Era jueves y le tocaba a Marcos en la noche hacer horas extras. Su supervisora tenía toda la semana coquetiándole. Este al ser un hombre le gustaba lo coqueta que solía ser ella con él. De hecho no le incomodaba pero tenían que cuidar de su reputación y su trabajo ya que los besos y las caricias estaban prohibidas en la empresa. Marcos se encontraba tecleando la computadora cuando de pronto sintió que fui en le había rosado, giró su cabeza a ver quién era pero no vio a nadie. Continuó tecleando, sintió que le habían quitado un zapato, su rostro cambió, arrugó la cara y paró de teclear.
—No me gustan las malditas bromas —espetó —. ¡¿Quién diablos me está haciendo la vida imposible?! ¡Estoy trabajando maldita sea!
Se agachó a buscar su zapato, lo vio a un metro de la mesa, pasó a recogerlo y se lo puso. Cuando retornó a su lugar Nelly; su supervisora apareció a supervisar a que él estuviera trabajando.
—Buenas noches Marcos. ¿Todo bien? —entró al área.
—Sí.
—¿Estás molesto? ¿Sucede algo? —cuestionó Nelly.
—No sucede nada —respondió.
Se aproximó a él dándole masajes a su hombre.
—Nelly por favor estamos trabajando, no quiero que me voten —protestó.
Ella se acercó a su oído.
—No te preocupes conozco al que monitorea las cámaras de esta planta —le susurró Nelly, luego le mordió un oído.
Se sentó en la mesa pasando la mano por su cabello.
—No me tientes —aclamó Marcos.
De pronto se escuchó algo extraño, ambos se pusieron en alerta, cuando miraron hacia la puerta principal del área vieron a un niño pequeño ensangrentado, con marcas en todo su cuerpo pero la visión era un poco borrosa porque era obvio que era un fantasma. Nelly se asustó y abrazó a Marcos.
—Marcos vámonos de aquí —dijo Nelly.
Ambos huyeron por otra puerta miraban hacia atrás y el niño los perseguían cuando dejaron de verlo se escondieron en un cuarto pequeño donde sólo estaban las cosas necesarias para limpiar.