Los Destellos De Aurora

OSCURIDAD

Sentada en uno de los escalones de la mansión de Byfang, Isabella Majewski aún parecía esperar a su pequeña hermana Aurora para que fueran juntas al salón de belleza luego de sus ensayos de actuación al llegar del Instituto de Artes Escénicas. Pensar en su felicidad por aquel anhelado baile. En el último abrazo con el que la había despedido la noche anterior. En la luz que irradiaba delante de un espejo, probándose su mágico vestido, dibujaba en ella un bosquejo de sonrisa que prontamente se convertían en cenizas.

Aurorita ya nunca llegaría. Con el peor de los finales, el acto de su preciosa vida había culminado. Una trágica escena qué los telones de su destino para siempre habían cerrado.

Aquel incontenible dolor se había unido al de sus primos, quienes, ante la trágica noticia, a la mansión prontamente habían hecho presencia. Isabella acababa de llegar del Alfried Krupp Hospital con las pertenencias de Aurorita y permaneció con su familia en el vano intento de contención ante tanto desconsuelo. Su abuela y sus primos en el profundo dolor estaban consumidos, y decidió alejarse con los pedazos de su alma y su corazón abatido.

Se refugió en el lugar favorito de su pequeña princesa. El chalet en forma de un gran domo de cristal donde pasaba gran parte de sus horas libres practicando y ensayando sus coreografías. Acurrucada en un rincón, le rogaba a Dios que le arrancara el corazón. El mismo no aceptaba más dolor. No aceptaba sin su hermanita un mundo triste y sin color.

Hundida en un mar de llanto negaba tan desafortunado destino. La trágica pérdida de su madre. La enfermedad que le arrebató a su padre, y el acto cobarde y perverso que acababa de arrebatarle la estrella más preciada de todo el universo.

Echada al suelo observaba las fotos guardadas en el teléfono móvil de Aurorita. Los últimos momentos felices de su adorada hermanita.

De pronto una alerta discreta sonó. Se trataban de una notificación que marcaba la trayectoria de un coche en cuestión. Isabella de inmediato la abrió y el nombre de Karîm figuraba como conductor. Se trataba de una aplicación de rastreo GPS localizador que inevitablemente le llamó la atención. Secó sus lágrimas y del suelo se incorporó.

— ¿A dónde va Karîm? —se preguntó con extrañeza, teniendo en cuenta de que su hermano del Alfried Krupp Hospital al centro de detenciones de la policía había sido trasladado— Louis me prometió que se encargaría de intervenir para poder sacarlo de allí ¿Estarán juntos?

Isabella no dejó de observar el cambiante trayecto del automóvil hasta que en un punto dado lo vio acercarse en dirección a la mansión. La joven se puso de pie y abandonó el chalet. Sus guardias alertados la siguieron hasta los portones que para cualquier acceso yacían clausurados. Únicamente podían ingresar a la mansión los parientes más cercanos!

— Jeff, el coche de mi hermano está llegando. Déjenlo pasar. Louis me dijo que iría por él al centro de detenciones y probablemente vienen justos.

Cuando Karîm se había convertido en el guardia de Aurorita, le había instalado a la pequeña en el teléfono móvil el mismo rastreador GPS incógnito que él poseía en el suyo para que ambos supieran el paradero el uno del otro.

— ¡Qué raro! Se ve como si estuviese conduciendo muy rápido —pensó Isabella— Apuesto a que es Louis quién maneja el coche. Ya están cerca, Jeff. Pídele al portero que abran los protones.

Pese a que los guardias tenían órdenes estrictas de no dejar ingresar a nadie sin que fueran registrados en la entrada, Isabella Majewski estaba convencida de que quienes venían en el coche eran su hermano y su novio. Por consiguiente, el portero de la mansión tuvo el visto bueno para dejar pasar el coche.

Ni bien se abrieron los protones y bajo la atenta mirada de los guardias, el vehículo ingresó a gran prisa estacionándose frente a la entrada principal de la mansión. Isabella guardó el teléfono móvil de Aurorita entre el suéter que vestía e intentó comunicarse con Karîm desde su propio móvil. En vista de que no contestaba, marcó el número de su novio Louis mientras se acercaba a la visibilidad del coche.

— ¿Louis, pudiste traer a mi hermano? —preguntó entre sollozos— ¿Lo dejaron libre?

El vehículo volvió a arrancar y con gran aceleración se acercó a la joven.

— Mi amor, Karîm escapó del centro de detenciones. Tomó el coche de su padre y huyó del lugar. Ahora estoy siguiéndolo.

La joven palideció al instante y corazón parecía habérsele detenido. Intentó voltear, sin embargo, a sus espaldas ya la habían capturado y al teléfono, Louis Wieber oyó un grito estremecedor.

— ¿Bella? ¿Bella, que sucede? Bella…

El teléfono móvil de la joven había caído al suelo, y a la fuerza la misma fue introducida al coche. Sus gritos no solo alertaron a Louis, quién impotente yacía al volante. Alertaron a los guardias, quienes prontamente y a punta de sus armas intentaron rescatarla.

Fue demasiado tarde. Entre disparos y una inminente persecución, los secuestradores lograron huir del recinto antes de que los grandes portones se cerraran por completo. Los familiares alarmados por lo que acababan de oír salieron despavoridos del interior de la casa para saber lo que había sucedido

En esos instantes, nadie más que a excepción del portero allí se encontraba y pudo contarles lo que había sucedido. En medio del profundo e infinito dolor, otra desgracia a la familia Majewski amenazaba. La joven Isabella acababa de ser secuestrada.




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