Los chicos sin hogar

(21) Caninos con nombre de comida

Un cachorro para Resse...

Oscar.

(15 Enero)

Desperté con un horrible dolor en el cuello.

Había dormido sin almohada, y es su lugar, tenía mi cabeza mal acomodada sobre el posa-brazos del sillón.

Estiré mi cuello, logrando que crujiera por los movimientos circulares que había hecho al despertar.

Resse ya no se encontraba en la cama, así que supuse que había bajado a comer.

Ayer se encontraba mal emocionalmente, y entendía un poco a Resse, había vivido gran parte de su vida encerrada en casa, y de un momento a otro había huido, era entendible su repentina explosión de emociones mezclándose una con otra en su pecho. ¿Pero qué culpa tenía yo de sus enfados?

Toda la noche lo había pagado conmigo, estaba enfada, y de pronto, feliz, y luego triste.

Como sea.

Baje los escalones a zancadas.

—Qué onda, Ossi —me saludó Isaac, otro de los huéspedes.

—Buenos días —saludó.

Me encaminé hacia la cocina, cuando comencé a escuchar un alboroto proveniente del jardín trasero.

Me asomé por la ventana, encontrándome con Oto, Marian, Resse, y otras cuatro personas más en el jardín, hablaban sin moderación en el volumen, todos trataban de hablar más que el otro y hacían ademanes con las manos, como si quisieran replicarle algo a Oto.

Resse infló las mejillas rodó los ojos.

Luego, una chica de cabello castaño junto a Resse, le propinó un golpe en el hombro a Oto mientras le soltaba algo por lo bajo.

Salí al jardín sin abrigo.

—¿De qué me perdí? —pregunté sentándome junto a Oto.

Sentí mi nariz congelarse por el frio.

—La perrita de Meli acaba de tener cachorritos —se emocionó Resse.

Aunque, los perros no son lo mío. Aun así, asentí mientras pasaba una mano por mi nariz, sintiendo lo helada que estaba.

—Pero —intervino Melisa sin una sola expresión en la cara, ella daba miedo —, solo tuvo tres perritos y todos quieren uno—acarició una cachorrita parecida a una rata en sus manos, estaba escondida entre su suéter, no parecía tener más de unas cuantas semanas.

Resse jaloneó mi camiseta, llamando mi atención.

—Mira esta lindura —abrió su abrigo, revelando a un perrito negro bien dormido entre sus piernas. —Se llamará...frijolito.

Di un respingo.

—Roger —corrigió Oto.

—Pongo, como el de 101 dálmatas —se metió Julián.

—No vas a llevarte un perro —le dije a Resse.

—Pero si Melisa ya me lo ha regalado —agregó pasando una mano por el pelaje negro del cachorro.

—Resse —la miré como si no tuviera remedió.

Luego, Oto soltó un gruñido a mi lado.

—Hicimos una apuesta, Resse gano limpiamente, pero si no pueden llevar al perro, con gusto lo aceptaría yo —dijo Julián.

—Yo creo que esta mejor conmigo, no te preocupes —se levantó Resse con el cachorro dentro de la bolsa de su abrigo, su cabeza salía como un pequeño canguro.

Y sin decir más, se metió con su rata negra a la cocina.

—¿De qué fue la apuesta? —pregunté.

—Piedra, papel o tijera —respondió Melisa con su tono serio que usaba siempre.

Reprimí una risa tonta, imaginé a Oto perdiendo dramáticamente contra Resse.

Me levanté para entrar de nuevo a la cocina, porque me estaba congelando ahí fuera, cuando sentí la mirada de Marian sobre mí, sus mejillas se habían tornado violentamente de color rojo cuando la pillé observándome, desvió la mirada hacia su hermano y comenzó a jugar con el cachorro que sostenía ella en sus manos, era parecido al que llevaba Resse, pero este tenía algunas manchas blancas sobre las orejas y patitas.

Ni siquiera recordaba el incomodo momento con Marian antes de entrar a la habitación y salir de nuevo hecho un lío porque Resse no estaba en la casa.

—¿Por qué Frijolito? —le pregunté, dándole una palmadita en la cabeza.

—Es tan pequeño y negro, parece un frijol —dijo ella—, lo habría llamado manchas si fuera como el de Marian, pero este me eligió a mí, comenzó a lamerme las manos cuando lo sostuve en mis manos por primera vez, fue...amor a primera vista.

Resse parecía emocionada con su nueva adquisición, creo que aún no se había dado cuenta de los problemas que nos podría causar el perro en el camino.

Hacer del baño, darle de comer, el frío, lugares a los que no podremos entrar, tal vez y no podríamos subir al autobús por llevar un perro con nosotros.

Pero no me atrevía a decirle a Resse que su perro no podía ir con nosotros, se veía muy feliz por él.

(16 Enero)

Desperté en medio de la noche para ir al baño, Resse estaba profundamente dormida, y su ratita estaba dormida en el hueco de su cuello, igual de tranquilo que ella.

Miré mi reflejó en el espejo, la herida en mi labio estaba casi bien cicatrizada, tal vez, si tenía suerte, no dejaría marca.

Pasé una mano por mi cabello, peinándolo. Abrí la puerta, encontrándome con Marian parada afuera de esta.

Paré en seco.

—Hola —saludó tensándose de golpe.

Había estado ignorándola todo el día, pasando de ella. Era incomodo.

—Adelante —me hice a un lado para que pudiera pasar.

Pero, no se movió.

—¿Qué tal el cachorrito? —preguntó, afable.

—Bien, duerme con Resse —respondí rápidamente.

Me di media vuelta, tratando de zafarme de la situación.

—Estaba pensando —siguió—, que el parque de atracciones abre entre semana —comentó—, podemos ir antes de que Resse y tú se vayan.

Eso sería dentro de seis días.

—Claro, le comentare a Resse —le dije chasqueando la lengua.

—Oh, podrías no decirle —sugirió—, podríamos ir solos de nuevo, como...una cita.

Tenía que admitir que no esperaba que fuera tan directa, pero por alguna razón, ella no me agradaba de esa forma, era más como amistosamente.




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