-¡A-BU-RRI-DO! ¡ABURRIDO Y DESESPERANTE! – gritó Rita.
-Hace treinta segundos que aterrizamos, Rita, - dijo Danna con sus manos en la cintura; su yegua Scarlet estaba detrás de ella resoplando suavemente.
-¡Sí, pero llevo semanas aburrida! – exclamó la Torre.
Rochelle la ignoraba, disfrutando e inhalando aire fresco. Estaban en medio de la nada, no había árboles ni casas, ni siquiera un cactus solitario. Hacía semanas que habían llegado a ese escaque y aún no se habían enfrentado a ningún Terroriano. El mundo era amplio, pero poco poblado así que Reff había sugerido entrar y salir del escaque para aterrizar en diferentes tribus.
Acorde a lo que decían Rita y Danna, los AntroFranks eran una especie muy gentil con los visitantes y otras razas, aunque extremadamente violenta y territorial con la propia, por lo que las tribus vivían en terrenos separados. Rita esperaba encontrarse con riñas y demás acción, pero las tribus que habían visitado estaban pacíficas. Cierto era que aún no habían ido con dos de las principales, por lo que la Torre estaba desesperada en encontrarse con ellos.
Recolectar las ánimas tampoco había sido un problema ya que la personalidad amable y razonable de Reff incitaba la colaboración de todos; por ende, Rochelle, Rita y Danna habían tenido muy poco que hacer. Rochelle no se quejaba; no había conversado con ningún AntroFrank; es más, los evitaba lo más que podía. Le parecían criaturas horribles y grotescas, así que había adoptado un papel pasivo hasta entonces.
¿Les estaría yendo tan bien a todos los demás? Eso esperaba, pero ¿y si regresaban a la Fortaleza y los otros Peones tenían mejores aventuras que contar? Rochelle suspiró, ¿En qué estaba pensando? Esto no era una competencia… si lo fuera, ella estaba segura de ir perdiendo aunque se le había asignado uno de los mundos de por sí caóticos, aunque no tanto como la Tierra.
Los AntroFranks eran criaturas grandes, un poco más que Rita; con piel extremadamente dura y gruesa; sus rostros eran rectangulares, sin cejas, sin labios, poco cabello y una enorme nariz. A pesar de la resistente armadura que tenían como cuerpo, Rochelle había descubierto que eran hemofílicos, es decir que en caso de que llegaran a sufrir una herida abierta, esta no sanaría y el AntroFrank moriría de ella, por eso los Árboles Blanco y Negro no los habían escogido como sus Guerreros.
Los “animales” que se habían encontrado en ese escaque habían sido gigantescos. Las espadas del Caballeros, la Peón y los puños de la Torre derrotaban a las amenazas sin problemas. Las únicas dificultades con las que se habían encontrado era con la alimentación; los AntroFranks tenían dientes grandes, fuertes y filosos por lo que su comida era extremadamente dura. Rita era la única que no había bajado de peso durante su estancia.
-¡Hace un día hermoso! – exclamó Rochelle cerrando los ojos y estirando los brazos; su caballo, Boris, se restregaba en el suelo alegremente.
-No por mucho tiempo, - observó Reff; miraba al suelo mientras lo raspaba con la punta de su pie, parecía estar avergonzado por algo.
-¿De qué hablas, chico? – preguntó Rochelle mirándolo. - ¡El cielo está despejado!
-Pero la tierra está mojada, - comentó él y ella se dio cuenta que no había estado avergonzado sino examinando el suelo. - Probablemente llovió toda la noche y no tardará en hacerlo nuevamente.
-Sigo sin entender a qué te refieres, ¡No se ve ni una nube!
-Aquí no. Ahí sí. - Reff señaló y Rochelle se quedó viendo boquiabierta.
Era increíble, justo arriba de ellos, el cielo presentaba un hermoso color azul, pero atrás un poco a lo lejos estaba cubierto por nubes de un gris oscuro, incluso se podían divisar los rayos.
-Por favor dime que la tribu a la que iremos ahora no se encuentra ahí, - pidió Rochelle en casi un ruego; odiaba la lluvia, era lo que más detestaba; podría luchar contra horribles animales todo el día, pero ir directo hacia un diluvio no lo deseaba ni un instante.
-No lo está, - respondió Reff para su alivio. - La tribu más grande está por ahí, - señaló la dirección contraria en donde el cielo permanecía tranquilo.
Rochelle suspiró de alivio.
Antes de que comenzaran a caminar escucharon el sonido de un tambor.
-¿Eh? ¿De dónde provendrá eso? – preguntó Reff.
El sonido se duplicó y luego triplicó hasta que parecía que una banda se acercaba.
Rita señaló con emoción. -¡Viene de allá! – gritó. Era justamente el camino que iban a tomar.
Rochelle entrecerró los ojos; el horizonte estaba oscurecido. Pronto se dio cuenta que la oscuridad se iba agrandando hasta que pudo distinguir varios puntos moviéndose como si fuera una plaga la que se aproximaba.
La emoción de Rita incrementó. -¡Son los AntroFranks Verdiaños!
Rochelle no entendía la exaltación de la Torre y no comprendía cómo aquello podrían ser los AntroFranks, ellos no volaban. Reposando sobre su caballo dijo: -Al menos no tendremos que caminar hasta allá y gastar energía.
Reff también los contemplaba. -No creo que sea algo tan bueno.
Rochelle lo miró con el ceño fruncido y los brazos cruzados. -¿Podrías dejar de ser un aguafiestas?
Editado: 08.06.2024