6° Parte: "¿Un día de triunfo?"
—¡¡¡TROY!!! ¡¡¡Lo volviste hacer!!!
Al escuchar los gritos de Armand desde el piso de arriba, el príncipe mono que estaba junto a la hermosa Aimeé preparando el desayuno en la cocina, se ocultó bajo la mesa. La gemela levantó el mantel y miró con suspicacia al príncipe a los ojos.
—¿Orinaste su cama de nuevo? ¿En serio? ¡Armand va a matarte!
—Troy no lo puede evitar... —Le respondió a Aimeé sonriendo con algo de pena.
Minutos después Armand llegó a la cocina furioso buscando al príncipe. Aimeé no podía evitar reírse de su amargado gemelo.
—¿Dónde está? ¿A dónde se escondió? ¡No puedo creerlo que por más que me esfuerce en educarlo siga comportándose como un salvaje!
—Ya deja de gritar, Armand. De todas formas es su último día con nosotros...
Al recordar esto, el joven noble se calmó. El rostro de tristeza de Aimeé era muy evidente al decir esto. La joven levantó el mantel y descubrió al príncipe que parecía muy arrepentido de haber molestado a Armand, pero este no le regañó sino que le extendió la mano para ayudarlo a salir.
—Hoy es un día muy importante, Alteza; así que espero mucho de usted.
Luego de tomar su mano Troy salió con una enorme sonrisa de debajo de la mesa, pero en cambio Armand pasó de estar molesto a comportarse frío y distante con el príncipe. Se sentó a la mesa y se dispuso a comer lo que su hermana le sirvió como si nada.
Troy no dejaba de mirarlo, Aimeé le sirvió y el príncipe se dispuso a comer haciendo un gran esfuerzo por demostrarle a Armand que ya sabía usar los cubiertos correctamente. Pero el noble joven apenas y le observaba de soslayo.
—Bien, al menos ya puedes comer decentemente...—Fue lo único que comentó Armand al verlo y siguió comiendo.
Luego de comer, Los hermanos y el príncipe mono, ya no tan mono, se dispusieron a ir al vestíbulo para completar la última y más importante lección para Troy: Contar su historia. Armand entonces tomó la palabra:
—Hoy iremos al palacio, allí se encuentra el rey y la reina, tus padres, Troy. Pero no solamente estarán ellos, también estarán los funcionarios de la corte, algunos importantes nobles y tu tío el príncipe Norbert. Necesitamos convencerles de que tú eres el príncipe perdido, de otro modo pensarán que queremos timarlos y nos enviarán a los tres a prisión. ¿Entiendes lo importante de todo esto?
—Sí, Troy entiende. —respondió el príncipe con tristeza.
—Bien, entonces presta atención: Tú te embarcaste en la nave la "Belle Maximé" y estando en altamar, fueron atacados por piratas. Tus padres huyeron en un bote y tú...
—Troy fue rescatado por el capitán...y... —Troy intentaba recordar algo de su pasado, pero su mente parecía en blanco cuando lo intentaba.
—¿Y...?
—Troy era muy pequeño, no recuerda nada...—respondió el principe.
—¡Tienes que hacer el esfuerzo de recordar qué pasó! O seguir la historia que te dije: Dices que llegaste a una isla con él, habían unos salvajes, mataron el capitán y se encargaron de ti. Te perdonaron la vida y te criaron como si fueras uno de ellos, después de todo eras un niño adorable. Luego al pasar del tiempo vinieron unos cazadores, mataron a tu tribu y te llevaron con ellos; luego te convirtieron en un horrendo espectáculo circense.
—¡Y Armand me salvó! —respondió Troy emocionado.
—¡Sí! ¡Muy importante que resaltes esa parte de la historia donde yo, arriesgando mi propia vida y demostrando una valentía inigualable, te salvé de las garras de esos hombres malvados...
—¡Hey! ¿Y yo qué...? ¿No hice nada?
—¿Tú? Pues...cocinas... No muy bien que digamos, pero ni modo.
—¡¡¡Te odio!!! —Le respondió Aimeé muy indignada— ¡Eres un imbécil, Armand! Además le estás repitiendo la historia que nos dijo la gitana; deberías más bien ayudarlo a recordar.
—¡No tenemos tiempo! Además la historia de la gitana es coherente con los hechos: Troy es el príncipe perdido, lo demás no importa, con tal que el resto de las personas lo acepten.
—¡Y luego que Troy sea príncipe será novio de Armand! —respondió el príncipe mono muy entusiasmado.
Al decir esto notó la mirada molesta de Armand, pero antes que este abriera la boca para regañarlo, Aimeé le detuvo:
—¡Ya! Primero lo primero: Debemos preparar a Troy. ¡Llevalo a la recamar del tío y ayúdalo a vestirse apropiadamente, debe verse como todo un príncipe encantador. ¡Y asegúrate que se ponga los zapatos!
Cuando Armard bajó la mirada hasta los pies de Troy, este estaba descalzo. De inmediato le tomó de la mano y lo llevó como si fuera un niño escaleras arriba para ayudarlo a prepararse.