Los cuentos del mundo fantástico

El silencio que iluminó a la tierra

Ya todos lo sabían. Esos últimos años fueron los más evidentes de todos los tiempos y sí que habían vivido mucho para haber escuchado suficiente acerca de los últimos hallazgos sobre la energía nuclear. Sin embargo, eso fue solo una pizca del equivalente que dejó escapar la catástrofe. Desde hace muchos días Florencio había descubierto el secreto más peligroso de la humanidad, pero aun así, seguía recorriendo el mismo camino todos los días, de casa a la industria y viceversa. Sin embargo, al comenzar los meses lluviosos, su angustia aumentó, puesto que ya casi no comía, no dormía, se desvelaba todas las noches haciendo pruebas, análisis y tablas de datos que lograron llevarlo a la solución de todos los problemas que todos ellos habían causado.

En su mente solo se repetía a sí mismo, con cada tic toc que daba el minutero del reloj: «es el fin», «es el fin», «es el fin». Hace tiempo que no se fumaba una pipa, cuando descubrió lo que ocurría en su trabajo, lo primero que compro fue una caja de pipas. Por lo que antes de la mañana de la explosión, él se despertó lo más temprano que pudo y claramente en el espejo del baño solamente lograba ver a un muerto viviente con piel blanca y pálida, ojos ojerosos, cabello medio canoso y alborotado, con algo de barba en su mentón y una mirada perdida.

—¿Dónde está la máquina de producción?.—preguntó esa mañana cuando llegó a la empresa, claro que se había bañado, arreglado y puesto un traje elegante junto con una bata blanca encima.

—El director solicitó que la trasladaran a la habitación criogénica.—le contestó una de las científicas que estaban presentes, mientras que al mismo tiempo sacaban muchas muestras de laboratorio. Ellas utilizaban sus trajes quirúrgicos blancos, tapabocas y gorro bien puestos.

—Como si el frío lo fuera a detener.

—No sabemos mucho sobre su capacidad, pero posiblemente se mantenga estable.

—¡Es mentira!.—terminó gritando. En ese momento, todos los científicos que estaban trabajando en los ordenadores sé quedando mirándolo, lo cual hizo que se asombrara y saliera corriendo rápido a la sala de dirección y mientras que entraba lo más pronto posible, se encontró con el director, era alto, de cabello canoso, ojos serios y rostro flácido, iba con un traje azul oscuro y llevaba encima una bata blanca.

—¿Qué fue lo que hicieron?.—le preguntó al adulto mayor.

—Como se atreve a ingresar aquí de esa manera.—refutó uno de los científicos, claramente era su colega Alberto, quien estaban presente hablando con el director hasta que fueron interrumpidos.

—Deben apagarlo... deben... destruirlo pronto... si sigue atrayendo las rocas gravitacionales...—estaba demasiado alterado, desesperado y angustiado, tan solo con mirar su rostro se podía reconocer su frustración.—Se desatará una tragedia.

—¡Señor Florencio!.—aclaró el científico.—Usted sabe que desactivar la planta, significa extinguir la luz para una parte del planeta, lo que sea que le da potencia a la planta nuclear, es más fuerte, tanto, que podría mantener a cientos de generaciones.

—Es peligroso arriesgar la vida de cientos, hasta me atrevería a decir que de todo el mundo.—mencionó con mucho enojo, sentía que el cólera se le escapaba por los poros, pero era una situación que se les estaba saliendo de las manos.

—Ya he tomado la decisión.—les recordó de nuevo el anciano director.—Sube todo el volumen, necesitamos saber su capacidad y que es lo que la sustancia atrae.—todos salieron de inmediato hacia el salón de pruebas y maquinaria. Al entrar allí, se encontraron con una inmensa piedra en el medio, como un enorme cristal que proyectaba rayos solares, de esta posición, estos iban a terminar justo hacia los paneles y de allí a las casas de todas las personas.

—¡Señor, no lo haga!.—le pidió Florencio con total preocupación y sin esperarlo, en un pequeño momento sintió un viento helado que le golpeó la cara en ese laboratorio.

—No lo sabremos, si no lo intentamos.—al final solo se dejó llevar por lo que tanto quería saber.—Hágalo, señora Lorena.—le dijo a la ingeniera a cargo.

—¿Está seguro señor director?.

—¡No escuchó a mi comandante, hágalo!.—gritó Alberto, quien estaba desesperado por descubrir el poder del asteroide gigante que había caído hace millones años por esas zonas tan abandonas y desiertas. Él siempre había creído que era el único que lo había descubierto, estudiado, conocido y ahora sabría de lo que era capaz. Fue entonces, cuando en un instante la señora asintió y subió la palanca muy despacio, mientras que la energía, de repente, comenzaba a moverse más rápido y con mayor fuerza.

—¡No es posible!.—dijeron todos cuando vieron que las moléculas químicas de la piedra, atravesaban el techo del enorme edificio y llegaban más allá de la capa atmosférica, dejando atrás destrozos y pedazos de concreto. Todo el equipo se quedó mirando el gran hueco en el techo, hasta que los botones rojos y la sirena principal comenzó a sonar. Las alarmas se activaron, mientras veían por medio de unos binoculares, como la piedra atraía a otra gigante. De inmediato, intentaron apagarla, pero fue imposible, todos comenzaron a correr rápidamente, gritando desesperados y llenos de pánico.

—Debemos salir de aquí.—al llegar cerca al jardín, algo extraño sucedió, puesto que sintieron como una pequeña explosión sucedía lentamente a sus espaldas, un viento helado los congeló un segundo e hizo saltar, mientras que otros quedaban atrapados. Hubo un instante en el que todo fue doloroso, como si todo el cuerpo comenzará a caerse a pedazos, era como tener lepra, pero con mucho ardor y dolor. Todos gritaban en el piso y lloraban mientras que se dormían lentamente y rápido. Florencio se acercó a su amigo Alberto, este estaba sintiendo el dolor de aquel químico, el cual le arrancaba su vida, lo hacía gritar y sentir agonía.

—Te lo dije Alberto.—le mencionó el científico en un leve instante mientras lo veía morir.—Siempre conozco más que nadie mis descubrimientos... yo lo sentí en carne propia, pero para ese entonces... yo ya sabía lo que provocaría y lo peor de todo... fue vivir con ese infierno en mi cabeza... sin saber quien me controlaba, pero ya lo entendí.—se quedó un largo instante pensativo, reflexivo y congelado en el tiempo, hasta que tomó la decisión.—Te diré que sucederá después... el óxido del cristal comenzará a expandirse por todo el mundo. En este preciso instante debe estar llegando a las casas que tienen los bombillos encendidos, lo que significa que la energía expandirá su electricidad y provocará una gran perdida.—a penas podía respirar, sentir dolor y medio hablar mientras que botaba sangre de su boca. Después, como último acto de piedad y misericordia, le tomó su mano y el brazo fuertemente.—Estabas tan obsesionado que no fue difícil convencerte de utilizarlo. Estos son solo efectos secundarios de la cura y ahora, es posible que sea el único ser humano en la tierra... solo será para todos ustedes... como un mal innecesario.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.