Los Diarios de Mi Padre

Capítulo 8 - Recuerdo la Primera Vez que le Hice el Amor

Cuatro meses antes de la muerte de papá, cuando yo sentía que el mundo estaba por derrumbarse sobre mí y ansiaba salir corriendo de mi cuerpo, él me pidió que lo acompañara a dar un paseo.

No podía ser muy lejos de casa porque él ya estaba en la fase de cansarse con bastante facilidad y el tanque de oxígeno que transportaba en un pequeño carrito de metal era un inconveniente incómodo… y deprimente. Además, había adelgazado considerablemente, todo huesos y hendiduras pronunciadas, así que no comprendí el propósito de salir cuando bien podría estar descansando, pero negarle algo a papá era como una imposibilidad física para mí. Era un día soleado, con nieve amontonada en las aceras, muy cerca de diciembre y las festividades por venir, pero no hacía frío, por lo que no tuvimos que abrigarnos excesivamente.

Sin embargo, tenía la garganta irritada y me ardían los ojos por el llanto no derramado, por un luto que, aunque no lo había experimentado aún, estaba a la vuelta de la esquina. Por el agobio de emociones nefastas y, sí, contradictorias también. Jamás tuve ningún arrepentimiento por obtener padres sustitutos como ellos, pero no podía evitar reflexionar que, si no los hubiera conocido, si no los hubiera tenido, no tendría que saber lo que significaba perderlos. Porque algo que ignoraba en aquel entonces era que no sólo uno me sería arrebatado.

El primero por una enfermedad incurable. El otro por la desdicha de ser forzado a vivir incompleto.

—“¿Planeas casarte?” —consultó luego de una corta caminata, lo que me pareció extraño, porque Christian no era entrometido. Mientras supiera que tanto mi hermana como yo éramos felices, eso le bastaba.

—“Uh… no lo sé” —me encogí de hombros, mirando casi en un estado hipnótico el vaho expulsado por mi respiración. La distracción fue la clave que me mantuvo cuerdo, que me permitió resistir las circunstancias de la mejor manera posible. Buscaba constante y desesperadamente cualquier pretexto, objeto, situación o casualidad para desviar mi atención y no enfrascarme estrictamente en los hechos desgarradores.

—“¿Tener hijos?” —continuó, sonriendo cuando un copo cristalino cayó justo en la punta de su nariz.

—“No lo he considerado” —admití, porque formar una familia, especialmente en ese instante, no estaba en mi lista de prioridades.

—“¿Quieres fundar tu propia compañía o seguir trabajando para David?”

—“¿Qué pasa con el juego de las mil preguntas?” —repliqué con más severidad de la que pretendí, pero lo último que deseaba era hablar.

La falta de sueño y la tristeza me estaban pasando factura y a pesar de que anhelaba pasar tiempo con él, tiempo que era prestado, la paz ilusoria de la soledad me proporcionaba un espacio para recomponerme. Habíamos desayunado con los padres de David esa mañana y esas reuniones siempre empezaban y terminaban con tensión, comentarios filosos y animosidad pobremente disimulada. Lo único que me apetecía era esconderme debajo de mi cama como un niño asustado después de ver una película de terror y bloquear todo y a todos por horas. Por eso sí, estaba sensible, agotado, furioso y abatido. No era culpa de papá, pero era él quien estaba conmigo para lidiar con los efectos secundarios de mi lamentable colapso.

—“Bueno…” —suspiró profundamente, si fue para armarse de valor o para tolerar mi furioso arrebato, no pude diferenciarlo—. “No estaré aquí para presenciar tu crecimiento, mio figlio” —Dios, eso me dolió inmensamente y no pude reprimir el penoso sollozo que brotó de mis labios, porque sabía que tenía razón—. “No podré apreciar cómo te conviertes en un hombre del que puedas estar orgulloso. Porque si hay algo en lo que les he insistido a ti y a tu hermana desde que los adoptamos, desde el segundo que los incluimos en nuestras vidas, es que el camino que escojan debe ser por y para ustedes. No para complacer a alguien más”.

—“Por favor, papá, no me hagas esto… no ahora” —le rogé, lágrimas amargas descendiendo finalmente por mis mejillas, deteniéndome para enfrentarlo—. “Estoy en el borde, no es el sitio ni el momento adecuado”.

—“Nunca lo va a ser y debes aceptarlo de una vez por todas” —él igualmente se detuvo y su tono se endureció, exigiendo una fortaleza de mi parte que no creí poseer. Pero también había compasión empática y amor inagotable en su mirada esmeralda, fue un sentimiento agridulce contemplarla—. “Morir tan pronto no estaba en mi calendario, mio figlio, créeme. No obstante, ocurrirá. Así que espero que lo proceses y lo afrontes como los demás, porque irme con el conocimiento de que estoy dejando atrás una cáscara vacía en lugar de mi hijo es una tortura. Tengo ojos, Javier y sé que te estás marchitando, que esto te está superando. No es sencillo lo que te estoy pidiendo, pero es necesario”.

—“¿Por qué? ¿Por qué yo?” —balbuceé entre hipos y gemidos lastimeros por el llanto, demandando una contestación, porque si él podía darme la solución para no hundirme en un abismo permanente y sentenciante, la recibiría con los brazos abiertos—. “¿Qué hay de Emily? ¿Por qué me estás imponiendo esto a mí?”.

—“Porque, de los dos, tú eres el que más me preocupa. Te pareces demasiado a mí, Javier”.

—Y por eso tu ausencia me hace tanto daño, papá —le susurro con aflicción a las paredes de mi habitación, sentado encima del escritorio abajo de mi ventana, dibujando patrones sin sentido en el cristal.

Afuera, las luces navideñas son cegadoras, hiriendo mis vulnerables retinas después de haber pasado otra noche en vela, llorando y apagando el sonido de mis patéticos gritos en la almohada. Conocidos y colegas del trabajo aseguran que, con el tiempo, será más fácil sobrellevar el duelo. Oro a diario que estén en lo cierto, porque actualmente no puedo imaginarme un futuro sin esta atosigante carga consumiéndome lenta y despiadadamente. Es curioso, ¿no? La muerte es algo inevitable, que nos pasará a todos eventualmente. Es algo tan común e ineludible, pero nadie nos condiciona a estar preparados para cuando suceda. Es un tema que la humanidad evade como si fuera una peste, como si se tratara de un demonio que es invocado con sólo la mención de su nombre.



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En el texto hay: superacion, drama, perdida

Editado: 21.06.2023

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