Es algo que no puedo describir. ¿Qué demonios es esto?, toqué mi estómago y seguí caminando preguntándome por ese sentimiento raro cuando Joanne está cerca de mí.
Me encaminé a la casa de los abuelos de Joanne, prometí que los ayudaría con las cosas de la mudanza, olvidé completamente decirle a Joanne que vendría.
Toqué la puerta y la señora Lean me abre la puerta.
—¡Hola hijo! —Sonrío alegre y se acercó a abrazarme, la verdad es que aún es extraño para mi recibir abrazos, sé que en México es muy común, pero no logro acostumbrarme.
—Hola, señora Lean. ¿Puedo pasar? —Sonreí y le devolví el abrazo.
Ella se aparta de nuestro abrazo y abre más la puerta.
—Claro, hijo pasa, pasa. —Me dice alegre.
—Gracias—Pasé y de nuevo ese sentimiento de hogar me inunda, tampoco me he podido acostumbrar a ello, todo esto es probablemente nuevo para mí, o quizá sólo estoy recordando todo lo que solía llamar "Hogar".
—Joanne, aún no llega de la escuela. —Me asegura— Pero toma asiento, hijo.
—La verdad es que acabo de ver a Joanne en la universidad—Me senté— Me comentó que no llegaría a casa hoy en la tarde porque le pidieron entrar más temprano.
—¡Pobre de mí muchachita! —Dice algo angustiada. —La pobre no descansa muy bien y se desvive día a día.
—Toda mi admiración para Joanne, Señora Lean. —La miré. —También pienso que es una locura ese trabajo.
—Ella siempre ha sido así, desde muy pequeña, no le gusta ver que los demás sufren o batallan económicamente, ella prefiere siempre sacrificarse. Un ángel.
Asentí.
—Entonces, decidí hacerles compañía un rato y ayudarles con las cajas de mudanza. Joanne me ha platicado que aún no pueden terminar desde hace tiempo, debido a falta de tiempo y ayuda, y por el momento soy un vago en mi casa, así que tengo mucho tiempo—Sonreí.
Ella ríe y asiente. Me levanté del sofá y le sonreí.
—Entonces ¿Por dónde quiere empezar? —Le sonreí mirando todas las cajas en la sala.
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El reloj daba las 10 de la noche con 50 minutos, acababa de terminar de pintar la sala de la casa de Joanne, ya había desocupado todas las cajas de la sala, el señor Lean, había llegado hace unas horas y me había ayudado a pintar la sala.
Estaba en tirantes ya que la casa estaba caliente, tenía un pañuelo en mi cabeza y ciertas manchas de pintura en mis brazos. La puerta se abrió.
—¡Abuelita, he llegado temprano a casa! —Gritó Joanne— ¡No te vayas a asus...! —Se detuvo al verme en su sala. —H-Hola Jackson. —Me miró algo extrañada. — ¿Qué haces aquí? —Sonrió dejando las llaves en la mesa.
—Hola—Sonreí— Te dije que vendría a ayudarles con la mudanza.
—¡Tienes razón! ¡Qué tonta! Lo olvidé. —Sonrió.
—No te preocupes—Dije tratando de quitarme las manchas de pintura con una servilleta húmeda. —Olvidé recordarte esta mañana.
—Eso no se quitará así. —Dice riendo— Ven pidámosle un poco de "thinner" a mi abuelo. —Dice tomando mi brazo.
—Oh Hmmm, tus abuelos no están. —Le dije viendo su mano tomar mi brazo.
—¿Dónde están?
—Salieron hace una hora, creo que fueron a conseguir algo para la cena.
Me mira, y se queda pensando.
—Bien, entonces ven vamos a quitarte esas manchas.
Subimos las escaleras y caminamos por un pasillo.
—Ven, mi abuelo guarda aquí todo lo que tenga que ver con pintura. —Joanne comenzó a buscar el líquido por un par de segundos y me entregó una botella.
Estábamos en la cama de sus abuelos, ella me pidió que me sentara y comenzó a ayudarme a quitar las manchas de pintura del cabello y piel. Ella estaba frente a mí, concentrada desmaquillándome. La piel de sus brazos estaba erizada por el frío. La habitación de los abuelos de Joanne tenía algunas cajas esparcidas en el suelo, que realmente estorbaban, creo que les ofreceré mi ayuda con estas también.
—Gracias por ayudar a mi familia, es algo que nunca terminaré de agradecerte. —Dice aun concentrada quitando las manchas y sacándome de mis pensamientos.
Sonreí.
—No lo hagas, me gusta estar con tu familia, me agrada, además que no tengo nada que hacer en mi casa, aparte de estar de vago. —Me sumí de hombros.
Ella sonrió.
—Joanne...
—¿Si? —Pregunta desviando su mirada a mis ojos.
—Gracias por estar para mí. —Me sinceré.
—Para eso estamos los amigos. —Ella sonríe y asentí.
El silencio nos acompañó por algunos minutos, lo único que podíamos escuchar era nuestras respiraciones
—¡¡JACKSON, YA LLEGAMOS!! —Se escucha de la nada, su abuela había gritado como si alguien estuviera en apuros y Joanne se sobresalta y retrocede tropezando con una caja en el suelo.
Vi que iba a caerse y me apresuré a sujetarla. —¡Cuidado! —Dije, pero ya era tarde, ambos caímos al suelo, antes de caer la tomé de la cintura y la giré para no caer sobre ella.
Joanne estaba a centímetros de mí y tenerla tan cerca me hizo darme cuenta que sus ojos castaños eran de una tonalidad verdes miel, eran color miel, un color muy bonito, por cierto, ella me miró un par de segundos y sentí la necesidad de tenerla más cerca de mí, fue muy extraño, mi corazón latía más rápido y me acerqué un poco más y antes de tocar sus labios, me giré. Estuve a punto de besarla y me sentía como un idiota, no quiero que ella piense otra cosa. Nuestras mejillas estaban rojizas y ambos nos giramos a otro lado de la pena.
—¿E-Estás bien? —Mencioné tratando de tranquilizar mi corazón.
Ella asiente y se levanta, estira su mano para levantarme del suelo.
—¿Te pegaste muy fuerte? —Me pregunta.
Negué sobándome la nuca de nerviosismo.
—¡Dios! De verdad discúlpame, ¡Qué torpe! —Dice muy apenada.
—Está bien, no pasa nada—Bajé mi vista y vi su rodilla raspada. —Siéntate, traeré algo para esa rodilla. —Le digo.