Los Dieciséis Guerreros (libro 2)

Artículo 31

Volar era diferente que andar sobre un Caballo o arriba de las espaldas de un AntroFrank pero Rochelle seguía sin entender por qué a Kháli no le había gustado. Ciertamente era frío, pero se sentía muy estimulante aunque después de unos minutos las garras de los Angelinos sobre los hombros hacían que éstos comenzaran a doler.

El viento mantenía el cabello de Rochelle ondeando hacia atrás así que tenía la vista despejada de la tierra y luego, del inmenso océano. Los Angelinos no le tenían miedo al agua, pero intentaban volar alto para evitarla ya que no sabían nadar.

Collen precedía al conjunto de Angelinos. Su rostro estaba serio, su mirada llena de determinación; el resto de los Angelinos tenían la misma expresión. Rochelle recordó que se estaban dirigiendo hacia unas criaturas fuertes y despiadadas que también tenían la capacidad del vuelo así que se mantuvo alerta con su mano en el puñal de su espada. Dos Angelinos iban cargando a su caballo que parecía tomar las circunstancias con la misma gravedad.

Aunque el mar era de grandes dimensiones, se acercaban rápidamente a la tierra del otro extremo. Ya podían divisar un gigantesco risco. El corazón de Rochelle se aceleró aún más al ver el enorme peñasco que ocultaba lo que había en el otro lado. Los Angelinos se aproximaron velozmente a la pared de piedra para luego ascender hasta la cima; al llegar a ella no se detuvieron sino que se continuaron alzando hasta que tuvieran el panorama entero a la vista. Solo podían verse una gran multitud de grandes rocas y pequeñas montañas desiertas así que aterrizaron en una de ellas.

Inmediatamente después de tocar el suelo, los Guerreros se colocaron frente a los Angelinos. Delante de ellos estaba la serie de montañas y piedras, algunas cubiertas de oscuridad, y detrás de ellos estaba el peñasco.

-Nuestro deber ha terminado - anunció una Angelina al poner las patas sobre el suelo.

-Silencio, Aloí – ordenó Collen contemplando las montañas con una expresión de cautela.

Ronnman y Gertrude avanzaron unos pasos. - Están cerca, - informó la Torre.

Rochelle montó su caballo y alzó su espada manteniendo su mirada fija al igual que los otros, pero ella no lograba ver, escuchar ni sentir nada. Sin embargo, su caballo sacudía su cabeza y relinchaba inquieto.

-Quítate, – le exigió Collen a Gertrude y la apartó de forma ruda, - no me permites ver.

De repente el aire se llenó de un horrible graznido y una enorme criatura salió de detrás de una roca; se precipitó hacia ellos produciendo chillidos irritantes. Dos alas negras cubrieron la vista de Rochelle. Al siguiente instante, Ronnman estaba frente a ella quebrando el cuello del monstruo. La criatura cayó muerta. Tenía el tamaño de tres Angelinos adultos, su cabeza era calva, sus ojos pequeños y su pico extremadamente puntiagudo. 

Antes de que Rochelle pudiera recuperar la calma, la Angelina llamada Aloí preguntó: -¿Qué tiene en su pico? 

La parte inferior del pico del Quebrantahuesos había sido remplazada por una pieza metálica que rodeaba todo su cuello y que en ese momento brillaba de color rojo como si hubiera estado expuesto al fuego.

-¡Hay más! – advirtió Ronnman girando bruscamente y haciendo que todos levantaran la mirada.

El cuerpo de Rochelle se estremeció al ver decenas de cabezas calvas y ojos amarillos apareciendo sobre las rocas. Al segundo siguiente, Angelinos y Guerreros fueron rodeados por numerosos Quebrantahuesos; el entorno se tornó un completo caos en el que solo se podían ver alas negras y café surcando alrededor de ellos. Los fuertes graznidos impedían que se pudiera escuchar algo más.

Tan pronto fueron acorralados por sus enemigos, los Guerreros hicieron todo por defenderse y a los Angelinos. Rochelle levantó su espada y cortó a todo Quebrantahuesos que tuviera en frente; su espada era lo suficientemente poderosa para herirlos de forma grave y extraer chillidos de dolor. Ronnman y Gertrude se dedicaban a fracturarles las alas o patas. Crishcas se mantenía al lado de Alan utilizando la Ayuda.

Así mismo, los Angelinos no se quedaban inmóviles; agredían a los Quebrantahuesos con las armas que habían traído consigo. Lanzaban unos círculos metálicos como si fueran boomerangs, éstos se expandían hasta ser grandes aros de acero que cortaban a los enemigos mientras rotaban a gran velocidad y retornaban a su tamaño normal al tocar las manos que los habían lanzado. Las hojas metálicas eran clavadas en el pecho de los Quebrantahuesos asemejándose a pequeños puñales. Utilizaban lianas para enrollarlas al cuello de los enemigos e intentar ahorcarlos. El sonido de espadas y cuchillos se unió al de los chillidos y gruñidos.

A pesar de que las armas eran varias y no escasas, los Quebrantahuesos no retrocedían; Superaban en número y tamaño; sus mordidas eran suficientes para causar heridas graves ya que fácilmente abrían la piel de los Guerreros. Rochelle gritaba de dolor cada vez que sentía su brazos ser dentellados. Los uniformes y las ropas ya comenzaban a teñirse de rojo y Rochelle podía ver sangre en su caballo también.

-¡¿Qué están esperando?! ¡Comiencen a disparar! – gritó una voz de mujer detrás de los Quebrantahuesos y Rochelle pudo divisar a una persona con aspecto humano y de cabello corto. Debía ser la Terroriana Linak.

En medio de la batalla, una Angelina comenzó a desesperarse y se elevó en los aires seguida de otros Angelinos.



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En el texto hay: peleas, romance, guerreras

Editado: 08.06.2024

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