Los chicos sin hogar

(20) Relojes costosos

Siete minutos...

Resse.

Estaba anocheciendo cuando desperté.

Traté de levantarme por mi cuenta, pero no tuve la suficiente fuerza como para mantenerme sobre mis manos en el proceso.

Mis brazos temblaron cuando los apoyé sobre la cama para levantarme, flaqueé y caí de nuevo a la cama.

Solté un suspiro, frustrada.

Desde hacía mucho tiempo que yo no lograba hacer muchas cosas por mi cuenta, subir escaleras, levantarme, correr, o cosas tan simples como abrir un frasco de aceitunas.

Mientras miraba el techo de la habitación, decidí esperar a conseguir un poco más de fuerzas antes de querer levantarme como si nada, después de todo no era la persona más fuerte del mundo, solo que a veces fingía serlo.

Me preguntaba que estaba haciendo Ossi en estos momentos, tal vez comiendo palomitas, o cenando con esa chica.

Si quería ir al parque de diversiones, pero mamá nunca me había dejado pisar uno, y pensándolo bien, tenía mucha razón.

De todas formas, tampoco quería mirar las advertencias en cada juego, "No apta para personas sometidas a cirugía reciente, que padezcan lesiones de espalda o cuello, ni para embarazadas ni para quienes sufran afecciones cardiacas".

No quería estar dándole excusas a Ossi cada cinco minutos de porque no podía subir a tantos juegos, era mejor que él se divirtiera con esa chica, ella parecía interesada en él, demasiado, de hecho.

Marian me lo dijo cientos de veces mientras me ayudaba en el jardín. Gustaba de Ossi.

Tampoco quería saber si a Oscar le gustaba, aunque era irónico, yo había sido quien le había dicho que saliera con alguien, yo fui quien lo incitó a ir con ella a solas, y por más que me disgustara aquello, no tenía derecho a enojarme con Ossi por ello.

De todas formas, ¿Por qué estaba enfadada?

Ossi me había invitado, quiso quedarse y demostró de forma mínima, pero lo hizo, que le preocupaba mi estado de salud, y yo solo lo había ahuyentado.

Después de todo este tiempo, Ossi había demostrado un poco de interés por mí y yo lo acababa de correr de la habitación.

Y era que, no podía permitirle tener algún tipo de aprecio, yo era como llevar un pequeño cubo de hielo al desierto, estaba derritiéndome poco a poco, y no importa cuanta sombra quieras darle, iba a terminar desapareciendo.

Yo iba a terminar desapareciendo, era algo inevitable y pensaba ahorrarle ese dolor a Ossi.

No quería ver a las personas sufrir por esto.

Ya suficiente tenía yo.

Ya tendrían suficiente Nolan y Elliot.

Ya tendrían suficiente mis padres.

Me sentía sofocada aquí dentro, necesitaba tomar algo de aire, la mayoría ya estaban dormidos, así que nadie se percataría si salía un rato para tomar aire, de todas formas, tenía intenciones de volver más tarde.

Así que tomé mi abrigo y mi calzado, mientras me dirigía hacia las escaleras, escuché a alguien llamarme desde el interior del pasillo.

—¿A dónde vas, pequeña Resse Grace? —me pregunta Oto, parándose a mi lado.

—Iré a dar una vuelta, regresaré más tarde —respondí bajando el primer escalón.

—¿Sin Ossi? —inquirió.

—El está con esa chica, creo que no le molestara si salgo también —respondí aferrándome a barandal de las escaleras.

Bajé otro escalón más, solo que la dificultad me impedía hacerlo rápido o normal.

Cuando apoyaba todo mi peso en mi pierna derecha, esta no era lo suficientemente estable como para resistirme, así que terminaba cayendo por mi propio peso cuando lo hacía, en cambio, si apoyaba en la derecha todo era más fácil, pero cuando era en escalones, subir o bajar, cualquiera de las dos necesitaba doblar mis rodillas para seguir adelante, y ese era el problema, sentía que mis huesos chocaban entre sí, creando contracciones molestas al doblar repetidamente mis rodillas.

—¿Te encuentras bien? —me preguntó Oto, metiéndose en mi camino.

Quedaban varios escalones.

Odiaba tanto las escaleras.

—Si, lo estoy —mentí alzando la mirada, a pesar de que Oto estaba un escalón debajo de mí, seguía siendo más alto.

—Te lastimaste el pie ¿No es así? —supone—, he visto que no apoyas mucho la pierna derecha —señaló—, déjame ayudarte.

—No lo creo, estoy bien, y puedo hacerlo por mi cuenta —volví a negar. —ve a dormir, Oto, yo puedo con esto.

—¿Segura?

—Segura —confirmé, bajando un escalón más con algo de confianza.

Oto se marchó enseguida, seguro tenía cosas por hacer y yo estaba quitándole el tiempo.

Típico de Resse.

Me sostuve de la barra de metal junto a las escaleras y comencé a bajar, deslizando mi mano por ella a cada paso que daba.

Al llegar abajo, me senté unos segundos en uno de los escalones, cansada.

Luego de recuperar el aire, caminé hasta la puerta, la abrí con sumo cuidado para no llamar la atención de nadie, y una vez afuera, noté lo solitaria que era toda esta calle, y lo oscura que se veía, los faroles estaban fundidos, a excepción por unos cuantos que solo parpadeaban.

Al llegar a esa inclinada calle, tuve que tomar aire para no sentir que me moría ahí mismo, iba solo a la mitad y sentía que iba a desplomarme sobre el suelo en cualquier momento, caería por toda la bajada y rodaría hasta llegar al suelo plano.

Pero, sin duda era más dificultosa la subida que la bajada, así que no fue tan escandalosa mi reacción final a como me encontraba físicamente después de tanto esfuerzo.

—Ya mejor que alguien me lance un Avada Kedavra y termine con este sufrimiento —mascullé por lo bajo para mí misma mientras me encaminaba hacia adelante.

Seguí mi camino hasta el centro comercial que se encontraba cercano a la casa de Oto, se veía grande y con escaleras eléctricas, una maravilla para personas como yo.

La primera vez que había subido a una de esas, era cuando tenía diez, en uno de los hospitales a los que mamá me había llevado fuera de Vreinsfield, ahí había muchas cosas diferentes a lo que usualmente veía en los hospitales normales, sin embargo, no me gustaba ninguno.




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