Una joven de pelo largo y azul marino brillante, con ciertas mechas negras que lo hacían aún más perfecto, entra en la comisaría del pueblo. Asustada y preocupada por lo que iba a contar, se acercar al primer agente libre que ve;
— Buenos días. Mi nombre es Draven Parker, y necesito ayuda.
La chica enseguida se percata de que, sin darse cuenta, había comenzado hablar con el famoso inspector, Anderson White. Uno de los inspectores mejor valorados, en los últimos diez años, detrás de la inspectora Lorena Santos y el inspector, Oscar Martinez.
— ¿En que se supone que te puedo ayudar?
— No sé dónde están mis hermanos, y creo que he asesinado a mi madre sin ser consciente de ello. Y tampoco sé dónde está mi padre.
Anderson se sorprende bastante al escuchar a la joven. Por lo que se levanta de su mesa, desde donde atiende a cada uno de los civiles del pueblo, para invitar a la joven a su despacho;
— ¿Qué tal si hablamos con más detalle sobre eso, en mi acogedor despacho? — muestra su sonrisa más simpática y extiende su mano. — Vamos. No muerdo.
La chica mira una última vez a su alrededor, pero manteniendo gran parte de su mirada, en la puerta de entrada de la comisaría que estaba justo detrás de ella. Luego vuelve su mirada al agente, le asiente en silencio con la cabeza, y le extiende la mano.
Ambos caminan hasta el despacho del inspector.
— Anda, siéntate.
Draven se toma su tiempo para sentarse como el inspector le había dicho. Estaba hipnotizada por la sencilla y acogedora decoración, que aquel inspector tenía en su despacho. Por no hablar del olor a perfume infantil Nenuco, que se podía percibir ahí dentro.
— He de admitir que me gusta mucho su despacho, inspector Anderson — dice algo nerviosa, intentando romper el hilo con aquel joven agente que le estaba atendiendo.
— Me alegra oír eso.
— ¿Quién es ella? — no estaba segura, pero la cara de una chica que había visto en el portarretrato, que tenía el inspector en una de sus estanterías, se parecía a su madre.
— Una de mis ex, y antiguas compañeras del instituto.
— No creo que sea, pero… Es que se parece mucho a mí difunta madre.
Un incómodo y aterrador silencio se hace presente en el despacho, hasta que el propio Anderson lo rompe con forzado aclarado de garganta, con el que intenta recordar a la jóven el principal motivo por el que estaban allí.
— Bueno… ¿No me ibas a contar algo?
Anderson se da cuenta, de lo asustada que se pone la joven al escuchar aquello;
— Te noto algo nerviosa. ¿Tienes miedo de algo?
Ella le asiente con la cabeza.
— ¿De qué? Si se puede saber?
— De que me tome por loca, y sobre todo de que me encierres a la primera de cambio, tras escuchar lo que te pretendo contar. Porque así es como terminó uno de mis hermanos, en un centro de menores, tras ser acusado de violar sexualmente a uno de sus mejores amigos.
Cuando el inspector creía que no se iba sorprender más, aquello lo vuelve a hacer.
— A ver… — intenta recordar su nombre. — ¿Cómo dijistes que te llamabas?
— Draven Parker. Pero me gusta que me llamen Drave.
— Vale. Drave. Te voy a ser sincero… Por las pocas palabras que he escuchado de ti, estoy interesado en ayudarte. Pero necesito que tengas una cosa clara; aunque no te puedo prometer cómo acabará la investigación, porque nada es seguro. Lo que sí te puedo prometer con la mano en el corazón, es que yo nunca arresto a nadie sin estar completamente seguro, de que esa persona haya cometido tal delito. Y sí lo necesitas, puedo darte la certeza de alguno de mis compañeros.
— No, tranquilo. Parece una persona de confianza, por lo que creo que voy a empezar a contarle todo al detalle — dice la jovencita, quien finalmente decide sentarse en la silla de cuero negro, que Anderson le había reservado desde que entraron en el despacho.