— ¿Sabes? Si tuviera a tu madre en frente de mí, la golpearía. ¿Se supone que a eso se le llama madre?
—No lo sé. Realmente no lo sé. ¿Se puede? Digo, se le puede llamar madre a quién solo te trato como desconocida, a quien no le importa nadie más que mi padre.
Un momento pasó y ninguna de nosotras habló. Hasta cuando decidí romper este doloroso silencio.
—Cuéntame tus miedos y la razón del ¿Por qué viajaras a Londres?
—La Razón son mis miedos. Estoy huyendo de mis miedos. Como tú, Joanne —Dijo.
—Dime lo. Desahógate. —Le dije.
—Huyo de mi padre, él ha abusado de mí tantas veces. Nunca tuve la suficiente valentía para dejarlo, hasta que el miedo de morir me persiguió. Una vez tirada en el suelo me prometí a mí misma que me iría y cambiaría todo.
— ¡Dios Mío! lo siento tanto. —Dije cubriendo mi boca y limpiando mis lágrimas derramadas durante esta noche.
—Ya no duele tanto, Joanne. No lo sientas, mejor disfruta de la vida mientras seamos libres. —Dice.
Sus palabras no podían dejar mi cabeza en paz, estábamos las dos recostadas en una cama, ella dormía y yo me hundía cada vez en mis pensamientos, desearía ser como ella, poder dormir en las noches sin estar pensando en mi vida entera.
Rodee sobre la cama para mirarla de frente, nunca en mi vida había tenido a una amiga, o algo que se le acercara, al menos no en los últimos años.
Nuestro vuelo a Londres estaba a punto de despegar, Danahí estaba a mi lado, no sé qué hace esta chica para conseguir todo lo que quiere, o bueno sí, si lo sé, consiguió un par de asientos juntos a causa de coquetearle al muchacho de ventas. Me pregunto si esta chica puede sorprenderme más de lo que ya ha hecho.
—Adiós Los Ángeles, Hola Londres. —Dice la chica de cabello castaño a mi lado.
Di un suspiro, estamos a unos instantes en dejar Latinoamérica. Realmente extrañaré México.
Nueva vida, soy toda tuya, hazme feliz. —Pensé.
Jackson Williams, 1992.
El dulce aroma de café mañanero, impregnaba mis fosas nasales, la cafetería estaba casi llena a las siete de la mañana, los ventanales estaban llenos de gotas por causa del ambiente caliente de esta misma.
Tomé la mano delgada de mi acompañante y le sonreí.
—Amo las mañanas junto a ti. — Dice.
—Yo amo verte sonreír. —Tomé su mano y la besé. Con mi otra mano tomé mi taza de café y bebí de esta.
—Muero por besarte, amor mío. —Desvía su mirada y muerde sus labios.
No pude evitar sonreír.
—Sabes que muero por hacerlo en este momento también. —Lo mire esperando que me entendiera.
—Lo sé. —Dice sin más y bebe de su taza.
Teníamos una plática tan normal esta mañana, me gustaba estar de esta manera, sentados, charlando y bebiendo café.
Vi acercarse a la chica que tomo nuestros pedidos, y solté a mi acompañante de la mano, mirar esos ojos tristes me hacían sentir me el más desdichado del mundo.
La chica llego a nuestra mesa y relleno nuestros cafés.
—Una disculpa, ¿Desea ordenar algo más?
Mi acompañante la ignoro, quise imaginar que estaba adquiriendo celos.
—Sí, quiero un par de donas de chocolate, y la cuenta.
—Claro que sí, enseguida. —Dice la chica amable y se retira.
Una vez que salimos de la cafetería camine a lado de mi acompañante y lo mire con cuidado.
—Sigues molesto. —Afirmé, lo conocía tan bien que sabía que él estaba así.
—No.
—Vamos, Alex. Estamos en el siglo veinte, sabes que ellos nunca lo aceptarán.
—Al demonio con ellos, Jackson. —Dice molesto, entre dientes, la mirada molesta en su rostro hacia que me sintiera culpable.
Suspiré.
Provocando que mi boca expulsara vapor, estábamos a 10 grados bajo cero.
—Alex, te quiero y mucho. Es difícil ¿Si? Trata de entenderme.
Cruzó sus brazos.
— ¿Por qué le tienes tanto miedo a tu padre? Que importa si se entera, que somos pareja. —Dice en un tono sensible y a la vez frio.
Me quede callado.
—Búscame cuando realmente quieras ser libre junto a mí. —Dijo Alex, cruzando la calle.
Me quede parado en la cera y lo vi alejarse.
Esta era la segunda pelea en toda la semana, estaba siendo un poco dramático. Un buen té en la noche haría que me perdonara.
Continúe camino a casa y cuando caminaba de regreso a la cafetería vi aquella chica que nos atendió salir con el vestido de mesera y un abrigo enorme.
Oh demonios, yo tengo puesto dos pares de calcetines, mi pijama debajo de mis jeans, y como veinte chaquetas y estoy que me congelo el culo, ella esta como si nada con un abrigo y un vestido de mesera como si fuera primavera en México.
Negué.
Me iba acercando hacia ella, no para conseguir y darle mi abrigo, claro que no, si no lo hago por Alex, menos lo haría por una chica, la conseguí cerca a unos dos metros, ella levanto su mano para tomar un taxi y subirse a él. La vi, una vez que pasé por su taxi, sentí que ella me miraba, y la mire, ojos castaños y el rostro lleno de pecas, me observó con una sonrisa y yo me quedé sin expresión alguna, y continúe dejando el taxi atrás.
—Vaya hasta que te dignas a llegar, Jackson. —Dice el hombre de mirada dura.
—Lo lamento padre. He tomado un café temprano. —Dije pasándolo por largo.
—Necesito ayuda con la camioneta Jackson, necesito que vayas a comprar un par de mangueras, y aceite. —Ordena—El dinero está en la mesa.
—Seguro. Una vez que coma iré por el encargo padre. —Dije sentándome.
Sentí su mano golpear mi mejilla izquierda tumbándome de la silla. Atontado lo mire, la vista era borrosa y escuche su dura voz.
—Dije ahora. —Dice inclinándose hacia mí.
Asentí y baje la mirada.
— ¿Qué esperas? —Gritó.