Cuando lo vieron cubierto de sangre, los policías no tuvieron dudas y lo cernieron a balas, en medio de los gritos de horror de una chica salpicada por la sangre del tipo.
Después de examinar el lugar, encontraron los restos de otro hombre con un puñal clavado en su pecho, agonizando, pero riendo antes de dar su último suspiro.
Los oficiales tomaron este gesto como un agradecimiento por ayudar a la chica y los llevaron, a los muertos a la morgue y la chica al hospital.
Las heridas de la chica no eran graves, pero yacía inconsciente por los traumas sufridos.
Después de los exámenes pertinentes, se le asignó un centro de rehabilitación psicológico para tratar sus traumas, los cuales se asumían como lo normal para este caso.
Mientras tanto, los forenses realizaban el levantamiento de la escena, analizaban las evidencias, recogían muestras y documentaban las cosas según dictaba el protocolo.
A medida que se iba desvelando el caso, el detective de turno iba palideciendo ante lo que descubría, ante la sorpresa de sus compañeros, quienes solo al verlo en ese estado, también palidecían.
El, habitualmente mantenía discreto su trabajo, nunca quiso que nadie interfiriera ni que se filtrara información sensible. A pesar de todo, acostumbraba a dejar notas a sus compañeros cuando algo importante surgía.
Esa mañana, llegaron los análisis de sangre de los tres presentes en la escena del crimen y palideció más aun de lo que se podría imaginar posible.
Rápidamente corrió a su escritorio, revolvió sus cosas y escribió una nota a sus compañeros, antes de salir a toda prisa por las puertas de la estación.
Sus compañeros, entendiendo lo urgente del asunto, se dispersaron en las direcciones que decía la nota siguiendo fielmente los instintos de su experimentado compañero.
El silencio de la recepción en el hospital psiquiátrico fue interrumpido por el detective, quien inquirió por el estado de la víctima.
La recepcionista, visiblemente inquieta, trataba de quitarle el tiempo con procedimientos exagerados, cuelgues de sistema y otras excusas, hasta que un enfermero se acercó reportando indiscretamente la ausencia de resultados de la búsqueda.
El detective, comprendiendo la situación, corrió por sobre todas las seguridades hasta la habitación de la víctima, descubriéndola vacía.
Mientras revisaba el lugar, en busca de algo que indique la dirección que habría tomado la chica, recibió la llamada de uno de sus compañeros, quien se encontraba en la escena del crimen.
Fue encontrada una nueva mancha de sangre, reciente y tipo salpicadura, sobre los lugares donde ambos cadáveres fueron hallados.
Volviendo a palidecer, se apresuró a correr al último lugar que quería ir, la morgue, pues sospechaba que la víctima podría estar en ese lugar.
En el camino, recibió la llamada de un segundo compañero diciendo que la habían encontrado.
Estaba totalmente desangrada, el cuello cercenado tan severamente que ni estando en un hospital hubiese podido ser salvada, pero estaba haciendo algo que no comprendían antes de morir.
El detective colgó la llamada sin esperar a que el compañero acabara su explicación, suspirando y tratando de contener las lágrimas.
Al llegar a la morgue, su rostro sudado no permitía notar las lágrimas de angustia que corrían por sus mejillas y, caminando cuatro pasos hacia la víctima, cayó de rodillas, devastado por comprender que lo que sospechaba era totalmente cierto.
Algunas horas después, el detective ya calmado recibió la notificación de que la chica también habia sido llevada a la morgue, pero puesta a lado del presunto agresor.
El reporte de levantamiento decía que la chica había muerto desangrada, abrazando al cadáver de su presunto agresor, quien estaba en una de las cámaras frigoríficas a la espera de los procedimientos necesarios para enterrarlo.
Sus compañeros, unos más asustados que otros, esperaban ansiosos las conclusiones del detective, mientras mantenían las puertas de la estación cerradas y reteniéndolas para evitar que nadie entre.
Con el rostro enterrado entre las manos, aclaro los siguientes puntos:
1. La chica huyo del hospital voluntariamente al recordar los sucesos
2. En su desesperación y enajenamiento de la realidad, volvió al lugar de los hechos para poder comprender la situación.
3. Cuando se dio cuenta de que no era un sueño, se cortó el cuello buscando suicidarse.
4. Antes de morir, quiso despedirse de su padre.
El silencio que se creó en la sala era inquietante, tantas personas reunidas no podían crearlo sin dejar de respirar.
Desde atrás del grupo, un detective, impactado pero alejado debido a lo apretado que era el grupo alrededor del detective principal dijo:
— La chica estaba abrazando a su presunto agresor, muerto por múltiples disparos de bala por parte del a policía. — dudando un poco y sin querer creer lo que quería decir continuó — ¿Quieres decir que el agresor era el padre?
El detective principal, con el dolor notándose en sus palabras continuo.