Iris recorrió un pasillo sombrío. Ya lo había transitado otras muchas veces, pero, esta vez, por fin pudo reconocerlo. Eran los pasillos de la orden. Avanzaba a través de ellos en lapsos de tiempo que se entrecortaban, hasta llegar a unas puertas de las que no podía discernir su ubicación. Un pestañeo y se descubría al otro lado, en una sala enorme y diáfana, en la que se palpaba una atmósfera de solemnidad. Al fondo, había tres asientos de piedra, como si fueran los tronos gigantescos de unas antiguas deidades. Dos personas los ocupaban, pero los movimientos desformaban sus rostros haciéndolos irreconocibles. Alguien estaba de pie junto a ella, solo podía ver su sombra de soslayo, pero jamás había llegado a mirar a esa persona a la cara. Nunca, hasta aquel día. Iris se giró hacia la presencia que la acompañaba, y un escalofrío recorrió su espina dorsal al contemplar la mirada penetrante de Dreiss. De repente, unos golpes comenzaron a reverberar entre las amplias paredes del salón. Iris sintió que el suelo se movía bajos sus pies. Y, entonces, dio un respingo sobre la cama.
«Toc, toc, toc.»
Suspiró aliviada al descubrir que los golpes en su puerta la habían rescatado de aquel sueño tan agobiante. Aunque también se había quedado con la intriga de saber qué pasaría a continuación. Había tenido cientos de veces ese mismo sueño, pero esta era la primera vez que llegaba tan lejos.
«Toc, toc, toc.»
—Iris, ¿estás ahí? —se oyó la voz susurrante de Luna al otro lado de la puerta.
—Sí —respondió ella, con la voz pesada de quien se acaba de despertar—, voy.
La chica arrastró los pies hasta la puerta y abrió a su amiga.
—¿Se puede saber qué estabas haciendo? —Luna se sorprendió cuando reparó en su rostro hinchado—. ¿Estabas durmiendo?
—He tenido un mal día y solo me apetecía dormir. —Iris se dio media vuelta en dirección a la cama—. Anda, pasa.
Luna cerró la puerta y la siguió. Ambas se sentaron, una al lado de la otra, en el reborde del colchón.
—Dime, ¿qué te ha pasado esta vez?
—He discutido con Álex. Al parecer, prefiere creer a Lira sin tan siquiera escuchar mi versión. Y, luego, ella ha aparecido para hacerse la víctima.
—Ese chico es imbécil. Deberías pasar de él.
—Eso es lo que debería hacer. —La chica vaciló por un momento y suspiró—: Si es que fuera tan fácil olvidarlo.
—El amor es un rollo. —El comentario consiguió arrancar una pequeña sonrisa en Iris—. Pero tengo la sensación de que hay algo más. —Luna la tomó de la mano—. ¿Quieres contármelo?
—Dreiss ha enviado a los chicos a una misión. He querido acompañarlos, pero él me lo ha prohibido. Dice que aún no estoy preparada.
—Puede que tenga razón. —Iris la miró con cierta molestia—. Ellos llevan mucho más tiempo perfeccionando sus habilidades, tú apenas llevas unas cuantas semanas.
—¿Y cuándo es suficiente? —La chica se encogió de hombros—. Nunca lo sabremos si no me permiten demostrarlo.
—Ten paciencia —le dijo Luna, con voz suave.
Iris suspiró.
—De todas formas, ahora mismo no es eso lo que tengo en la cabeza. —Luna la miró expectante—. ¿Recuerdas ese sueño recurrente que suelo tener? Hoy lo he visto con mayor claridad. El sitio en el que estaba era este, la orden.
Luna se sorprendió al escucharlo.
—¿Estás segura? —La expresión de Iris lo confirmó—. ¿Cómo es posible que soñaras con un sitio en el que nunca habías estado?
La chica encogió los hombros.
—Mi padre estuvo aquí, tal vez me trajera alguna vez siendo un bebé.
—Tengo entendido que, a esa edad, los niños aún no guardan recuerdos.
—No lo sé, la verdad. He reconocido los pasillos de la orden, pero he llegado hasta una puerta que no he podido reconocer, no la he visto antes en ninguna parte del edificio. Ni tampoco he oído hablar de esa sala enorme con los tres asientos.
—Tal vez estés mezclando el sueño con tus nuevos recuerdos de la orden. De todas formas, este sitio tiene un montón de puertas. A saber.
—No, no era una puerta normal. —Iris entornó los ojos, haciendo un esfuerzo por recordarla—. Era tan grande como la de la biblioteca. Estaba encajada en un arco de piedra con figuras talladas. Y la madera era muy lisa, reflejaba mucho la luz. Aunque no era luz natural. Se movía y le daba a la puerta un toque anaranjado. Más bien creo que eran candiles. También recuerdo un picaporte dorado y una alfombra roja en el suelo. —La chica sacudió la cabeza—. Me acordaría de haber visto una puerta así.
—Desde luego —afirmó Luna—. Yo tampoco he visto nada parecido.
—¿Recuerdas que te dije que había alguien junto a mí, además de las dos personas en los asientos?
—Sí. Decías que no llegabas a mirar nunca, pero algo te hacía pensar que era un hombre.
—Exacto. Pues hoy, por fin, he mirado hacia él. —Iris hizo una pausa dramática y su amiga enarcó las cejas con expectación—. Era Dreiss, Luna.
—¿Estás segura?
—Segurísima. Aunque también había algo extraño en eso. —La chica volvió a entornar los ojos para rememorar la escena—. Era como si yo estuviera subida encima en algún sitio. Dreiss es más alto que yo, me saca más de un palmo. Pero, en el sueño, lo estaba mirando casi de frente. —Sacudió la cabeza al caer en la cuenta de algo más—. No sé si era por la posición, pero había algo raro en él. Estaba distinto.
—¿Cómo que distinto?
—No lo sé. Cambiado. Como si fuera más joven.
Luna no pudo evitar echarse a reír, y la otra chica la miró desconcertada.
—¿Pero es que Dreiss alguna vez ha sido joven? —Aunque Iris no se tomó muy bien de primeras aquel comentario, acabó por acompañar a Luna en su risotada—. De todas formas, ya te dije que no me gustaba este sitio. Hay demasiado secretismo y malos rollos. Dreiss siempre con su «te lo diré cuando estés preparada» —imitó al mago de manera burlona.
—Tienes razón. —Iris suspiró—. Aun así, creo que estamos más seguras aquí que en cualquier otro sitio.
Editado: 30.12.2023