Los encantos de Elijah

Capítulo 9

Después de enfrentarse a un fornido guardia, pidiendo el ingreso de sus amigos con el único fin de llevarse a su supuesto hermano ebrio, entraron al espacioso casino ante las miradas asombradas de Delia y su hermano, no sin antes dejar un poco de efectivo ante la negativa del guardia. Cada vez les sorprendía la dedicación de Susana por conseguir todo lo que tuviese que ver con Elijah, sin duda el amor podía alterar un poco tu vida libre de locuras y, eso si tú lo permites. En tan solo tres horas, su mejor amiga salió de casa alegando una ida al cine, subido en dos autobuses con destino a un cásico en el que llegaron después de haberse confundido entre varias calles y ahora acababa de sobornar a un guardia para ingresar a un casino con el fin de sacar a Elijah.

La música electrónica desde fuera ya se escuchaba a un alto volumen; dentro se sentía que estallarían los oídos. Instintivamente Delia se cubrió los oídos y siguió a Susana de cerca, unos pasos atrás, Adrián las seguía moviendo su cabeza al ritmo de la música electrónica que un DJ reproducía al lado derecho; más apartado y donde la mayoría de los estudiantes se encontraban reunidos, bailando y bebiendo.

Alguien paso cerca de Susana golpeando su hombro y poco le importó, no tenía tiempo para reclamar a una persona que estaba segura se encontraba ebria, su prioridad era encontrar a un hombre que nunca le agradecería lo que hizo por él, oh, por supuesto lo sabía, las personas en estado de ebriedad tienen tendencia en olvidar la mayoría de las cosas que hicieron en un estado en el que no estuvieron en sus cinco sentidos.

Ambas estudiantes lograron reconocer a decenas de jóvenes; la mayoría egresados de la misma carrera que ellas cursaban. Entre una palma pequeña se encontraba pancho, chico que alguna que otra vez conversaba en la lonchería con ellas mientras aguardaba su pedido, y ahora mismo, expulsaba todo el contenido de su estómago. Delia al presenciarlo, descartó la idea de saludarlo y felicitarlo; ya habría un momento adecuado, uno en el que le encuentre en perfectas condiciones.

Comenzaba a marearse de ver tanto rostro conocido y desconocido, todos salían por doquier; abrazados, ebrios, algunos tropezaban entre otros, se caían y volvían a seguir su camino entre risas. Todo parecía estar saliendo de control y, al no encontrarlo por ningún lado, temía que estuviese peor.

— ¡¿La persona que dio la información dónde está?! —Gritó lo más fuerte que pudo para que Delia lograse escucharla entre todo el ruido prominente.

— ¡No tengo idea! —Era un reto encontrarlo, parecía haber desaparecido—, ¡Yo no veo a tu pandito!

En respuesta sólo negó, el hombre era escurridizo. Sin perder esperanzas siguió en su búsqueda, al menos, recorrió los alrededores por alrededor de quince minutos, hasta que al lado contrario de donde se encontraba el DJ, dentro de una alberca de gran tamaño estaba Elijah, rodeado de, en su mayoría amigos todos ya muy conocidos para Susana; recordaba quienes estaban con Elijah el día que lo vio por primera vez.

— ¡Bueno, el hombre ebrio del año ya apareció! —esta vez gritó Adrián, al reconocer a Elijah en la imagen que su hermana le mostró mientras venían de camino.

Justo ahora tenía un dilema en la cabeza entre, decidir si sonrojarse por lo que sus ojos apreciaban o molestarle que ese hombre sin saberlo la haya metido en muchos problemas en una sola noche. Ahora mismo, se suponía debía de estar saliendo del cine y yendo a casa después de pedir un taxi.

Frente a sus ojos, Elijah se comportaba como un auténtico niño que acababan de darle acceso a una caja de chocolates. Esta vez vestía una camisa blanca desabotonada hasta el pecho, dejando a la vista rayones que parecían ser de un marcador oscuro, un pantalón de vestir negro y ajustado, sujeto a un—y afortunadamente—cinturón de cuero negro. Elijah estaba totalmente vestido y empapado, en el centro de la alberca con un vaso desechable teniendo como contenido cerveza, saltando y tirando su bebida en cada salto.

Al no encontrar su saco alrededor, supuso que estaría en su camioneta o quizá no la trajo consigo. Eliminó la idea de molestarse, la oportunidad que tenía con él ahora mismo no era motivo de enojo, más tarde encontraría la forma de lidiar con sus padres.

— ¡¿Qué procede?! —Le gritó Delia, aun cubriéndose los oídos.

— ¡No me grites! —Amonestó, quitándole las manos de sus oídos—. Por si no lo has notado, el DJ se ha dado un descanso —su amiga rio, asintiendo—. En lo que respecta a éste, nos lo llevamos, porque nos lo llevamos.

— ¿Cómo esperas que lo saquemos de ahí? —inquirió Adrián, cruzándose de brazos a sus espaldas.

— ¿Y de qué otra forma más? Llamarlo, por supuesto —lo más obvio que podría hacer antes de plantearse sacarlo de la alberca a la fuerza.

—Adelante —sonrió, señalándole a Elijah.

— ¿Qué?

—Sí, ¿"Qué" esperas para llamarlo? —volvió a señalárselo, Delia.

Tomando valor, se encaminó a la alberca. Con cada paso, sus piernas le temblaban más, temía que le fallaran y pasara un momento de su vida mucho más bochornoso que el anterior. Se aferró a las cosas positivas que obtendría si lo sacaba de ahí y lo llevaba a casa a salvo, convirtió todas esas cosas en su bálsamo, hasta que olvidó su temor de acercase a la persona que la traía loca; dispuesta a hacer casi cualquier locura por ayudarle.

— ¡A-Elijah! —Era un avance, logró decir su nombre en voz alta. El nombrado no parecía haberla escuchado, seguía ajeno a ella—. Sordo y burro pandito —murmuró. Volvió a gritar, esta vez mucho más fuerte—. ¡Elijah, sal de esa alberca ahora mismo!  

 




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