1 de julio (día de graduación)
« ¿Volveremos a vernos? » Recordó perfectamente haberle preguntado, ella le respondió de cierta forma que sí. Le permitió volver a verla y jamás fue así, le hizo creer que podrían reencontrarse, volver a quedar, pasar el día, conociéndose, conversando de lo uno y lo otro, algo que nunca ocurrió.
En todo ese tiempo no volvieron a dirigirse la palabra, Elijah se deshizo del celular en cuanto perdió interés en ese aparato, fue tan desconsiderado que no se preocupó en pensar si esa decisión preocuparía a Susana; ella dependía de verlo en línea en Facebook para saber que se encontraba bien, y al ver que inesperadamente desapareció, le preocupó.
De nuevo, fue a causa de sus propias decisiones que no volvieran a verse en todo esos meses, él eligió colocar esa barrera por razones que desea explicarle en persona, porque ya no solo era haberse deshecho del celular.
Se obligó a centrarse en lo que hacía.
Sea informado del gran evento que se realizará en un par de horas, ha mantenido contacto con algunos conocidos de la generación que egresará ese día, sabe que Susana está entre ellos junto con sus amigas.
— ¿De verdad tienes que ir? —le dedicó una mirada divertida, sentado desde la cama individual de su hermano menor.
—Se lo debo, Ale —le observaba a través del espejo enorme, abotonándose el último botón de la camisa azul—. Además, no la he visto en mucho tiempo, necesito hablar con ella.
—Es porque tú no has querido hacerlo antes por obediente, y ahora quieres ir porque sabes que podría pasarla de maravilla sin ti; bailando con algún galán de su salón. ¿Temes que alguno de aquellos la cautive? —opinó, provocándole.
Hizo el ademán de ignorarlo, asegurándose que el cuello y mangas de la camisa estuviesen en su sitio, deteniéndose en la visible quemadura en la muñeca de la mano derecha; recientemente adquirió el traje rentándolo, se aseguró de plancharla esa misma mañana y en consecuencia terminó por quemarse. Lo suyo no era planchar, sin embargo la ocasión lo ameritaba, sus deseos porque Susana lo viera deslumbrante lo impulsaron a planchar su camisa, aunque su hermano Alejandro le repitiera hasta el cansancio que no tenía ni una sola arruga.
— ¿Duele? —Preguntó burlesco.
Apretó los labios, negando—. Tonterías —se limitó a decir, continuando mirándose al espejo.
El pantalón de vestir azul le sentaba de maravilla, el hombre que se lo proporcionó le aseguró que el color azul era la tendencia en primavera—verano, y teniendo un tono de piel más claro lo hacía resaltar un poco. Tomó por último el saco de la misma intensidad de azul que el pantalón, colocándosela y abotonando solo uno de los dos botones.
Cómodo y elegante, esas palabras describían como se sentía dentro de ese traje.
— ¡Mierda, ni yo me miro tanto en el espejo y eso que luzco mejor que tú! —se burló, jugueteando con la cortaba de un tono azul oscuro que se negó a usar Elijah.
—No pasas tanto tiempo viéndote porque temes que se quiebre —dio la espalda al espejo para enfrentar a su hermano, arrebatándole la corbata y arrojándolo sobre la almohada—. Deja de estar molestando, pareces un niño pequeño y escandaloso. Anda, sal de aquí que se me hace tarde.
— ¿Y qué le digo a papá? Sabes que se abalanzará sobre mí cuando no te vea en la tienda —ya comenzaba a imaginarse la reacción de su padre.
—Que he ido directo a la "distracción" —sonrió, guiñándole el ojo derecho.
—Desde hace tanto debiste hacerlo —palmeó su hombro, mientras ambos salían de la habitación.
[...]
Mientras condujo por las avenidas, una y otra vez recordó lo que le comentó Alejandro, sus palabras no eran más que ciertas. La preocupación por alguien que ni siquiera era nada suyo fue sembrada hace poco menos de una semana, cuando observó al menos una docena de fotografías donde aparecía con compañeros y amigos, vestida con un asombroso vestido oscuro, con aquellos risos que le gustaban —alisado en esa ocasión—, luciendo increíblemente hermosa...
Fueron los comentarios lo que provocaron que borrara la sonrisa boba con cada fotografía que miraba, algunos decían que lucía guapa, amigas comentaban por el vestido de su elección; esas fueron pasadas por alto en un principio, él no era más que un casi conocido en su vida, ni siquiera eran pareja, y aunque lo fuera sería de pésimo gusto para ella que se enterara que la vigilaba. Sin embargo, lo que le sorprendió fue ver un comentario de alguien que perfectamente conocía, y por como Susana respondía a sus comentarios parecía que también.
El rugido del motor cesó, y malhumorado al haber recordado todo, golpeó el volante de la camioneta con suma violencia, donde a continuación, recargó la frente, respirando profundamente, tratando de tranquilizarse.
—Este no eres tú, este no eres tú —repitió entre susurros, como si fuese su mantra.
Minutos más tarde, cuando creía encontrarse sereno, avanzó por el pequeño estacionamiento del casino de nombre "Dioses del olimpo", sitio mucho más grande que el casino que se rentó cuando se graduó.
Eran alrededor de las siete de la noche, no había nadie a cargo de la entrada en ese momento, así que entró sin demasiadas complicaciones, deteniéndose cerca de un poste de concreto, cubierto de globos de todos colores, aunque lucían todas rosas en tonos diferentes por la luz que proyectaba una maquina en cada esquina del lugar.
—Ese... ¿Ese es Elijah? —tiró del brazo con brusquedad a Delia, mostrándole a un hombre alto, vestido con suma elegancia, mirando a todas direcciones.
—Sin duda sí —afirmó, distinguiéndole por su singular corte de barba—. Pero mira lo que le trajo el pasado a panda. —achicó los ojos, analizándolo, ¿Qué hizo para haber entrado? Cuando a algunos de sus compañeros no se les permitió pasar por no haber terminado de pagar la entrada.
—Ha llegado un poco tarde, no creo que esté contenta de verlo —platicó a Delia.