La alarma sonó retumbando e interrumpiendo el sueño de los seis muchachos; era un lunes a las cuatro de la mañana. A pesar de ser algo de rutina, era imposible acostumbrarse. Wilson se levantó irritado a calentar una olla con agua durante quince minutos y echarla en el cubo de agua para bañarse él y otro de sus hermanos; mientras el segundo se bañare, otra olla de agua se calentaba para los próximos dos. El primero en ir al baño fue Wilson, seguido por Luitor, luego Teilor, Jilton, Deimon y por último Yeison.
Durante el lapso entre que se despertaron y que el último de ellos fuera al baño, el bombillo de la habitación estuvo apagado; sin embargo, una vez Yeison entró a la habitación después de asearse, encendió el bombillo,
—¿Qué está pasando? —preguntó quejica el águelo al recibir de golpe la luz blanca sobre sus ojos.
—Nos preparamos para la escuela —explicó Wilson terminándose de colocar la corbata.
—¡Cierto, la escuela! —exclamó Lîf flotando de la cama rápidamente; al estar en su forma de hada no disponía de necesidades, por lo que no era necesario para él asearse o comer—. Acordamos en que iría con ustedes, ¿no es así? ¡No puedo esperar a ver…!
—Cállate o baja la voz, que estamos en la madrugada —acalló Yeison, algo aturdido por los casi gritos a esas horas.
—Perdón, perdón… —Se disculpó brevemente—. No puedo esperar a ver cómo es una escuela, y más la de los mismísimos guerreros empíreos —exclamó casi susurrando.
—Tampoco es que sea la gran vaina, pero de que sirve, sirve —contestó Teilor cerrando su mochila.
El uniforme de los hermanos correspondía al de una escuela politécnica de su país. Corbata negra con el nombre de la escuela escrito en blanco: Escuela Técnico Profesional Acateza. La camisa era blanca, con el logo de la escuela sobre la zona del corazón, la cual consistía en el nombre Acateza cosido con letra cursiva de color celeste con la mitad superior de la luna llena detrás, como si fuera un amanecer lunar. El pantalón era azul oscuro, calcetines blancos y zapatos y cinturón negros.
Wilson, Jilton y Luitor tenían cosido en el borde de la manga en color azul Servicios Culinarios, mientras que Yeison, Deimon y Teilor tenían Producción de Audiovisuales. Por lo que se puede observar, ya es notorio que los sextillizos no estaban en el mismo curso; sí en el mismo grado, 5to de Secundaria (el penúltimo año escolar, para generalizar).
Desayunaron en la mesa pan con café con leche. Jilton y Yeison tenían sus respectivos celulares al lado suyo. En eso, una notificación aparentemente aleatoria apareció en el celular del de naranja.
—Vaya… La magnate suiza de origen portugués Emília Schweizer vendrá el próximo fin de semana a República Dominicana —leyó despreocupadamente para después tomarse un sorbo de la taza, pero casi se ahoga al darse cuenta—. ¿Emília Schweizer? ¿Aquí en este país? —exclamó llamando la atención de sus hermanos.
—¿La mismísima Emília Schweizer? —inquirió Teilor, pues conocía la importancia de aquella mujer en el mundo.
—Sé que ustedes la han mencionado, pero… ¿quién es esa señora? —preguntó Yeison—. Creo que siempre leía cuando escuchaba ese nombre.
—Emília Schweizer tiene por apodo «la millonaria honrada» —respondió Jilton—. De familia multimillonaria y manteniendo su estatus al casarse con el suizo Hans Schweizer, Emília Schweizer, antes Amorim, se planteó la idea más utópica: ayudar a las empresas millonarias a ser más ecológicas.
—¿Millonaria honrada? —preguntó Luitor.
—O sea, que ha mantenido su capital sin recurrir a métodos ilegales. Es todo un ejemplo a seguir, a diferencia de como se concibe a los ricachones —explicó Teilor.
—Una millonaria honesta… suena raro —murmuró Deimon.
—Hasta parece un oxímoron —agregó Yeison.
—Continúo —dijo Jilton antes de aclarar su garganta—: ella quiere contribuir a aliviar los efectos del cambio climático, pues, como es conocido, suelen ser las empresas las principales enemigas de legislación de leyes más beneficiosas para el planeta. Ella ha creado empresas para el rescate de animales y para crear instrumentos y maquinarias de energías limpias.
—También es conocida por ser de las mujeres más altas del mundo. Actualmente medía unos 2.4 metros, tan solo unos centímetros por debajo del récord Guinness —añadió Teilor—. Y contribuir con su capital a la creación de juegos independientes. El octavo arte, lo llama ella.
—Me sigue pareciendo extraño que una mujer en sus cincuentas se interese tanto por videojuegos —opinó Wilson.
—A ti te interesa el fútbol con quince, ¿qué diferencia hay? —Yeison dio el último mordisco al pan.
—No empiecen ustedes dos. —Jilton hizo un ademán a Wilson, quien ya estaba por contestar a gritos—. En fin… ¿Se imaginan que yo la pueda conocer?
—Soñar no cuesta nada, Jilton —dijo Yeison tras acabar de desayunar.
Jilton les mostró una imagen de la mujer y su familia, una mujer de tez blanca, ojos grises y cabellos blanquecinos con algunos mechones negros y grises, bastante alta en comparación a su marido. El hombre tenía la piel bronceada, el cabello lacio, del mismo negro canoso que su mujer, y los ojos azules.