Júpiter y Saturno estaban ahí sentados, teniendo sus manos unidas con tal ímpetu, como si aquello pudiera evitar que el hombre se fuera. Es de noche y están los dos solos en el techo de la casa del primer nombrado, recordando cuando de niños iban a esconderse, mientras escuchaban los gritos exasperados de sus progenitoras por no encontrarlos. Ahora todo estaba tranquilo, se estaba consumiendo y ambos lo sabían. Sus enredaderas están a tope, cubrieron sus mejillas, sus labios y de su cabello comenzaban a caer pétalos.
El tiempo seguía su paso, fue por eso que su enamorada se aventuró a preguntar en un murmullo;
__ ¿Quién era?
__ ¿Por qué quieres saberlo? –devolvió su pregunta con una sonrisa, su voz apenas podía ser escuchada, sentía las espinas clavarse en su garganta-
__ Tengo que tener a alguien a quien odiar, no puedes irte y dejar todo así –sollozó la mujer, llevando su mano hasta su mejilla para retirar aquella lagrima que había descendido sin previo aviso-
__ No la odiaras –negó con su cabeza, acercándose aún más hasta ella, retiro sus manos de su rostro para reemplazarlas con las suyas-
Saturno sollozo nuevamente, abrazándose a Júpiter, el silencio abundo en ese instante nuevamente, sintiendo el frio de la noche amenazar con dejarlos entumecidos; sin embargo, a ninguno de los dos le importaba.
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Editado: 13.10.2020