"—Jackson, me enamoré de ti desde nuestro primer beso bajo la lluvia. —Me dice algo tímida. —Ese beso me atrajo tanto a ti…que temí por lo que estaba sintiendo. —Me confiesa y siento como mi estómago comenzaba a experimentar tantas cosas. —Quise reprimirlo durante días, pensando en que ese momento sólo fue algo pasajero, imaginando que quizá tu tenías algo con las porristas y sus carteles. —Solté una pequeña risa, al recordar ese momento incómodo con los carteles. — Me hice a la idea de que no era posible, que sólo éramos amigos."
La observé, ella tenía una sonrisa en su rostro.
—Pero la tercera es la vencida ¿no?
Reí y asentí. —Supongo que sí. —Le digo y le ofrezco una copa de vino.
—Sigues moviéndote rápido. —Bromea, recordando que esa noche de nuestro primer beso me dijo lo mismo.
—Si, bueno, ya que estamos confesándonos cosas. —Le sonreí. —Es mi turno de hacer que te sonrojes. —Ella bebe de la copa y se ríe. —Esa noche te descubrí viéndome mientras me cambiaba. —Le digo risueño y bebo de mi copa.
Ella está ahogándose ahora y está toda rojiza. Y entonces comencé a reírme de ella.
—En mi defensa…—Se contiene y está pensando en alguna excusa. —Fue la caguama. —Dice y comenzamos a reír.
Nuestras risas cesaron un poco y ahí estábamos ambos, con sonrisas, mejillas rojizas y con pena.
—Realmente amo nuestra historia. —Me dice. —En realidad siento que somos tan jóvenes para esta locura, pero ha sido un camino corto lleno de tantos momentos inolvidables. —Sonríe y bebe de su copa. —Siento que estoy viviendo todo lo que soñé.
Una sonrisa aparece en mis labios.
—Igual yo. —Le sonreí. —Mierda, tenemos 18 y…siento que podría escribir un libro sobre esto…—Le digo y ella sonríe. —Quizá para no olvidar ningún detalle de la mujer que me ha hecho tan feliz. —Suelto lo último como un susurro, su mirada cambia y esa sonrisa aparece, esa timidez que viene ahora como si nunca hubiésemos estado en algo tan íntimo.
Ahora todo lo que escuchaba era mi corazón golpear mi pecho, inundando mis pensamientos en su ritmo como un momento tan esperado, un momento que no quería olvidar de viejo.
—Joanne, no tienes idea de cuanto te amo. —Le digo y ella se acerca un poco más, acariciando mi mejilla y asiente.
—Lo sé, mi amor. —Negué, observando ese par de labios rosados y carnosos.
—No, no lo sabes. —Le confirmo. —Te has metido tanto entre mi piel y mis venas, que siento que sin ti no podría seguir viviendo. —Le digo. —Mierda, Lean. ¿Qué me has hecho?
Ella no dice nada, sus ojos están puestos en mí, con ese brillo y sin esperar más une sus labios a los míos.
Nuestro beso duró un poco más de lo que duraron los anteriores. Podía sentir que estaba en el lugar correcto en mi vida y que por primera vez en ella podría ser completamente feliz.
Nos mantuvimos en silencio algunos segundos, mientras ella bebía de la copa con cautela, manteniendo sus ojos en los míos, me puse algo nervioso por tener sus ojos en mí.
Solté una pequeña risa.
—Adoro que me mires como si fuera una obra de arte. —Susurra y sonríe.
Tomé una pequeña fresa en mis dedos, y le puse un poco de chocolate. —Bueno, en realidad creo que eres la obra más hermosa de arte que han visto mis ojos. —Le susurro, y llevo la fresa a sus labios lentamente, sus labios se abren delicadamente y muerden de la fresa, haciéndome sentir extasiado de una manera impresionante.
Tragué un poco de saliva.
—Espero que después no culpes al vino por esto. —Dice sonriente y reí levemente, negando.
—Lo sostengo aún estando sobrio. —Le susurro. —Es lo único que está en mi cabeza.
Observaba como sus labios se movían al comer el ultimo trozo de la fresa. Luego mi pulgar acaricia las comisuras de sus labios lentamente. Sintiéndome fascinado por ellos, obsesionados con ellos, deseando besarlos como si nunca lo hubiera hecho anteriormente.
“Estaba tan enamorado de la chica que estaba frente a mí, que sólo quería tenerla cerca de mí, amarla, besarla y decirle lo maravillosa que era.”
—¿Joanne? —Susurro, aún perdido en sus labios.
—¿Sí? —Pregunta, sintiendo mis caricias en sus labios.
—¿Sabes que soy un desastre en literatura? —Le pregunté, mirando sus labios aún.
Ella algo extrañada permite que sus comisuras se eleven un poco.
—Por supuesto. —Confirma. —Sé que sacas bajas notas porque nunca puedes completar los poemas que pide la maestra. —Suelta con algo más de burla.
Mis comisuras se elevan levemente, sigo acariciando sus labios. —Es verdad, nunca he podido terminar ni un solo poema. —Le susurro. —Siempre admiré la manera en que los poetas podían sentarse y escribirlos.
Sus labios besan mi mano.
Vuelvo a hablar. —La maestra no paraba de decirme que era cuestión de que escribiera lo que mi corazón me dictaba. —Susurro. —Que los poemas siempre salían de ahí…pero lo que ella no sabía era que en mi corazón nunca hubo alguien… al menos no hubo quien me inspirara para escribir un solo poema. —Le sigo contando.
Su mano acaricia mi mejilla, con cierta tranquilidad, sus ojos me ponen atención, con una leve sonrisa.
—Siempre pensé que moriría antes de poder escribir un solo poema. —Solté una pequeña risa. Ella me acompaña, con esa risa dulce y melódica que hace que mi corazón funcione. —La maestra dice que cuando el corazón está realmente enamorado expresa su amor mediante poemas. —Le digo y ella asiente. —Joanne… ¿podría leer el poema que te he escrito? —Le digo mirándola a los ojos y entonces sus ojos obtienen ese brillo en ellos, ese tan bonito que sólo delata cuando me mira a mí.
Ella muerde su labio, tímida y asiente. Los nervios llegan a mí y asentí.
Me separé un poco para tomar el poema doblado que he guardado en mi pantalón. Ella observa detalladamente cada movimiento que realizo.