Los Guardianes de la Hermandad: Cenizas

Capítulo 49

Dreiss agarró a Astra por la muñeca y tiró de ella hasta llevarla al borde del precipicio. La luz de la luna apenas bañaba los campos, y el cuerpo de Iris no se veía al final de la pendiente. Así pues, Dreiss lanzó unas llamaradas para incendiar varios de los arbustos que salpicaban la zona, iluminándola en un resplandor rojizo.

—Muy pronto morirás —le dijo a la hechicera—. Pero, antes, tendrás que contemplar cómo destruyo a la hija de Cassius.

Dreiss soltó el brazo de Astra, que cayó al suelo, sin poder oponer más resistencia que un gruñido. Después, el mago descendió el despeñadero hasta alcanzar el cuerpo inmóvil de la chica. Pese a la brutalidad de los golpes, su pecho aún se movía con cada respiración.

—Que decepcionante —susurró Dreiss, al tiempo que invocaba su espada de energía oscura—. Hubiese preferido atravesarte el corazón mirándote a los ojos.

El mago blandió el arma al viento, puso el filo hacia abajó y elevó las manos sobre su cabeza, dispuesto a clavarla en el pecho de la joven. Entonces, Iris se removió. Los músculos de su rostro se tensaron en una expresión dura, y sus párpados se abrieron, revelando tras de sí uno ojos que resplandecían con su propia luz, blanca y brillante. Dreiss se quedó paralizado, pero al instante se obligó a reaccionar. Tomó aire y descargó la espada con todas sus fuerzas sobre el cuerpo de la chica. De esta, sin embrago, emanó un destello luminoso, que deshizo la hoja antes de que llegara a tocar su piel.

Dreiss, con las manos vacías y la mandíbula desencajada, miró a la chica con asombro, mientras los ojos de esta volvían a su forma natural. El mago se sacudió, obligándose a reordenar sus ideas, y elevó los brazos para hacer que un diente rocoso emergiera del subsuelo. Iris rodó para esquivarlo, y se puso en pie aprovechando la inercia del movimiento. Luego, saltó a un lado para soslayar una segunda dentellada. Y, aunque era la intención de Dreiss, no hubo una tercera, pues Iris se apresuró a lanzarle una onda de energía, tan concentrada, que resultó ser la más potente que había invocado nunca.

Dreiss se levantó con dificultad, luchando por dejar atrás el sopor que le había provocado el golpe. Iris había tenido tiempo de atacar. En cambio, había preferido dejar que el hechicero se pusiera en pie. En aquel instante, era tal la euforia que recorría su cuerpo, que sintió que no necesitaba jugar sucio para vencerlo. Mientras tanto, extendió su ser a través del valle, conectando su esencia con todas las plantas que crecían en él, y absorbió parte de su energía para acelerar su recuperación.

—¿Cómo es posible? —farfulló Dreiss, mientras se tambaleaba.

Iris no le respondió. Tan solo lo observó, con un gesto impasible.

—¡Arg! —gritó el mago, como si eso fuese a darle las fuerzas que necesitaba para derrotarla. Entonces, lanzó un rayo contra ella, tan intenso que cambiaba de color a cada instante.

Iris lo desvió con su propia mano, aunque supo que así no aguantaría demasiado tiempo. De modo que hizo un gesto rápido con la otra, como si barriera el horizonte, y levantó un muro de tierra frente a ella. Y, al no encontrar algo que la condujese, la electricidad se volvió contra el propio Dreiss, que sofocó el rayo tan pronto como sintió el impacto en su cuerpo, aunque eso no evitó que le produjese quemaduras en las manos. Mientras ahogaba un grito de dolor, Iris se echó hacia adelante, empujando la columna de tierra contra el hechicero. Cayó sobre él sin hacerle ningún daño, pero levantando una nube de polvo que cubrió el siguiente ataque de la chica. Para cuando quiso darse cuenta, un rayo de hielo le alcanzó el tórax, y salió despedido para caer a varios metros de allí, atrapado en el interior de un témpano macizo.

Una sensación de extrema angustia se apoderó de él. Le era imposible respirar y moverse en su interior. Tan solo podía deslizar los ojos, de un lado para otro con nerviosismo, mientras sentía cómo su sangre se congelaba a cada segundo. Así, le resultó imposible canalizar su energía para escapar del atrapamiento. Sin embargo, se percató de que había caído cerca de uno de los arbustos que había incendiado. La lengua de fuego desprendía tanto calor que estaba comenzando a derretir el hielo. Tan solo tenía que reducir su metabolismo para condurar el aire.

Sus esperanzas, en cambio, no tardaron en desvanecerse. Tan pronto como Iris llegó al lugar, hizo unos giros con la mano, y el oxígeno que alimentaba la llama se movió, creando un vacío en torno a ella. Pronto, el fuego se extinguió, y el témpano de hielo que contenía a Dreiss dejó de derretirse. Pero, en ese intervalo, sus miradas se cruzaron por un instante. Y, aunque Dreiss no logró vencer el bloqueo mental de la chica, para manipular su voluntad, sí que pudo transmitirle sus pensamientos, por medio de los cuales la habló:

—¿Eso es lo que pretendes? ¿Ahogarme aquí dentro? —resonó la voz de Dreiss en su cabeza—. ¿De verdad estás dispuesta a convertirte en una asesina? —Ante el silencio de la joven, el mago prosiguió—: ¡Tus manos estarán por siempre manchadas de sangre! ¡Tendrás que cargar con el peso de la muerte sobre tu consciencia!

—No voy a matarte —respondió ella, también en sus pensamientos—, igual que mi padre tampoco estuvo dispuesto a cruzar esa línea. Así que voy a terminar lo que él empezó. —Iris arrugó el rostro y dijo—: Voy a encerrarte para siempre en el lugar que te corresponde.

—¡¿Y a qué estás esperando?! —la desafió.

—A que la falta de aire te haga desfallecer.

Dreiss, completamente enajenado, quiso fruncir el ceño, mas todo lo que consiguió fue hacer vibrar la piel de la frente bajo la densidad del hielo, mientras que su cabeza se sumía en una vorágine de rabia y desesperación. Pero, entonces, se dio cuenta de algo. Aunque no podía superar la defensa mental de Iris, sí podía aprovechar la conexión. Del mismo modo que le compartía lo pensado, podía infligir también sus sentimientos en ella.



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En el texto hay: intriga, accion, magia

Editado: 30.12.2023

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