no entendía de que se quejaba, si se llevaba de maravilla con todas las personas en esta casa.

Tal vez, era porque llevábamos aquí ocho días, y yo no lo sentía tan pesado porque había tomado trabajo provisional en el bar de Oto que quedaba cerca del centro comercial.

Me reacomodé en mi silla mientras machacaba la carne de mi plato.

Dije, incomodo comedor, porque en toda la habitación se encontraban todos los demás huéspedes comiendo, algunos en la barra, otros en la mesa, y algunos más solo cocinaban para que cuando los que estábamos en la mesa nos levantáramos, ellos se sentaran a comer lo que habían preparado.

¿Les conté que Resse está cultivando un huerto en el jardín con la ayuda de otra chica de su edad y otro chico?

—Entonces —comentó un chico junto a Oto, Hiram, creo que era su nombre. Estaban sentados frente a nosotros mientras hablaban, pero de pronto decidieron meternos en la conversación—, ¿Primos del mismísimo Andrew Caspiel Grace?

Resse se atraganto con el agua.

Palmeé su espalda, ella se incorporó apuntó de protestar, pero yo tomé una servilleta y le tapé la boca para secarle los labios, aunque en realidad quería callarla, solo estaba fingiendo que la ayudaba.

—Si, somos primos —respondí forzando una sonrisa.

Resse alejó mi mano de un manotazo, me miró resentida mientras volvía a concentrarse en su plato.

—¿Y porque eres pelirrojo? —preguntó una chica en la mesa, Marian, sin mal no recordaba su nombre, la que ayudaba a Resse con las plantas, estaba sentada a un lado de mí.

—Es teñido —respondí llevando el tenedor a mi boca.

—Parece muy real —llevó su mano a mi cabeza y revolvió mi cabello, juguetona—, o tal vez solo está muy bien cuidado, ¿Qué shampoo usas?

—No recuerdo el nombre.

Ella tenía las puntas de su cabello tintadas de azul, parecía de mi idead y la de Resse, según había escuchado, era la hermana menor del mejor amigo de Oto, Julián.

—Debe de ser del mismo que usas tu —añadí.

—No lo creo, solo me pinte las puntas, pero no se ve tan sedoso como el tuyo —respondió.

—Lastima, pero no recuerdo el nombre —repetí.

—Si, lastima —respondió asintiendo—, aunque —agregó—, podría ir después a tu habitación, podrías enseñarme la botella.

Recordé qué en realidad, usaba el mismo shampoo que Resse, así que sería mejor que la conversación la llevara ella.

—Mi hermana —me pegué al respaldo de la silla para que pudiera ver a Resse— es la dueña del shampoo, ella te lo enseñara, ¿Verdad, Resse?

—Es del que compra todo el mundo, tiene olor a lavanda —dijo ella.

—Ah —apoyó los codos en la mesa—, sí, creo que ya se dé cual hablas.

—Genial —sonrió Resse dándose la vuelta para volver a su comida.

Me levanté con mi plato vacío, me dirigía hacia el fregadero para lavarlo, pero antes de llegar a la fila, Marian se paró a mi lado.

—He escuchado mucho sobre Vreinfield, ¿Es tan bonito como todos dicen?

Apreté mis manos sobre el plato.

—Algo.

—¿No te gusta?

Miré hacia otro lado, incomodo.

—No es que no me guste —respondí—, es solo que, a veces es algo tedioso, y cuando lo conoces bien hasta parece diminuto.

—A mí me parece bonito, por las fotos.

—Es tan pequeña la ciudad, que no paras de encontrarte con las mismas personas una y otra vez —conté—, además —dimos un paso, la fila se movía—, Tyndale es mejor.

—Ya lo creo —reconoció ella—, yo soy de Crelsdil, pero me mudé aquí con mi hermano hace unos meses, al inicio —dio otro paso, pero la fila no se movía— me parecía aburrido, pero ahora que lo conozco bien he logrado encontrar lugares muy asombrosos.

—¿A si?

—Si —exclamó emocionada—, hay un parque de atracciones asombroso, una cafetería no muy lejos de aquí, una pista de patinaje, incluso...

La idea de ir con Resse me pareció bien, después de todo ya estaba harta de estar encerrada, sacarla a pasear podría ser interesante, además, parece siempre tan emocionada conociendo nuevas cosas que el parque le gustaría.

Aunque, pensándolo bien, no era un perro para sacarla a pasear.

Y no podíamos salir mucho, seguro en el parque había policías.

—Los cines son enormes —siguió ella.

El cine sonaba una mejor opción, estaríamos a oscuras y no recordaba que encontráramos policías con frecuencia en los cines, al menos no en horario de trabajo. Pero tal vez a Resse no le gustaban las películas, ella era más de libros y esas cosas.

—Hay muchos restaurantes con muy buena comida —agregó.

La detuve antes de que pudiera siquiera terminar de decir lo siguiente.

—¿Comida? ¿Qué tan buena?

—Asombrosa, ¿Te gustan las parrilladas? —preguntó. Asentí al instante—. Hay uno no muy lejos del parque de atracciones, ponen una mini parrilla en la mesa para que la comida no se enfrié, además dan queso derretido delicioso, y las tortillas de harina son una pasada, están enormes, te encantaran.

Me relamí los labios, sintiendo el sabor de la comida sin siquiera haberla probado aún.

—Podríamos ir alguna vez —articuló en voz baja, como si de pronto se sintiera intimidada.

—Si, me encantaría —respondí fascinado con la idea.

Es que, comida.

—¿En serio?

—Si, me has convencido con lo del queso derretido —bromeé.

—Bien, iré por mí abrigo —dio un brinco dejando el plato sobre el mío.

Me di la vuelta con ambos platos sobre mis manos.




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