Los corazones negros

Capítulo 4: El equipo

—Alex estas bien— escucho a lo lejos.

—Mierda que paso— digo con una jaqueca horrible.

—Un tipo te golpeo y dejo una fea marca en tu frente— dice.

Cuando mi vista regresa a la normalidad veo que Marlon y Eduardo me acompañan en una clase, estoy acostado en el escritorio con las fuerzas que me queda me levanto y creo que fue uno de mis peores errores porque todo me da vueltas, cuando me trato de mantener de pie me comienzo a tambalear, pero sigo tratando.

—¿Qué paso con Gálata? — pregunto.

—Te preocupas mucho por ella— dice Marlon.

Tengo el presentimiento de que los corazones negros están de mi increíble golpe con la ayuda de mis amigos trato de ir a clase por mi cosa y de paso quiero verla a ella.

—Estas bien— dice Gálata.

—Siempre me gusta empezar el día con un golpe en la cabeza— digo.

—Muy gracioso— dice mientras suelta una risa pequeña.

Lo peor de todo es que veo al ministro hablando con uno de mis licenciados. No quiero esto se descubra la verdad no soy un guardián, guardaespaldas, protector, el elegido o cualquier puto termino que diga la real academia.

—Vaya golpe— dice el ministro.

—Sí, tuve una pequeña contrariedad con un tipo en el baño— digo.

—Curioso porque sabes porque encontramos evidencia en tu bolsillo— dice.

—¿Qué tipo de evidencia? — Pregunto.

De su saco color negro toma una bolsa plástica de evidencias con un naipe de póker, específicamente el K de corazones negros. Sin duda fueron ellos, soy un maldito detective ya entiendo porque me quieren reclutar.

—Ven a mi oficina tú y Gálata— dice.

Ambos decidimos seguirlo porque no tengo ni idea del porque vino a mi clase.

—Alex, porque el ministro de gobernación nos tiene secuestrados— dice Gálata.

—No esta secuestrándonos, quiere hablar sobre nosotros— digo.

—No tenemos una relación— dice.

—Me refiero al día que intentaron secuestrarte— digo.

—¿Qué? , ¿Por qué? — dice.

—Los corazones negros tratan de secuestrarte porque tu padre posee información valiosa acerca de ellos— digo.

—Creo que eso lo puedo entender, ahora ¿Qué tienes que ver tú? — pregunta.

—No tengo ni idea— digo.

Sé que en pocos minutos ella sabrá la verdad, pero no quiero decirlo. Vaya espero que no lo tome a mal, bueno no somos nada, pero igual ya me agrada la muchacha.

—Gálata no quiero implicarte en esto, pero ya sabes tu padre trabaja con nosotros, pero veo que su trabajo te afecta directamente a ti, quise ayudarte sabes, hablé con tu padre sobre colocar discretamente un grupo de personas capacitadas para poder defenderte de los corazones negros. — dice el ministro.

Rayos aquí viene la verdad.

—Se lo agradezco, pero me gustaría saber quién es— dice.

—Lo tienes a la par— dice.

Muy bien volteamos nuestras cabezas al mismo tiempo y ella pone una cara de enojada que ni yo me la creo. Miro que se levanta enojada mientras azota la puerta y se va. Lo único que puedo hacer es seguirla para protegerla, no quiero que le pase nada, pero en cuestión de segundos ella desaparece.

Al llegar a casa decido llamarla a su teléfono y le dejo notas de voz, le mando mensajes en sus redes sociales para que me responda, pero no obtengo nada, no conozco a una amiga que me ayude en esto. Siento que cometí una gran cagada en mi vida y lo que no entiendo es porque se enojó conmigo, no tengo la culpa de nada.

Al día siguiente, llego a la universidad y la veo normal con sus amigas riendo y quizás chismeando, pero todo está mal hasta que me acerco a ella.

—Hola— digo.

Ella se levanta toma su pachón lleno de agua y me lo tira a la cara.

—Por favor explica la razón de porque hiciste eso— digo.

Me toma del brazo y me lleva a una parte en donde mis gritos no puedan ser escuchados.

—¿Por qué no me dijiste? — Pregunta enojada.

—Define que no te dije— respondo.

—Te reclutaron para protegerme y lo rechazaste— dice.

—No sé si decirte la verdad— digo.

—Sabes contigo me siento protegida y tú decides renunciar a ser el que me cuide— dice más furiosa.

—Escucha no acepte porque la verdad no quiero estar al cuidado tuyo, tengo miedo de que algún día te falle, no esté ahí para protegerte, sea yo el culpable de que te pase algo— digo.

Vaya realmente me preocupa ella.

—Eres una gran persona, pero me fallaste y la verdad para que seguir hablándote pensé que te preocupas por los demás— dice un poco triste.

Después de eso ella regresa a clase y ya no es la misma. Saben que es lo peor de proteger a una persona es que le fallas con tu actitud y no con tus acciones. Desde ese día ya nada fue igual.

Un fin de semana decidí realizar una reunión con mis amigos para discutir sobre este tema.

—Vaya hermano, no entiendo que le pasa a esa mujer— dice Marlon.

—No sé porque tiene razón. Es cierto, no acepte la oferta del ministro, pero no entiendo porque está enojada conmigo— digo.



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En el texto hay: problemas, peleas, asesinos

Editado: 14.03.2018

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