Era una habitación grande, enorme y color azul claro, como el cielo despejado de una mañana cálida y fresca, pero estaba vacía.
El tomo pintura y una brocha para comenzar a cubrir el color anterior con cada pasada.
Comenzó con las paredes, lentamente y meditando durante cada pasada.
Con una escalera continuo con el techo con la misma parsimonia que antes.
Lo siguiente fue el suelo, cubierto de brillantes baldosas de cerámica y lo cubrió de pintura negra.
Cuando terminó, vio su obra con indiferencia y quitó todas las herramientas que había traído.
Usando un pincel más pequeño, gastó muchos días en dibujar puntos blancos de diversos tamaños en las paredes.
Con la misma paciencia dibujo algunas constelaciones también en el techo con la pintura blanca, dejando un bombillo de luz negra a manera de estrella agonizante. Y al suelo lo cubrió con puntos más pequeños y elaborados usando un pincel más preciso.
Cuando termino y hubo secado, volvió a mirar su trabajo con indiferencia, volviendo a sacar todas sus herramientas del lugar.
Regresó y cerró la puerta, también pintada de negro y cubierta de puntos blancos, se sentó en el centro de la habitación vacía y acurrucándose en posición fetal, cedió a las lágrimas, bajo la tenue iluminación de una estrella agonizante.