Los Guardianes de la Hermandad: Cenizas

Capítulo 41

Estaba anocheciendo cuando Gael recorrió los pasillos del hospital, que ya solo estaban iluminados por el tenue resplandor de las luces de emergencia. El horario de visitas había terminado, y lo único que se veía era algún que otro acompañante estirando las piernas y a los enfermeros de guardia vigilando que los pacientes se encontrasen bien. Todos ellos miraban al joven a su paso por el edificio, pero nadie llegó a pedirle explicaciones de por qué se encontraba allí. Tal vez, pensaron que se trataba del familiar de algún enfermo, o que fuera miembro del personal. Como fuese, no le costó ningún esfuerzo llegar hasta la habitación quinientos veintitrés, que era en la que se encontraba Delia.

Abrió la puerta despacio, y la lentitud con que esta se movió acentuó el chirrido de las bisagras, que silbaron como una risa malévola. Se asomó con precaución, previniendo una posible emboscada por parte de Dreiss. Sin embargo, descubrió que no había nadie allí dentro. Solo la mujer.

Se acercó a Delia, receloso, con el temor de descubrir que ya hubiese dejado de respirar. Sin embargo, las máquinas pronto revelaron que aún seguía con vida. El chico pudo sentir el alivio al percatarse de ello.

Quiso sacar el móvil para avisar a Iris, pero un último vistazo a la mujer lo detuvo. Observarla en coma, habiéndose quedado tan delgada desde la última vez que la vio, le removió la consciencia. De modo que se puso tras el cabecero de la cama e impuso las manos sobre ella, las palmas casi podían rozar las sienes de la mujer. Cerró los ojos y se concentró hasta introducirse en su mente, donde buscó una manera de hacerla despertar. Sin embargo, acabó inmerso en un laberinto tan retorcido que no conseguía vislumbrar una forma de salir de él.

—Maldita sea, Lira... —se dijo, y abandonó su mente con resignación—. Es imposible deshacer esa maraña —suspiró, dejando caer los hombros en un gesto de derrota.

—¿Impresionado? —se oyó la voz de Lira, al otro lado de la puerta.

Gael levantó la mirada y retrocedió, sobresaltado por la inesperada presencia de su antigua compañera. Luego, trató de disimularlo al fingir una postura natural. Sin embargo, sus músculos se mantuvieron en cierto grado de tensión, preparados para enfrentarse a la chica en el momento que fuera necesario.

—A veces, el alumno supera al maestro —respondió él.

Lira se rio.

—Eso tampoco tiene tanto mérito, Gael. Es fácil superar a alguien que siempre ha sido más débil que tú.

—Aún estás a tiempo, Lira —quiso convencerla—. Únete a nosotros y acabemos con la tiranía de Dreiss.

—Es una oferta muy tentadora —le confesó, con aparente gesto pensativo.

—Tú has estado en la orden más tiempo que ninguno de nosotros. Tú más que nadie debes haberte dado cuenta de cómo es Dreiss en realidad.

—En eso tienes toda la razón, amigo mío. No hay nadie que conozca mejor a Dreiss que yo.

—Es malvado, y me arrepiento cada día de haberme prestado a sus oscuros propósitos. —Gael se acercó un poco más a Lira, intentado generar confianza con ello—. Hemos hecho cosas por él de las que no deberíamos sentirnos orgullosos. Pero, ahora, podemos enmendar todos nuestros errores.

—Gael, Gael, Gael... —respondió ella, deambulando despacio por la habitación—. ¿Cuándo te darás cuenta de lo ignorante que eres?

—Es a ti a quien aún mantiene engañada —replicó él—. Todos lo hemos visto. Luna lo supo desde el mismo instante en que lo conoció. Iris sufrió en sus propias carnes el error de no haberse percatado a tiempo. Y yo ya lo llevaba sospechando desde hacía meses. Incluso Álex acabó dándose cuenta, y sacrificó su vida por enmendar su error.

—¡Ni se te ocurra volver a nombrar a Álex! —le advirtió ella—. Él confiaba en nosotros. Jamás nos hubiera traicionado de no haber estado bajo el hechizo de esa miserable.

—Lira, por favor, recapacita —insistió Gael—. Sé que aún queda bondad en tu corazón.

La chica rio con desdén.

—Tú no sabes nada de mí, Gael. Te crees muy listo, pero hay demasiadas cosas de las que no tienes ni idea. —Ambos se miraron a los ojos por un momento—. Y, ahora, dime, ¿dónde está Iris?

—En un lugar seguro —se limitó a responder el joven.

—Claro —replicó ella—. La que no parece estar en un lugar seguro es su madre. —La chica echó un vistazo a la hora que marcaban los aparatos de la mujer—. Le queda menos de una hora y media para entregarse, o será ella quien sufra las consecuencias.

—Eso ya lo sabemos. Te encargaste de quedarlo muy claro en el vídeo.

—En ese caso, ve a buscarla al agujero en el que se haya escondido y convéncela para que se entregue. —Lira señaló a Delia con el dedo y agregó—: Por su bien.

—Me temo que no soy yo el que va a marcharse de este sitio, Lira. Al menos, no hasta asegurarme de que no le harás daño a Delia.

—Si no quieres que le haga daño, ya sabes lo que tienes que hacer. Haz que la chica se entregue.

—Vuelve a casa, Lira —le dijo él, con voz áspera.

—Eso suena a una orden, ¿no te parece? —La chica se acercó hasta quedarse a dos pasos de él, desde donde añadió con voz amenazante—: ¿Y si me niego? ¿Acaso vas a obligarme tú?

Gael quiso invocar su lazo de luz para contenerla, pero Lira fue mucho más rápida y lanzó una onda de choque contra él. Que la chica se hubiera colocado justo en aquella posición no había sido una casualidad, lo había hecho para formar una línea recta con la ventana. De modo que el chico salió volando hacia ella, atravesó el cristal y cayó al vacío desde la quinta planta. Sacudió el cuerpo, desesperado, dando manotazos al viento para erguir su postura. Y, cuando consiguió ponerse en vertical al suelo, invocó bajo él un torbellino de aire que amortiguó su caída. Aun así, había tardado tanto que no pudo frenarse por completo, y acabó atravesando el techo de uno de los coches que estaban aparcados abajo.

Yaciente sobre la chapa hundida del vehículo, vio encaramarse a Lira a la ventana. Saltó al vacío, como quien se lanza de cabeza a una piscina. Congeló el aire bajo ella a medida que caía, formando una rampa de hielo a través de la cual se deslizó, y acabó frenando justo delante del coche con una pirueta. Gael quiso levantarse de un salto, dispuesto a lanzar un nuevo ataque contra la chica. Sin embargo, esta hizo un movimiento rápido con la mano, y los hierros partidos del vehículo se retorcieron para apresar a Gael. El joven se removió con todas sus fuerzas. Después de la batalla contra Dreiss, había perdido demasiadas energías, y el golpe que acababa de recibir le había dejado en un estado aún peor. Todos sus esfuerzos por liberarse le resultaron inútiles.



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En el texto hay: intriga, accion, magia

Editado: 30.12.2023

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