Los Destellos De Aurora

CLARIDAD

En horas de la noche cuando ya la mansión había vuelto a su absoluto silencio y el pequeño agasajo de recibimiento a la joven Isabella, Gina Majewski no perdió ocasión en conversar con su pequeña hermana Aurora referente a su postulación para la competencia de ballet clásico y contemporáneo realizado cada año en la ciudad de París.

— ¿Tenías pensado postularte para la CIBCC y no me contaste nada? ¿Por qué Aurorita?

— Fue una decisión casi repentina, hermanita, y si no te lo dije fue porque pasaron muchas cosas y no tuve oportunidad de mencionártelo.

— ¿Pero no estás muy pequeña para esa competencia? —preguntó Michael— ¿Gina, a qué edad te habías postulado tú para aquella competencia?

— A los 16, y no fui yo quien se postuló. Fue el maestro Besler quien quién me postuló junto con Emil Bannenberg.

— Entonces Aurorita sí está muy pequeña para postularse, y peor aún, para ir sola a París.

— Están conversando entre ambos cómo si yo no estuviese aquí. Los estoy oyendo. ¿Acaso se atreverán a prohibirme competir? —preguntó alarmada la pequeña—

— ¡Por supuesto que no, destellito! Yo jamás haría una cosa como esa, y Michael tampoco. ¿Cierto, Michael?

— ¿Qué dices Gina? ¿Es que tú acaso podrás acompañarla? Si me dices que sí, obviamente estaré de acuerdo con esa postulación. Yo tengo competiciones internacionales en esas fechas y no podré acompañarla.

Aurora continuaba oyendo discutir a ese par. Con los ojos en blanco y entre suspiros no podía hacer otra cosa que aguardar a que dejarán de hacerlo para poder hablar.

— ¿Cómo es posible que ya se pongan a discutir sobre quien me acompañaría a París cuando aún me quedan las pruebas preliminares contra otras Academias de la Región?

— Posiblemente no podré acompañarla los primeros días, pero obviamente estaré a su lado para el día decisivo.

— ¿Entonces sí dejarás ir sola a la niña?

— ¡Suficiente los dos! —vociferó repentinamente la pequeña— ¿Por qué mejor no aguardan mis resultados preliminares y ya luego se ponen a discutir sobre quién me acompañará a París?

— ¡Es verdad, Aurorita! Lo importante ahora es que tengas un magnífico desempeño en las preliminares.

— ¡Por fin!

— ¡Está bien! —dijo Michael— Aguardaremos el momento oportuno para hablar sobre todo esto como corresponde.

— Yo debo irme ahora, que seguro Karîm ya está esperándome afuera.

— Karîm no vendrá hoy Aurora. Brendt te llevará y te traerá de regreso —le anunció Gina Alicia—

¿Qué? ¿Por qué no vendrá Karîm? —se preguntó Aurorita con el corazón repentinamente agobiado —

La jovencita tuvo muchas ganas de preguntarle a su hermana que fue lo que había sucedido con él, sin embargo, prefirió salir de inmediato y averiguarlo por sí misma.

— Bueno… me voy que se me hará tschüß!

— Tschüss Liebling!

— Tschüß!! Te portas bien.

Durante todo el trayecto a la escuela Aurorita intentó comunicarse con Karîm, pero el chico nunca contestó. Incluso lo llamó durante las horas de los recesos de clases y tampoco tuvo respuestas de su parte.

Emma, una de las compañeras de Aurora, al ver su distracción, tuvo que reprenderla pues debían acabar la tarea grupal que les había asignado la maestra.

— Concéntrate, por favor ¿Qué sucede contigo? Estas cuentas están mal, Aurora.

— Pues sí están mal corrígelas tú y ya.

— No lo haré porque eso te corresponde a ti. Yo ya he hecho mi parte.

— Aurora, si entregamos estas cuentas con fallas la maestra nos tendrá aquí horas extras por tu culpa y eso no sería justo —le dijo su primo Ihsân quién también formaba parte de ese grupo— Todo porque tú tienes la cabeza en Las Nubes.

— Está bien, la corregiré en cuanto vuelva a casa.

— Debemos entregarla ahora —le dijo Emma—

— En verdad no tengo cabeza para entregarla ahora. Le diré a la maestra que me dé chances de entregar está tarea mañana.

Aurorita, luego de una persistente insistencia, pudo conseguir que la maestra le diera chance de entregar la tarea a la mañana siguiente. Se marchó raudamente y a la salida de la escuela todo lo que deseaba era seguir intentando comunicarse con Karîm o llamar su tío Khaleb para preguntarle si todo estaba bien con su hijo. Se despidió de sus compañeros y se dirigió hasta el coche.

Allí su alma, como de un soplo mágico acabó recobrando el alivio por la paz que había perdido.

— ¡Karîm, estás aquí! ¡Viniste!

— Mmm… Estoy aquí. ¡Anda, sube Aurorita!

— ¿Y Brendt?

— Vine en el coche de la empresa. Le pedí que se mudara y que me volviera mi coche —explicó brevemente el joven— Él ya se fue.

Aurorita, radiante nuevamente sonreía.

— Te envié varios mensajes y me ignoraste —le dijo mientras abordaban—




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