Si son adolescentes, si viven en una nueva ciudad, si apenas conocen personas en su nueva escuela, si se sienten solos, si pasan cosas raras en la mansión que heredaron, si tienen amigos que los ayudan a explorar su nueva casa y a encontrar cosas raras en ella, si un compañero de su clase los lesiona y trata de atacarlos en múltiples ocasiones, si cosas extrañas pasan alrededor de ustedes, si se dan cuenta de que sus nuevos y extraños amigos ya se conocían de antes y saben más de ti que tú mismo, creo que es hora de preocuparse: ¡Bienvenidos a mi vida!
En aquella ocasión, estaba en el cuarto de limpieza de la escuela. Encerrado con Bárbara, la futura periodista, policía o presidenta del país. Clear, la superficial aunque sentimental, popular y adinerada chica atractiva que vive solo para su novio. Y un chico flacucho de aspecto nerd que apenas hablaba en clase llamado Kevin. Un día normal en mi vida. Luego de ser atacados, de haber sobrevivido a un temporal inusualmente peligroso y darme cuenta de que algo no encajaba en esta historia (comenzando por los tipos de la tormenta), ya nada podía sorprenderme más.
O eso pensé hasta que escuché de la boca de Bárbara que ella, Clear y Kevin eran... viejos amigos. Imaginarme a esos tres jugando juntos o siquiera hablando en los recesos se me hacía imposible.
Bárbara no dejaba de hablar y tratar de explicarlo absolutamente todo, con lujo de detalles, pero sólo me confundía cada vez más. Entendí que eran amigos hace años, bla bla bla, después ya no, bla bla bla, sus familias vivieron en Salem durante generaciones, bla bla bla, de niños pasaban mucho tiempos juntos y cosas así de densas. Todo "normal".
La parte que me puso piel de gallina fue cuando dijeron que sus tatarabuelos y generaciones anteriores... eran brujos. No solo eso, sino también que siempre tenían un gato negro con ellos, como si fuera su ángel guardián. Esas leyendas volvían a surgir.
Con razón Bárbara defendía tan valientemente las supuestas leyendas urbanas de aquella ciudad... ¡Ella creía con todo su ser en la magia y cosas así! Era como una tradición en su familia. Ahí caí en cuenta que si era una tradición en su familia, entonces ella... Oh-oh... La miré a los ojos, pero esta vez la veía de otra manera. Eso explicaba mucho.
–¿Tú... crees en esas cosas? ¿Haces alguna de esas cosas? ¿Crees en esas leyendas de los gatos? –inquirí con seriedad, empezaba a pensar que estaba loca.
–Tú crees en Dios y yo no te digo nada –se excusó y a la vez lo admitió.
–¡¿Dónde le ves sentido a eso?! ¿Cómo rayos puede ser posible? –espeté con espanto.
–No menciones a los rayos, por favor –suplicó Kevin en un susurro mientras consolaba a Clear.
–Te estás salteando partes. Aún no dijiste que pasó allá afuera –comentó Clear, mientras se sonaba la nariz, devolviéndola a su narración. Puse los ojos en blanco y lancé un suspiro. Así no llegaríamos a ningún lado, estábamos perdiendo valioso tiempo encerrados allí.
–Y aclara el mensaje, el chico no sabe nada de nada –sugirió Kevin. No entendía cómo es que él comprendía ese tema más que yo, ¡Incluso lo creía sin duda alguna! Podía verlo en sus ojos. Mi escepticismo hacia la magia era grande. ¿Esperaban que me trague ese cuento de que eran brujos y sus familias también?
–¡¿Por qué no lo cuentan ustedes?! –exclamó Bárbara.
–Oigan, aún sigo aquí...–dije clamando por algo de atención a mis dudas.
Luego continuó hablando y hablando, mientras mi mente se iba enfocando en cualquier otra cosa. Lo siguiente que oí claramente fue:
–...Así es como mi bisabuelo conoció a tu abuelo.
–Espera, espera, ¿Qué? ¡¿Cómo dices?! –pregunté histericamente, volviendo a prestar atención a lo que relataba.
–Fue algo así como su mentor en la hechicería, en sus buenos tiempos –respondió Bárbara.
–Mi abuelo... ¿Haciendo magia? –pregunté torciendo mi expresión, ¿Él era parte de todas esas cosas raras? No, no tenía sentido... o tal vez sí.
–Si quieres decirle así, sí –dijo ella restándole importancia con un gesto, como toda una creyente. Al principio esa idea me pareció totalmente descabellada, fuera de tema y una mentira. Pero de a poco empecé a darme cuenta de que así las cosas tendrían más sentido, ¿No? Los libros, los pasadizos, ese torpe gato metiche, las cosas raras en su última carta, en la mansión... Tenía sentido, visto desde esa manera. Era como si de pronto todas las piezas encajaran. Más tarde volvería a revisar la mansión, eso era seguro. No quedaría habitación sin ser registrada.
Luego de pasar un par de minutos meditando seriamente en el tema, Kevin rompió el silencio tosiendo.