Qué costumbre mía de chocar con niños, Lucrecia enseguida se agacha.
Empiezo a toser, mi esposa me mira mal.
Me da un fuerte abrazo, sin importar que lucrecia me mire mal le correspondo siento un fuerte sentimiento.
Lo vemos salir corriendo.
Me entretengo mirando la nueva joyería de princess.
Lucrecia es de gustos baratos y tiene muy poca joyas.
Le pongo otro accesorio a la cadena que le regale hace unos meses.
Ambos queríamos decirnos te amo pero ninguno se atrevía a decir la verdad.
Llevo horas en juntas con nuevos inversionistas la cabeza me duele quisiera desaparecer
Lucrecia a pesar de tener dinero siempre ha trabajado le gusta ser una mujer independiente, lastima que no podramos tener hijos.
Desde que mi familia y la familia Meyer descubrió mi amorío con Rosse no habíamos echo negocios.
Parece que le sigo cayendo mal.
Tanto mi padre como mi abuelo se tomaron muy enserio sobre la herencia y su primer nieto.
Lucrecia prefiere quedarse callada, mi mamá la ama pero los Ferrer la odian según ellos no tienen los pantalones de llevar el apellido.
Caminó hasta donde me llevan las voces de lejos puedo distinguir tres sombras dos se muestran los rostros de los niños que he chocado.
Me levanto con el corazón acelerado, no solo mi esposa está mirándome si no también mis padres.
Salgo sin contestar no quiero pelear ni mucho menos que mi esposa se sienta mal.
Son las tres de la mañana y parece que los nuevos vecinos son madrugadores.
Miro a la señora algo mayor junto a un perro.
Solo le sonrió cuando la veo irse y en medio camino tropieza con un juguete.
Los momentos vividos con Rosse se repiten en mi cabeza, abro la galería de mi teléfono donde guardo una de nuestras fotografías favoritas.
Suelto un suspiro agotador.
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Editado: 28.08.2024