Los colores del alma|lg(b)tq+

Capítulo 30: Tan cerca de tocar el cielo nuevamente.

—¡Ay, yo no sé qué harían sin mí! —Dice y me hace una señal que siga.

No pude evitar reírme.

Negué con la cabeza, su hermana provocaba que hiciera cosas a las que anteriormente me rendía fácil, el que ella esté segura de que mis sentimientos sean mutuos es algo que me mantiene algo preocupado y alborotado a la misma vez, ¿que tal si no era así?

"¿Que tal si ella no me amaba de vuelta? ¿Qué haría con todo este amor que me mantiene respirando desde hace tiempo? Sabía que las personas no les pertenecían a otras, teníamos esa libertad, lo sabía completamente, pero mi alma se destrozaría al saber que ella ama a alguien más y que tendría que renunciar a ella"

Después de pensarlo un buen tiempo y tras la presión de Sally me decidí ir por ella, salí de la habitación y caminé por el corredor hasta la puerta de Joanne, toqué su puerta, y esperé por una respuesta. —¿Quién es? —Se escucha.

—Jackson, ¿Puedo pasar? —Pido permiso y su voz entre cortada me da pase. Lentamente abrí su puerta, ella estaba recostada en su cama, cerré la puerta después de mí y ella se sienta en la cama, su nariz estaba roja junto a sus mejillas ya secas al parecer, y no se diga de las orillas de sus ojos. —Hey. —Digo en un tono dulce y me acerco. Ese brillo en sus ojos es diferente ahora, se mantiene algo silenciosa y podría asegurar que nerviosa ante mi presencia.

Dudoso la miro y ella al notar la situación, rápidamente me sonríe.

Ella hace una señal de que me siente, levantando la sábana, me senté junto a ella, mientras me cubre con la sábana, mi brazo izquierdo se cruza para abrazarla y tenerla más cerca de mí. Besé su cabellera, y la rodeo. —¿Cómo está ese corazoncito lleno de bondad? —Le pregunto, ella descansa su cabeza en mi pecho y niega, pronto siento como mi camiseta se empapa de sus lágrimas, su voz se quiebra al intentar hablar, Joanne lograba transmitirme sus sentimientos en un tiempo realmente corto, ahora mi garganta estaba siendo asfixiada por ese nudo.

—No logro entenderla. —Dice en un sollozo. —¿P-Por qué no puede amarme? ¿Qué hay de malo en mí? —Dice, mientras mis manos acarician su brazo para conciliar la. —Te juro que desde que me fui a Londres hasta el día de ayer, tenía la ilusión en mi corazón, muy adentro de él, de que me amara, de llegar y verla emocionada por mi llegada. —Susurra, mientras sorbe su nariz con un pañuelo, sus lágrimas siguen brotando, y las limpia inmediatamente. —Mis mejillas arden de tanto llorarle, me he cansado de pedirle al cielo que las cosas sean diferentes y no tener respuesta alguna.

Mis labios están pegados en su cabellera, y mis brazos están  sosteniéndola muy fuerte. —Te entiendo completamente. Muchas veces queremos que las cosas sean diferentes, porque nos damos cuenta que la vida pasa, y avanza tan rápido que vas dándote cuenta que cada día que pasa es un día menos de vida y que…posiblemente esté nuestra muerte cerca y te hace pensar en ¿por qué las cosas no son diferentes? ¿Por qué no puedo aprovechar mi vida, teniendo una tranquila y disfrutando a los que me rodean? Y entonces, comprendes en que la vida es así…no todos te aman, no todos te darán lo que das a cambio, porque muchas veces la sangre es compartida, pero, la cuna no y está bien ¿sabes?, no podemos tenerlo todo en esta vida. Todos estos obstáculos, nos hacen fuertes, nos hacen cambiar y desear un mejor futuro, incluso si ya no haya uno asegurado. —Le dije.

Sus manos me abrazan más fuerte, y veo que sus ojos miran a un punto inexistente.

—Tu madre probablemente tenía sus planes antes de que nacieras, cometió un error, pero eso no le da el derecho de hacerte sentir algo que no eres. —Le susurro, besando su cabellera nuevamente. —Eres un ser tan maravilloso, Joanne. Vas por la vida de los demás, iluminándoles, llenándolos de alegría y buena vibra, nos cambias la vida de una manera tan bonita, y  lo único que puedo hacer, es pensar en lo afortunado que soy al haberte conocido. —Le digo, su mirada se eleva, mirándome, rápidamente mis manos llegan a sus mejillas, y las limpian. —No permitas que nada ni nadie te haga sentir como si no tuvieras valor alguno, porque no tienes idea de todo lo que significas para mí, para Robert, y los chicos.

—Gracias, Jackson. —Dice abrazándome más fuerte. —Siempre consigues subirme el ánimo, aunque esta vez no haya habido alcohol de por medio. —Bromea y consigo reírme.

—Bueno, pues porque aún no me dicen donde lo esconden aquí. —Reí.

Escuché su risa devolviéndome a la vida inmediatamente.

Ella cierra sus ojos, y me dedico a sostenerla. La pegué más a mi pecho, para tenerla más cerca de mí y que nadie pueda hacerle daño nuevamente, sus pies se suben a los míos mostrando sus calcetas.

—¿Con que hasta te has quitado los zapatos? ¿Estabas preparando un pijamada o algo así? —Reí y logré robarle una sonrisa.

—La verdad es que son muy ruidosos. —Dice, ahora me daba cuenta que había sido ella quién estaba escuchándonos, debería estar nervioso, quizá angustiado por lo que habría escuchado confesarle a su hermana, pero… creo que me sentía libre ahora de que ya no fuera un secreto más.

—Sí, te creo. —Le dije, soltándola por un par de segundos para quitarme los zapatos y subir los pies junto con ella. —También son fastidiosos. —Ella comienza a reír al ver mis calcetas. —¡¿Apoco no son fabulosas?! —Dije con una sonrisa, doblé mis pies para que tuviera mejor visión de estas.

—¿Los thundercats? —Se ríe. —¿Estuviste todo el día con ropa al estilo Guns N' Roses y traías unas calcetas de los thundercats? —Ella se ríe.

—Oye, no debes juzgarme ¿sí? Amo los thundercats. Sé que hasta tu padre moriría por una de estas. —Bromeé y ella seguía riendo. Escucharla reír hacía que todo fuera mejor.

—Sí, la verdad, es que él ama los thundercats, es algo que tienen en común.




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