Los espíritus empíreos

Capítulo 3: La segunda batalla

Igneus se mostraba algo preocupado por la estupidez que cometió al no pensar bien en la dirección en la que envió tanto al cadrán como a la konrana; según sus conjeturas calculadas el cadrán caería justo en la zona donde quedaba la cafetería en la que Luitor y Jilton trabajaban.

Ese par había estado trabajando en ese lugar desde las vacaciones anteriores, con tan solo quince años. Era algo indebido, pero tenían el permiso de sus padres, así que no importaba mucho; además, les daba experiencia laboral. Generalmente Luitor, más amante de la cocina, participaba en el horneado y elaboración de los productos, mientras que Jilton era más de ser mesero o ayudar con la mercancía y las ganancias.

Su jefa, la señorita Consuelo, una veinteañera de tez morena y actitud extrañamente agradable para su nacionalidad, era una mujer emprendedora que quiso poner su propia tienda y hasta ese momento le estaba dando éxito. No tenían ganancias millonarias, por supuesto, pero sí bastaba para mantenerse perfectamente ella y su familia.

En ese momento, alrededor de la tarde entre las tres y las cinco, finalmente habían terminado de guardar todas las cajas.

Pol fin —exclamó el de naranja liberando su hastío por cargar y revisar demasiadas cajas—. ¿Ya nos vamos, Luitor? —preguntó ocultando la evidente desesperación al no ver a su hermano junto a él si ya habían finalizado—. Aún no he tomado revancha por lo que Teilor me hizo el día en que cayén los espíritus.

—Ve llamando a Wilson, yo atenderé un asuntito por aquí —contestó quien vestía de amarillo con una sonrisa culposa, consciente de los deseos de Jilton.

—No puede ser —susurró resignado saliendo del lugar y asegurándose de no tener a algún potencial ladrón a la vista.

Al percatarse de que no había peligro, decidió seguir las palabras de Luitor y llamar a Wilson para que llegara. A pesar de la hora, el sol aún brillaba sin la interrupción de las nubes, por lo que las sombras estaban muy definidas. Jilton apuntó su mirada al suelo mientras trataba de sacar el teléfono hasta que atisbó una pequeña sombra formarse en el suelo. No le dio importancia hasta que notó cómo dicha sombra crecía, como si el objeto que la formara se estuviera acercando a dicho punto, por lo que vio al cielo, observando con estupefacción a un monstruo cayendo hacia cerca de donde estaba.

—¡¿Pero qué diantres?! —gritó sorprendido, para después cerrar los ojos, aceptando su fatal destino, ignorando la posibilidad de simplemente huir.

Sin embargo, segundos después, Jilton no sintió nada, así que abrió los ojos lentamente, encontrándose al héroe del fuego aguantando el impacto del cadrán con sus manos.

«¡¿Ese es… Wilson?!», pensó asombrado no solo por los cambios físicos al estar transformado (como que ahora era mucho más alto y maduro, resaltando su atlético cuerpo, dando un pequeño toque intimidante), sino porque una cosa era verlo a través de la televisión, otra que se lo cuenten y otra muy distinta presenciarlo a tan corta distancia.

Wilson o, mejor dicho, Igneus lanzó el cadrán hacia una zona libre de la gente: el estacionamiento público; el impacto del cadrán hizo temblar el suelo por un momento. Jilton tomó ese momento para apreciar la curiosa apariencia del cadrán: un teléfono moderno gigante.

—Justo a tiempo —expresó Igneus aliviado limpiando sus palmas, extrañando más a su hermano por su dicción.

—¿Qu-qué… clase de… monstruo es ese? —apenas pudo formular debido a la impresión,

—Lo importante ahora mismo es que Luitor y tú se mantengan lejos de esta zona —pidió Igneus lanzándose nuevamente ante el teléfono.

Jilton se quedó cerca de la puerta delantera, de la que salió Luitor algo alterado por el temblor—. ¿Qué está pasando…? Oh… Vaya —exclamó al darse cuenta de la escena de pelea—. ¡Qué chulo, una pelea al etilo anime en vivo!

—Debemos quedarnos aquí para no interrumpir su lucha —Le dijo Jilton tomándolo del brazo, pues Luitor ya se iba a acercar—. Así que conténtate con observar la pelea.

Sin embargo, ellos dos no eran los únicos en esa zona admirando la batalla en la que el teléfono malévolo, mientras maldecía a los ladrones en voz alta —que hizo conjeturar a Igneus y a Jilton que ese fue el motivo de su creación: la ira de que le robaran el celular—, disparaba rayos que eran esquivados por Igneus; también se hallaban periodistas y noticieros con camarógrafos narrando y filmando y algunos transeúntes chismosos y entrometidos que decidían arriesgar sus tan preciadas vidas con tal de observar la extraordinaria escena.

—¡Toma esto! —habló Igneus tras haber lanzado bolas de fuego al cadrán, quien terminó en el suelo.

Aprovechándose de su vulnerabilidad, iba a acabar con él rápidamente y terminar todo eso, pero recibió un puñetazo por la derecha, cortesía de Céline, que lo mandó a volar unos metros, deslizándose por el asfalto.

—¡Ja! ¡Vamos, cadrán inútil, levántate y continúa…! ¡Arrebata su orbe! —ordenó la rubia. «Le entregaré el espíritu del fuego a nuestro líder y me nombrará capitana, podré comandar mi propia tropa y explorar más tierras en la zona de Xiekra», fantaseó con éxtasis disponiéndose a atacar al héroe nuevamente, evitando que este acabara con el cadrán, quien se fortaleció (de manera que, para terminar con él, habría que batallarlo de nuevo).




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.