Una taza de café.
Dos tazas de café
Tres tazas de café.
La angustia del tiempo que se me escapa por dormir es tal que necesito cada vez más tazas de café para mantenerme despierto, consiente en este mundo acelerado que me da menos margen de holgura, asfixiándome entre responsabilidades cada vez más absurdas pero imprescindibles.
Imprescindibles
Absurdas.
Quince tazas de café.
Situaciones absurdas.
Veinte tazas de café.
Tareas imprescindibles.
Veinticinco tazas de café.
El trabajo me ahoga, pierdo tiempo tomando café como si esto me hiciera ganar algo.
Mis manos tiemblan, yo tiemblo, el mundo tiembla, la oficina se torna de extraños colores abstractos, luego nada, luego normal.
Las grandes columnas de papeles empiezan a bajar, lentamente y a momentos más rápido, pero mucho más rápido de lo que antes se podría llamar movimiento estático, tan rápido como un edificio, tan rápido como las placas tectónicas, tan infinito como quitarle un grano de arena al mar.
Se reducen las columnas de papel, se acumulan torres de tazas de café, de plástico, de porcelana, de plástico, de porcelana, de plástico, de porcelana...
Los papeles se desplazan más rápido, la columna parece derretirse. Si se acaba, podre irme a casa, al fin en casa después de seis noches sin dormir, en casa, en oficina, sin dormir, sin descansar, solo café, más café, treinta tazas de café hoy, desde la mañana, hasta ahora, cuarenta tazas de café.
El temblor de mis manos se ha detenido, la torre de papeles ha dejado de reducirse, solo queda un papel, no puedo moverlo, no se mueve, tengo que terminar, no se mueve, no termino, ¡¡NO TERMINO!!
Debo terminar, pero no se mueve, ¡No se mueve!
De hecho, nada se mueve, deben moverse.
Me levanto de mi silla, de hecho, tengo que saltarla, esta fija en su espacio.
Mi escritorio está quieto, debe mantenerse quieto, y lo hace, pero los papeles no se mueven.
El lápiz en mi mano se mueve, no lo he soltado, pero cada vez se calienta más.
Se está carbonizando, la madera se oscurece y lo arrojo lejos para no quemarme, pero se queda suspendido en el aire, en el aire, carbonizado, no se mueve...
Todo está en silencio, el reloj muestra solo unos segmentos a la vez de los números, pero se mueve.
En un ciclo, se mueve, increíblemente lento, segmento a segmento, pero lo hace.
El de manecillas muestra las cuatro de la mañana, no se mueve, debe hacerlo, pero no lo hace.
Camino entre los pasillos, todo está muy oscuro, muy brillante.
Afuera las luces de la ciudad están quietas, un extraño lienzo de luces y desenfoque de desplazamiento forman un cuadro psicodélico, extraño y perturbador.
No había meditado en lo largo que son los pasillos, ni en esa luz que al parecer no funciona, hasta esta mañana era intermitente, ¡Mira, se acaba de encender!
Con el parpadeo, una sombra, una sombra difusa aparece, se mueve, fluido, se mueve como yo lo estoy haciendo.
La luz se apaga, no veo la sombra, pero siento miedo.
Corro de nuevo a la oficina, intento cerrar la puerta, pero esta fija en el espacio, no se mueve.
Golpeo con fuerza, se agrieta, pero sigue sin moverse.
La luz vuelve a encenderse, un extraño individuo se acerca a paso lento, la sombra difusa se aclara, ¡la sombra lleva un hacha! ¿Dónde está el hacha? ¿Cómo se mueve?
El mundo se aletarga cada vez más, el tipo se acerca cada vez más, la oficina esta vacía, nada se mueve, solo yo me muevo, un tipo también lo hace y me está dando alcance.
Me arrincona, me apunta con un arma, el tipo tiene una máscara, una calavera de algún animal, y un arma, una escopeta o algo parecido.
Uso mi bastón para golearlo, le tuerzo el cuello, pero el bastón ha dejado de moverse, queda suspendido en el aire.
La máscara se ha caído, su rostro es horrible, intento huir, pero me golpea y deja en un rincón.
Cuelga algo de su mano, algo rojo, lo aprieta y todo deja de moverse incluso yo.