8.
La primera semana sin Alan paso lenta. Me acostumbre a una rutina que no me gustaba.
Cada mañana al despertar me encontraba con mi padre antes de ir al trabajo, volvía muy tarde y cansado por lo que todo el departamento junto con su soledad quedaba para mi sola.
Despertaba y desayunaba, pasaba el resto del día vagando por toda la casa, me escabullía por los rincones que ni siquiera recordaba. Me dedique a releer los libros que hasta había memorizado en mi cabeza, aquellos de la estantería en la sala del departamento. Todo eso pronto se convirtió en un día a día que me estaba cansando de vivir, estaba tan acostumbrada a andar de aquí allá con mis amigos Alan y Nora, que mis días sin ellos se pintaron grises y sin sentido.
No me gustaba la soledad, muchos decían que era un veneno amargo que podía ser adictivo, pero también podía ser una sustancia que se te obligaba a consumir sin tu consentimiento. Y ese más bien era mi caso.
(...)
El lunes exactamente 8 días después de que los Harrison partieran casi al otro lado del mundo, mi padre también se iría. Claro que por razones totalmente distintas a las de ellos, era más bien un asunto de negocios.
—Cariño, solo serán dos días. Tres a lo máximo—.
—Está bien papá. No te preocupes—. Yo sonaba tranquila, pero el aterraba un poco el saber que estaría tan sola.
—Si me dices que no vaya. Me quedaré contigo mi pequeña—.
Tomó mis manos. Yo era lo más preciado que tenía en esta vida, y él lo era para mí.
—¿Qué tan necesario es este viaje para la compañía?—.
—Mucho cariño. Pero lo más importante para mí eres tú. Y se estos días sin los chicos han sido difíciles—.
—Allí está papá. Es importante—. Ignore lo demás que dijo.
Sus ojos me miraban con ese brillo que tanto amaba de él.
—Además tu pequeña ya tiene 17 años y puede sobrevivirá 3 días sin su papá—.
Me dedico una sonrisa triste.
—Creces tan rápido Enot—. Acarició mi mejilla y saco su teléfono celular, por lo que entendí tendría que avisar y partir mañana mismo, muy temprano.
(...)
Al día siguiente.
Me levanté muy temprano para despertar a mi papá, sabía que odiaba despertar a esas horas, pero partiría en un par de horas.
—¡Buenos días!—. Sonreí abiertamente cuando lo escuché gruñir debajo de las sábanas.
Encendí la luz de su cuarto y fui a la cocina a prepararle un rico desayuno, no quería que viajará con el estómago vacío.
(...)
—¿Estás segura cariño? Aún puedo llamar a la compañía—. Aseguro él
—Que va, papá ya vete o te dejará el avión—.
Lo empujé afuera de la puerta y le di un beso en la mejilla, viendo cómo se alejaba con mi delantal de ama de casa. Hace un par de años le pedí a mi padre aquello, recuerdo que se rio mucho cuando me lo entregó, pero ha evitado que dañé por mucho mi ropa.
El único hombre que había amado con una intensidad casi asfixiante se alejaba por el pasillo y lo miraba cerrar el elevador, claro que antes se despidió.
—¡Te amo cariño!—. Grito tan fuerte que imaginé que algún vecino saldría a ver qué pasaba.
—¡Te amo más Papi!—. Le respondí con otro grito. Y de verdad como amaba a ese hombre.
(...)
Después de tomar un baño y ponerme una cómoda pijama encendí el enorme televisor y coloqué en reproducir "One Loved" de Kops y subí casi todo el volumen que alcazaba el aparato. Era una adolescente loca bailando y cantando su canción favorita, mientras por un rato se divertía y olvidaba todos los problemas que le rodeaban.
Pero claro que la diversión acabo cuando su estómago se acogió y rugía por el hambre, se sorprendió al buscar en la cocina algo para prepararse y ver una nota que su padre le había dejado, junto con una buena cantidad de dinero.
"Quiero que dejes la cocina un rato, la pobre comenzará a hablarte. Te dejo esto para que pidas en alguno de esos restaurantes que te gustan tanto"
—Te ama papá.
Y ya que él insistió tomé el celular inalámbrico y pedí un par de refrescos, una pizza grande y una cubeta de helado. Y por supuesto que a papá le daría un infarto si se entera de todo lo que estaba dispuesta a consumir. Pero solo sería está vez.
(...)
No pasó mucho antes de que sonara el timbre de la puerta. Mi comida había llegado y estaba feliz, fui a abrir la puerta y me encontré con un lindo repartidor que creía reconocer de la escuela. Y claro que sí, era Connor Curt, uno de los chicos más lindo de su escuela, era un año mayor que Enot. Su cabello estaba despeinado y cubierto por la gorra de repartidor, sus lindos ojos color verde miraban a Enot con ternura.
Era alto y muy guapo, con su mandíbula bien formada y un rostro angelical. Todo su cuerpo estaba tan bien trabajado que se marcaba a pesar del uniforme. Me golpee mentalmente por mi falta de practica al conversar con seres humanos, además deseaba traer puesto algo mejor que un short corto que mostraba mis muslos y la camisa de tirantes del día anterior. El único chico que me había visto así antes era Alan, y él era mi amigo desde los 5 años.
Pude sentir mis mejillas ardiendo ante el silencio incómodo y más cuando Connor me dio una sonrisa tierna, seguro gusto ahora a él le parecía linda y adorable.
—Hola Enot—. Pronunció el chico frente a ella con voz un tanto ronca. Seguro estaba cansado, después de todo era un chico de los recados.
—¡Oh! Hola—.
—¿Si quieres? Puedo pasar y dejar esto sobre la cocina—. Pregunto él esperando una respuesta.
—¡Oh! Claro pasa—. Me se aparte de la puerta y la termine de abrir dejando al chico pasar al departamento. Dónde estaba sola. Qué diablos tenía en la cabeza.
—¿Cuánto te debo Connor?—. El chico me sonrió torpemente.
—¿Sabes qué? Yo invitó—. Dejo todo en la mesa de la cocina y ya estuvo apunto de marcharse cuando mi voz lo detuvo.
—¡No! espera, déjame pagarte—.
—No te preocupes linda Enot—.
Me dijo linda, que se supone que diga. ¿Gracias?
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Editado: 02.11.2021