Más tarde que nunca valen las presentaciones; soy Skyler Johnson y soy la sexy capitana de las animadoras, para mi desgracia de vez en cuando.
— Sky, ¿Dónde estabas?— dos chicas altas, una atlética y la otra sedentaria rodearon mis brazos. Ambas son mis mejores amigas, Andra desde el kínder y Hannah desde la secundaria.
— De seguro estaba con su lindo primo besandose— Hannah lanzó un comentario mordaz y mi mente no hizo nada más que imaginar la asquerosa escena.
Sonreí, sí que estaba besándome con alguien, pero con el chico menos pensado.
— Para ya banana, Sky no tiene tú vagina loca- Andra me miró feliz de la vida esperando un comentario por parte de mi otra amiga.
— Ustedes están celosas porque no han tenido una buena follada, les hace falta un pene de buena calidad.
— Claro que no pequeña zorra, me siento muy bien siendo virgen— aclaré.
¿Qué?
¿Acaso no conocían a la primera capitana animadora que no fuera una zorra?
Pues bingo, aquí estoy yo nenes.
— No soy virgen pero me gusta tener sexo de vez en cuando, no todos los jodidos días Hannah.
Entramos a la cafetería del instituto, los chicos como novedad se me quedan mirando al verme pasar.
— Siempre de provocadora Johnson— Andra guardó en su mochila las baquetas de su batería (siempre las carga) para tomar la bandeja.
Hannah acomodo su flequillo, al tomar nuestras bandejas fuimos al centro del comedor para tomar asiento, es nuestro lugar de operaciones, ahí compartimos los mejores chismes y nos enteramos de todo.
Mientras probábamos la comida, varias chicas del equipo se acercaron a saludarme y darme las gracias por haber clasificado. Como es mi último año, antes de ceder mi trono quiero salir con la cabeza en alto y el nombre del instituto por los cielos.
— Quizá si Mercy no se fuera caído, fueran acumulado más puntos para clasificar de primeras- Hannah metió la cuchara en su magdalena.
— Recuerda que las del instituto católico robaron sus pasos.
— Primero, no culpo a Mercy por la caída, las ampollas en la planta de los pies duelen bastante fue un poco admirable, bailó para no desubicar a todo el equipo— justifiqué.
— Otra cara de los hechos…— Hannah se quedó muda de repente. Miré en la dirección donde su vista estaba clavada y ahí estaba el famoso chico malo Dereck Weston junto a Jasen Jones, su mejor amigo.
Puse mi armadura de indiferencia, no sé cómo hago para controlar mis hormonas cada vez que lo veo, cuando estamos a solas no puedo separarme ni un instante de él, tenemos una química irresistible a la par de imperfecta.
— Si no escuchara todos esos rumores, créeme que le incaria el diente a ese bizcocho- Andra mordió sus labios como si el chico malo fuera la especie prohibida del planeta.
En mí estaba que brotaba la venita de los celos, aunque toda su aura irradia peligro y aquí lo tachen de chico violento e intento de asesino no lo conocen como yo lo hago. Por eso me da mal genio cada vez que se refieren a él de esa manera, claro aunque esa es una ventaja para Dereck ya que no tiene que lidiar con “Adolescentes prepotentes”.
— Sí, está como quiere- completó Hannah.
Hace dos años entró aquí, el mismo tiempo que lleva ese maldito rumor. El primer día de clases lo encontraron peleando con un hombre que le doblaba la edad y este ya estaba todo ensangrentado pidiendo perdón, las malas voces dicen que Dereck intentó robar su dinero pero este se negó, la verdad que pocos conocen es que ese fue uno de los hombres que lo secuestraron cuando solo tenía 16 años.
Pasó por nuestra mesa y al ver que no quitaba la vista de su muñeca derecha en donde ocultaba bajo una pulsera de cuero negra sus dos tatuajes iguales a los míos, con una voz gruesa, arrogante y para nada cariñosa dijo:— ¿Se te perdió algo?— me mordí la lengua para no responderle, ese idiota me las pagará.
— Pero… si le quitáramos esa personalidad de mala muerte sería un gran inicio— concluyó Andra.
¡Ay Chicas! Si supieran lo que yo sé.
En la tarde al llegar a casa un olor a comida casera inundo mis fosas nasales.
— ¡Hola papá!— grité al abrir la puerta.
— Estoy en la cocina.
Tiré mi bolso cuando pasaba por la sala en un sillón y me encaminé a la enorme cocina; antes de mudarnos aquí con mi madre, él pidió que la cocina fuera enorme, así que la mandaron a remodelar y allí estaba el resultado.