Capítulo 3.
Estaba en la bañera, mi cuerpo hundido en el agua caliente, y mi piel roja demostraban que quizá el dolor físico no importa más, lo que duele realmente son las acciones y las mentiras que dice la gente diariamente.
Las lágrimas conseguían caer continuamente y en mi pecho no había más un corazón, solo ese triste y vacío agujero.
Me faltaba respiración para poder sacar todo ese odio que sentía dentro de mí, planche mi cabello, me maquillé y vestí algo lindo solo por él y él solo se dedicó a romper todo el mundo que habíamos construido por una estúpida aventura sexual.
Cubrí mi rostro en desesperación, realmente sentía que me moría, cuando abrí mis ojos, ese oro brilloso que adornaba mi dedo de en medio, me recordaba su traición.
Junto a mí, había un frasco cristalino con pastillas dentro de él. Lo tomé y abrí el frasco tomando un puñado y cerrando los ojos, ahora solo podía escuchar el sonido de mi corazón acelerado y volví a abrir mis ojos.
—No lo vales Milton, no mereces que tome estas pastillas, eso sería darte una salida fácil de mí, y no lo conseguirás tan fácil. —Me dije a mi misma y devolví las pastillas al frasco.
Salí de la bañera y me puse mi pijama para dormir.
Cuando terminé de lavarme los dientes, una silueta estaba en el balcón, parado en mi ventana, sabía que era él y simplemente trate de fingir que no estaba aquí.
—Joanne, ¿Qué hiciste? ¡Dime que no tomaste las pastillas! —Me encerró en sus brazos para después encerrarme en la pared, tomó mis manos y revisó mis brazos, encontrando mi piel intacta y sin cortadas.
—No, Milton, ahora por que no te largas. —Lo empuje lejos de mí y seguí caminando en mi habitación.
—P-Pensé que tratarías de dañarte. Y-Yo no puedo vivir sin ti. —Tomó mi mano y jaló mi cuerpo al suyo— Yo te amo Joanne, perdóname. —Tomó mi rostro y unió sus labios a los míos.
Sentí como sus labios se movían, sin responder a su beso lo empuje de nuevo.
—No lo mereces Milton, no mereces que trate de quitarme la vida, esa sería una manera muy fácil de que te libres de mi ¿Sabes? Mereces ver que me levante de esto yo sola y ser feliz con alguien que no serás tú, y entonces ahí realmente tú valoraras lo que has perdido, porque quizá no pude darte lo que querías, pero quien te lo dio nunca jamás podrá hacerte feliz, y yo... simplemente seré feliz con alguien más que no seas tú. Y sentirás el vació que yo sentí en mi corazón.
—No, Joanne, yo te amo, amor, vamos a casarnos y olvidar todo esto. Yo no puedo vivir sin ti, eres la que me da vida, no puedo dormir sabiendo que no eres mía... Yo...
— ¿Ya terminaste? —Dije sin remordimiento— Tus palabras me están aburriendo, Milton, Ve con ella y dile todo lo que me estás diciendo por que tus sucias y mentirosas palabras no tienen más efecto en mí.
—Joanne, por favor, querida...
—Cierra la ventana cuando te vayas. —Dije metiéndome en el baño y cerrando la puerta detrás de mí, me recargue en ella y tapé mi boca. Y poco a poco mis lágrimas aparecieron una vez más.
—Adiós mi amor—Se escuchó detrás de la puerta.
Y en un silencioso susurro dije: —"Adiós mi amor".
Me dolía pero no podría perdonar su traición.
Mediante pasa el tiempo, y las miradas crueles de todos me señalan, camino entre el mundo como si no me importará aunque por dentro eso me esté destrozando. Me enfoque en mis exámenes y materias, dándole tiempo al tiempo de poder cerrar mi herida.
Entregué a Milton todas nuestras cartas de amor y la argolla de promesa, sin decir una sola palabra y me sentí realmente libre y una persona nueva.
03 de junio de 1991.
Estoy en el gran parque, que caracterizaba mi ciudad. Era una de las cosas que hacía frecuentemente, visitar toda la tarde entera el parque, cuando mi madre comenzaba a gritar, y aventar cada objeto que se encontrará en el camino.
Recuerdo que toda mi vida ha sido basada en su mal humor, todas mis cicatrices visibles han sido provocadas por ella, y las invisibles, esas cicatrices que dañan el alma, que hacen que cambies tu forma de ser, de respirar y de pensar.
Solía ser muy difícil tener que aguantar su carácter. Ella suele hacer eso por cualquier cosa. Tantas veces le he insistido que consultemos con un psicólogo, pero ella se niega rotundamente.
Acabo de terminar mi preparatoria hace menos de un mes. Me gusta mucho leer historias de amor, ficción, y todo lo que caracteriza una buena lectura. Me gusta el té en las mañanas, y un buen café por las noches. Soy una persona muy humilde, siempre me ha gustado ayudar a los demás, siempre trato de dejar huella, en cada una de las personas que pasan por mi vida, trato de llenarlas de amor y cariño, cuando mi madre y mi padre trabajan, me hago cargo de mis dos pequeños hermanos menores, y del aseo de mi casa.
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Sentada en la suave y cómoda cama, con un libro en mis manos, mantengo mi cabeza enfocada en el libro, para omitir los gritos de mi madre, que con tanto empeño destruyen la casa poco a poco, no la culpo, ella tiene demasiada tensión en su vida diaria, que suele tener un carácter ligeramente Agotador.
Los gritos de mi madre como fondo, incrementaban, y mis hermanos lloraban rotundamente. No había nada que yo podía hacer. La última vez que me metí, a defender a mis hermanos salí con varios golpes en la espalda y brazos. Mis hermanos son todo para mí, no me he metido, porque en justa razón ellos tenían que ser regañados a causa del desastre que le han hecho a la vecina. Mientras que no hubiera golpes, podría dejarlo así.
Mi puerta se abre y mi atención se envuelve en ella.
— ¿Si? —pregunté.
—: ¿Puedo pasar? —Me preguntó mi padre, con una mirada cansada pero sosteniendo una sonrisa cálida.
—Por supuesto, Padre —Asentí y deje mi libro a un lado.